San José: oraciones e historia del santo esposo de la Virgen María

A José, esposo de María, Dios le concedió el privilegio y la bendición de estar al lado de la Madre de Jesús y, junto a Ella, criar a su Hijo, esperanza de la humanidad. En su divino designio, Dios Padre le encomendó a José la ‘labor’ más importante: la de ser la figura paterna de la Sagrada Familia, cuidando de Jesús y María.

En virtud de la responsabilidad que le fue otorgada, San José ha recibido innumerables patronazgos: comunidades religiosas, instituciones, la propia Iglesia e incluso sobre naciones enteras -como es el caso del Perú-.

Quiso Dios que el amor del corazón de José de Nazareth se volcara sobre María al punto de elegirla como esposa. Ese amor que Dios inspiró se fue perfeccionando poco a poco a lo largo de la vida adulta del santo, incluso en momentos muy difíciles, llenos de incertidumbre, en los que tuvo que aferrarse a la Providencia.

Dice la Escritura que el ángel le habló en sueños a José, Varón Justo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1, 20-21).

Así, el humilde carpintero se vio impulsado a abrirse paso a través de un mar de dudas, acogiéndose con confianza a la gracia divina. José, una vez de la mano del que todo lo puede, no miró más atrás.

La misión confiada a San José fue inmensa, capaz de desbordar cualquier cálculo humano; capaz de hacer temblar al más fuerte o abrumar al más cerebral. Frente a ella, sin embargo, José respondió con fe, obediencia, valor y sencillez. No hizo aspavientos, ni buscó reconocimientos. Muy por el contrario, confió en Dios y puso manos a la obra.

Lo suyo no fue ocupar un lugar protagónico; por eso, su ‘puesto’ y sus ademanes recuerdan lo contemplativo, no en vano se le conoce como el ‘Santo del Silencio’. Siempre llamará la atención ese contraste entre lo que le fue requerido y lo ‘poco’ que aparece en el relato bíblico. Y todavía más: no se conoce palabra alguna que haya salido de su boca -sabemos que los Evangelios no recogen nada al respecto-.

Eso sí, quedan de manera prístina sus obras, su fe y su amor -las que influenciaron en Jesús y forjaron su carácter, las mismas virtudes que cimentaron su santo matrimonio-.

Junto a Santa María, San José pasó por todas las vicisitudes que rodearon el nacimiento del Mesías.

Basta recordar su confusión inicial al enterarse de que María estaba encinta. Basta recordar que, superando sus dudas y temores, la acompañó durante su embarazo como hacen los buenos esposos; y a poco de que Ella diera a luz, sintió angustia por no encontrar un lugar apropiado para que naciera su hijo por adopción, nada menos que el Salvador de la humanidad.

Basta detenerse un poco y contemplar con él el misterio que se presentaba ante sus ojos: el Hijo de Dios, encomendado a sus cuidados, nacía en un establo y, a los pocos días, tendría que llevárselo fuera del país rumbo a Egipto.

Fue José quien tuvo que organizar aquella huida -como si hubiese cometido algún delito-, luchando por no distraerse y solo pensar en su objetivo: poner a Jesús a buen recaudo, lejos de la mano asesina de Herodes.

¡Qué gozo debe haber sentido José al ver cómo la Providencia coronaba su esfuerzo manteniendo a su familia a salvo!

Como José era carpintero, no pudo darle ningún lujo a Jesús en los años de su infancia, y, sin habérselo propuesto, lo hizo convivir con la pobreza. Si los ojos de José no hubiesen sido los de la fe, no sería posible entender siquiera el porqué de su firmeza ni cómo libró las pequeñas o grandes batallas que pudieron surgir en su interior.

Y es que San José fue hombre de oración y no solo de acción. Por eso no hubo límite alguno a la hora de entregar su amor: José le dedicó todo el tiempo posible a Jesús y hasta le enseñó su profesión.

La varita de San José

Una tradición popular cuenta que doce jóvenes pretendieron casarse con María y se presentaron ante ella cada uno con un bastón de madera en la mano, a la usanza de la época. De pronto, cuando la Virgen debía escoger entre todos ellos, el bastón de José -que era uno de los pretendientes- floreció milagrosamente.

