Desde la Astrología hasta la sabiduría indígena se conocen sus efectos positivos y negativos. A nadie le llama la atención la certeza científica de que la Luna actúa poderosamente sobre la Naturaleza.
Desde las mareas hasta la orientación de las aves, desde el ciclo menstrual femenino de 28 días —que es igual al período de las cuatro fases de Selene— hasta la experiencia cotidiana de los pescadores, que saben que pescado expuesto a la luz de la luna llena se pudre rápidamente, sus efectos son casi parte de la historia humana.
¿Es posible entonces suponer que el nocturno astro también actúe en planos más sutiles, como el mental o el espiritual? Pues parece que sí. Desde siempre llamamos «lunática» a la persona trastornada mentalmente. Existen estadísticas confiables que señalan que en períodos de luna llena aumenta la tasa de depresiones suicidas, de homicidios y asesinatos. Por experiencia práctica, médicos y policías saben que en esa fase tendrán más trabajo que el acostumbrado. Y las empresas japonesas de transporte —incluidas las áreas— establecen turnos rotativos en su personal para obviar someterlos a dos períodos consecutivos de plenilunio. Y coiffeurs y peluqueras saben que el pelo crece más rápido y fuerte si se corta en luna creciente, y por el contrario, se debilita y enlentece si se hace en cuarto menguante.
El poder femenino
Desde la más remota antigüedad se sabe que espiritualmente la mujer tiene «ciclos» en su poder mental y espiritual asociados a la luna. Así, muchos pueblos indígenas estimulaban a sus mujeres en ciertos períodos lunares a realizar rituales para propiciar en ellas desde la fecundidad hasta la creatividad, pasando por el refuerzo de la voluntad y el aumento de control sobre sus propias emociones negativas. En el Anahuac —el México precolombino— por caso, se realizan «temascales de luna llena», exclusivamente para mujeres, con ese fin.
En Paraná esta costumbre es repetida en esos baños rituales de vapor de fuerte contenido simbólico que realiza periódicamente nuestra Agrupación «Casa del Cóndor». De hecho, está comprobado parapsicológicamente que una mujer que realiza prácticas espirituales en períodos de luna llena aumenta sus facultades de videncia de forma significativa y, en puridad, mucho más que los hombres, lo cual es lógico porque astrológicamente, el hombre es básicamente «solar» y la mujer, «lunar». Existen varias explicaciones para esto.
La luz que la Luna refleja del Sol es lo que se llama una «luz polarizada», algo que en Física se conoce desde hace tiempo y que, simplemente, significa que su disposición fotónica es diferente a la luz común. En consecuencia, diferente será su efecto sobre órganos fotosensibles que forman parte de nuestra naturaleza, entre otros, la glándula pineal, órgano del cual dependen muchas facultades extrasensoriales y que por algo, desde siempre, fue conocida como «el Tercer Ojo». Uno de esos efectos será, obviamente, el «despertar» del mismo, es decir, de las facultades de clarividencia, premonición y telepatía.
Los lobizones
Esas mismas causas explican las leyendas milenarias de hombres lobo y «lobizones». Que se convierten, precisamente, durante las noches de luna llena. No se trata de que, físicamente, se transforme en un lobo (o un perro) un ser humano.
Pero la acción de la Luna puede provocar dos consecuencias, una fisiológica y otra psicológica. La orgánica, un hirsutismo exacerbado, la proliferación pilosa que en personas predispuestas genéticamente las hará multiplicar la pilosidad de su cuerpo. Y la psicológica, la activación de una licantropía latente, enfermedad psiquiátrica perfectamente conocida y que consiste en que el individuo se cree un lobo y actúa como tal.
Los espejos
¿Notaron que antiguamente se llamaba «luna» a los espejos? Esto también hunde sus raíces en las leyendas. Como la afirmación que los vampiros, por ejemplo, no se reflejan en los espejos, por un lado, y por otro (aquí también como los hombres lobo) son fácilmente víctimas de la plata.
Una bala de plata, o un cuchillo de ese metal, es lo único que puede matarlos. Y los antiguos espejos eran hechos con una capa de derivados de la plata colocados sobre un vidrio. Habida cuenta de esa relación ya establecida entre lo anormal y la Luna, se comprende esa especie de regla mnemotécnica que nos dice que un espejo rechaza a los seres sobrenaturales en tanto y en cuanto la plata (metal que astrológicamente corresponde a la Luna) está en la naturaleza misma del supuesto proceso de transformación.
La Luna y la Astrología
Una vez más, la sabia Astrología anticipó desde hace siglos lo que recién hoy está redescubriendo la ciencia. Porque en la Carta Natal —el estudio astrológico que se hace a partir de la fecha y lugar de nacimiento de una persona, y que reúne, entre otras informaciones, detalles profundos sobre su personalidad— la ubicación de la Luna habla de lo mental, lo inconsciente, nuestras fortalezas y debilidades psíquicas.
Una Luna en Tauro, por ejemplo, hablará de una persona con una gran capacidad de resistencia psicológica al dolor, así como una notoria fuerza de voluntad. Una persona con la Luna en Géminis, en tanto, será dubitativa, insegura, arrepintiéndose al rato de toda decisión que tome. La Luna en Cáncer referirá a alguien vulnerable por demás a las emociones, casi esclava de sus sentimientos. Y así, sucesivamente, la ubicación zodiacal de la Luna en el momento del nacimiento condicionará (no absolutamente, claro, porque también intervienen otros factores como la crianza, los modelos a imitar en la adolescencia, las propias elecciones nacidas del albedrío) su naturaleza intima, sus miedos y seguridades, sus flancos débiles y sus fuerzas dormidas.