Los ojos de María, en ese momento, se fijaron en él. Se dice que esta es la razón por la que al santo se le suele representar con una ‘vara florecida’ en las manos. La varita de San José es por esto también símbolo de pureza.

Oraciones en San José

1. Letanías a san José

Señor, ten misericordia de nosotros
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David, ruega por nosotros.
Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.
Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.
Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.
Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.
Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.
José, justísimo, ruega por nosotros.
José, castísimo, ruega por nosotros.
José, prudentísimo, ruega por nosotros.
José, valentísimo, ruega por nosotros.
José, fidelísimo, ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Amante de la pobreza, ruega por nosotros.
Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.
Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.
Sostén de las familias, ruega por nosotros.
Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.
Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.
Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
V.- Le estableció señor de su casa.
R.- Y jefe de toda su hacienda.

Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

2. “A ti, oh bienaventurado José”

A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.

Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades. Protege, oh providentísimo Custodio de la divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios.

Asístenos propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad.

Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén

Oración de León XIII, de su Encíclica sobre la devoción a San José.

3 Oración final de Patris Corde

Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María. A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida. Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén.

4. Oración que habitualmente reza el papa Francisco (lo relata en Patris corde)

«Glorioso patriarca san José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan una buena solución. Mi amado Padre, toda mi confianza está puesta en ti. Que no se diga que te haya invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén».

5. Otras oraciones

Te Ioseph Celebrent

¡Oh José! que los coros celestiales celebren tus grandezas, / que los cantos de todos los cristianos hagan resonar sus alabanzas. / Glorioso ya por tus méritos, te uniste por una casta alianza / a la Augusta Virgen. Cuando, dominado por la duda y la ansiedad, / te asombras del estado en que se halla tu esposa / un Ángel viene a decirte que el Hijo que Ella ha concebido / es del Espíritu Santo.

El Señor ha nacido, y le estrechas en tus brazos; / partes con El hacia las lejanas playas de Egipto; / después de haberle perdido en Jerusalén, le encuentras de nuevo; así tus gozos van mezclados con lágrimas.

Otros son glorificados después de una santa muerte, / y los que han merecido la palma son recibidos en el seno de la gloria; pero tú, por un admirable destino, semejante a los Santos, y aún más dichoso, / disfrutas ya en esta vida de la presencia de Dios.

¡Oh Trinidad Soberana! oye nuestras preces, concédenos el perdón; / que los méritos de José nos ayuden a subir al cielo, para que nos sea dado cantar para siempre el cántico de acción de gracias y de felicidad. Amén.

Se trata de un himno escrito originalmente en latín y que suele utilizarse en las vísperas de las festividades de San José (19 de marzo) y San José obrero (1 de mayo).

A san José Obrero

Nos dirigimos a ti, Oh bendito San José, nuestro protector en la tierra, como quien conoce el valor del trabajo y la respuesta a nuestro llamado. A través de tu Santa Esposa, la Inmaculada Virgen Madre de Dios, y sabiendo el amor paternal que tuviste a nuestro Señor Jesús, te pedimos nos asistas en nuestras necesidades y fortalezcas en nuestros trabajos.

Por la promesa de realizar dignamente nuestras tareas diarias, líbranos de caer en el pecado, de la avaricia, de un corazón corrupto. Se tú el solícito guardián de nuestro trabajo, nuestro defensor y fortaleza contra la injusticia y el error.

Seguimos tu ejemplo y buscamos tu auxilio. Socórrenos en todos nuestros esfuerzos, para así poder obtener contigo el descanso eterno en el Cielo. Amén.

Oración a san José antes de la comunión

¡Oh feliz varón, bienaventurado José, a quien le fue concedido no sólo ver y oír al Dios a quien muchos reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron; sino también abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo!

V/ Ruega por nosotros, bienaventurado José.
R/ Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Oración: Oh Dios, que nos concediste el sacerdocio real; te pedimos que, así como san José mereció tratar y llevar en sus brazos con cariño a tu Hijo unigénito, nacido de la Virgen María, hagas que nosotros te sirvamos con corazón limpio y buenas obras, de modo que hoy recibamos dignamente el sacrosanto cuerpo y sangre de tu Hijo, y en la vida futura merezcamos alcanzar el premio eterno. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

Oración a san José después de la comunión eucarística

Custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron en­co­men­dadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María: por estas dos que­ri­dísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

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