El empleo de la Luna para la apertura del «ojo espiritual»
Una de las prácticas celtas más antiguas es la de los «baños de Luna»; resultan más que obvios los beneficios terapéuticos de los baños de Sol, y más allá de la obviedad, desde el punto de vista esotérico históricamente se ha señalado que la exposición a los rayos solares también es una forma de nutrir el campo bioenergético. En consecuencia, era inevitable que los sabios de la antigüedad, de distintas culturas —pero especialmente la citada— buscaran un efecto correspondiente bajo la exposición del rutilante astro nocturno. A lo que aquí quiero referirme es la práctica, entonces, del «rito de Luna» como forma de fortalecer nuestro cuerpo astral, por un lado, y abrir nuestro sensorium, u ojo espiritual (1) , por otro. Consistente con lo expresado en otras ocasiones, siempre me resulta estimulante proponer experiencias vivenciales y escuchar —o leer— las opiniones a posteriori, cotejándolas con las propias.
La práctica se realiza al aire libre, en contacto pleno con la naturaleza, sobre hierba o césped, preferiblemente rodeado de árboles.
El o la practicante debe vestir completamente de blanco —tanto en su ropa exterior como interior—, esto tiene como objeto resultar «resonante» con la luz –entendida como «vibración lunar»—, y descalzos. Debe hacerse en cualquier momento inevitablemente nocturno entre el comienzo del Cuarto Creciente y el comienzo de la luna llena.
Con la Luna a la vista —preferentemente sobre nuestras cabezas en alguna posición de modo que esté cuando menos sesenta grados sobre el horizonte— debemos llevar la mirada a la misma y comenzar a girar sobre nosotros mismos (tratando de no perder contacto visual con la Luna) a la mayor velocidad posible, mientras pronunciamos en voz alta la palabra ¡Evohé! (pronúnciese «evojé!», con la «j» muy suave) (2) una y otra y otra vez.
Esto debe sostenerse hasta que literalmente perdamos el equilibrio, dejándonos entonces caer al suelo y permaneciendo, mirando la Luna, con los brazos abiertos y las piernas bien separadas hasta que la respiración se normalice. Si se practica en grupo, entonces los participantes tomarán sus manos entre sí (derecha palma hacia arriba; izquierda palma hacia abajo) y girarán en ronda. Dado que esto hace que el equilibrio se sostenga por el grupo, deberá consensuarse previamente un guía o líder del grupo quien estará atento para cuando el grupo comience a perder uniformidad de movimiento y coordinación, dando entonces la indicación de soltar las manos (dejándose todos, en consecuencia, caer al suelo). Esta técnica debe ser repetida una vez por mes, tanto tiempo como el practicante necesite para percibir la apertura del sensorium. Y luego repitiéndola, para evitar su aletargamiento.
Notas:
1) Sensorium: Término coloquial en ciertas sociedades iniciáticas, como la Orden Hermética y Pitagórica, para referir lo que algunas culturas llamaron «tercer ojo» o, más modernamente, «percepción extrasensorial». En términos esotéricos el sensorium es un «órgano», de naturaleza astral y espiritual a la vez que, precisamente por ello, permite observar los planos sutiles.
2) Evohé: Esta palabra, empleada desde la antigua Grecia por las Vestales, se traduce como «¡Aquí estoy!», y es derivada —en su función— del aún mucho más antiguo Rito de Orientación de los hierofantes egipcios.
¿Qué es una Súperluna de nieve?
Una «Superluna de Nieve» iluminará los cielos los días 7, 8 y 9 de febrero de 2020.
Su nombre se debe a que coincide con un periodo de enormes nevadas en el hemisferio norte, y se caracteriza por ser más blanca y brillante de lo habitual. Siendo un superluna, será una de las lunas llenas más grandes del año.
Estas superlunas tienen lugar cuando el satélite se encuentra en su punto más cercano a la Tierra, conocido como perigeo. Según la NASA, el fenómeno durará tres días, desde la noche del 7 de febrero hasta la mañana del próximo lunes. Nuestro satélite estará a 362.479 kilómetros de la Tierra y tendrá un aspecto un 14 % más grande y un 30 % más brillante de lo habitual. Desde las Américas, los mejores momentos para observar la luna llegarán la tarde del sábado.
Para Europa, Asia, África y Australia, las mejores vistas se darán antes del amanecer del domingo. Además, esta «luna de nieve» marcará el final de los festejos del Año Nuevo chino y del Festival de los Faroles, momento en que la ciudadanía cuelga faroles en las casas y otros edificios para despedir los festejos.
De igual manera, también coincidirá con el festival budista de Magha Puja, el 9 de febrero, que conmemora la reunión de miles de seguidores para escuchar El Ovadhapatimokha, un famoso sermón del Buda.
La influencia de la Luna Símbolo de lo femenino y la fertilidad, desde la antigüedad la luna ha estado en el foco de atención de las diferentes culturas. Es que por su naturaleza y los efectos que provoca, desde siempre ha despertado un gran interés. Y más aún cuando está llena.
Fuentes: Gustavo Fernández, MysteryPlanet.com.ar y alfilodelarealidad.files.wordpress.com