Frases de San Martín de Tours: reflexiones, oraciones, milagros y biografía

Martín de Tours es un santo muy conocido en toda la cristiandad, que marcó a muchos cuando decidió compartir su manto de oficial con un hombre pobre, en una tarde fría de invierno. Nació en Hungría, y en un momento de su vida hizo parte del ejército Romano por obediencia a su padre. Se destacó por ser un hombre valiente, pero sobre todo, un gran discípulo de Cristo. Martín tenía muchos valores, y su principio de objeción de conciencia le hizo desacatar leyes y órdenes injustas, pues tenía presente que un cristiano no puede derramar la sangre de sus semejantes. Además, su bondad lo llevó a convertirse voluntariamente en un escudo humano ante el adversario que amenazaba en aquel entonces. Sin armas, de manera sorprendente pudo ver al ejército enemigo dar la vuelta y huir del campo de batalla. Posteriormente, dejó el ejército y se convirtió en ermitaño. No pasó mucho tiempo para que numerosos discípulos se le unieran, dando nacimiento a la primera comunidad monástica de la Galia (actual Francia).

Biografía

San Martín de Tours fue un obispo del siglo IV elevado a santo y es patrono de numerosas localidades. Nacido en Panonia (en Europa central), se convirtió al cristianismo a una temprana edad. Se hizo soldado en la caballería romana en la Galia, pero abandonó el servicio militar en algún momento antes del año 361, cuando se convirtió en discípulo de Hilario de Poitiers, estableciendo el monasterio en Ligugé. Fue consagrado como Obispo de Caesarodunum (antiguo nombre de Tours) en 371.

Se le recuerda particularmente por el relato según el cual usó su espada para cortar su capa en dos para darle la mitad a un mendigo que vestía solo trapos en medio del invierno. Su santuario en la ciudad de Tours se convirtió en un punto de parada famoso para los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela en España.

Se trata de un santo enormemente popular, puesto que desde muy antiguo existen por todo el mundo cristiano numerosas iglesias y basílicas colocadas bajo su advocación, siendo una de las más destacadas la propia basílica situada en su ciudad original. La misma palabra «capilla» procede de la popular leyenda que acompaña siempre a este santo en toda su iconografía.

La vida temprana de Martín fue escrita por Sulpicio Severo, quien lo conoció personalmente. Esta biografía expresa, entre otras cosas, algunas narraciones de milagros tales como expulsar demonios, curar paralíticos o resucitar muertos, además de otros como apagar las llamas de una casa, o el poder sanador de una carta enviada por él.

Nació en el año 316 en la actual Szombathely, Hungría, en el seno de la familia de un oficial del ejército romano. Unos años después del nacimiento de Martín, su padre recibió el estatus de veterano y se le concedieron tierras en el norte de Italia, donde Martín creció y recibió su educación.

A la edad de 10 años empezó a asistir a la iglesia cristiana, contrariando los deseos de sus padres, y se hizo catecúmeno. El cristianismo había sido autorizado en el 313, teniendo para entonces más fieles en el Imperio oriental, de donde había surgido, y concentrándose en las ciudades, a donde había sido llevado a través de las rutas comerciales por recientes conversos. Para entonces, el cristianismo estaba lejos de ser aceptado en los círculos más elevados de la sociedad, en tanto que el culto a Mitra era el favorito entre los miembros del ejército. Si bien la conversión al cristianismo del emperador Constantino y el subsiguiente programa de construcción de templos le dieron un impulso aún mayor a la expansión de la religión, para la época de Martín el cristianismo era todavía una fe minoritaria. Fue bautizado probablemente en el año 334.

Leyendas y milagros

Una de las historias más famosas en torno a su vida sucedería hacia el año 337. Estando Martín en Amiens, encontró cerca de la puerta de la ciudad a un mendigo tiritando de frío; enseguida, sacó la espada, rasgó su capa de soldado y le dio la mitad para que se abrigara, declarándole que no podía dársela entera porque la capa pertenecía al ejército romano, en el que servía.​ Esa misma noche soñó con Jesucristo vestido con la media capa y diciéndole a una multitud de ángeles que le rodeaba: «Martín, siendo todavía catecúmeno, me ha cubierto con este vestido». Esta es la escena que iconográficamente se ha preferido para representar a San Martín. Además, a partir de las numerosas iglesias que después reclamarían guardar una reliquia de este trozo de capa, se acabó por popularizar el término capilla en todo el mundo occidental para denominar a los mismos lugares de culto cristiano.​ Este suceso provocó un cambio profundo en Martín.

Sulpicio escribe que justo antes de una batalla en las provincias gálicas en Borbetomagus, Martín decidió cambiar lealtades (rehusándose a obedecer al anticristiano emperador Juliano) y rechazó su justo pago por salir del ejército, afirmando que «Soy soldado de Cristo, y no me es legal librar batalla». Fue acusado de cobardía y encarcelado, pero para responder a los cargos se ofreció marchar desarmado por delante de las tropas. Sus superiores planeaban aceptar su oferta, pero antes de que pudieran hacerlo los invasores pidieron la paz, la batalla nunca tuvo lugar, y Martín fue dado de baja del ejército, posiblemente alrededor del año 356,​ para poder dedicar el resto de su vida a servir exclusivamente a Cristo.

Martín declaró su vocación y se unió entonces a los discípulos del obispo Hilario en la ciudad de Poitiers, en la provincia romana de la Galia (actual Francia). Hilario y sus discípulos se oponían al arrianismo de la corte imperial. Cuando Hilario fue exiliado de Pictavium (actual Poitiers),​ Martín emprendió un largo viaje. De acuerdo con Sulpicio, logró convertir a un bandido en los Alpes y confrontó al demonio mismo.

Tras un sueño en el que escuchó una voz que le pedía volver a su hogar, cruzó los Alpes, y desde Milán regresó a su pueblo natal, donde consiguió convertir al cristianismo a su madre, pero no a su padre.​ Mientras estaba en Ilírico se opuso con tanto celo a los arrianos que fue latigado en público y se le obligó a marcharse.​ Al regreso de Iliria a Milán, donde entró en contacto con un grupo de hombres que llevaban una vida de retiro, oración y ascetismo, fue confrontado por Auxencio, el arriano arzobispo de Milán, quien lo expulsó de la ciudad.​ De acuerdo con las fuentes tempranas, Martín decidió buscar albergue en la isla Gallinara, frente a la costa de Génova en el mar de Liguria, donde llevó una vida ascética junto con otro compañero.​ Martín vivió de una dieta de hierbas y raíces silvestres. Se dice que comió eléboro, una planta que no sabía era venenosa. Según una leyenda, estando a punto de morir por haberla ingerido, rezó y fue curado milagrosamente.

Hacia el año 361 se enteró del regreso del obispo Hilario a su sede episcopal, y se trasladó de nuevo a Poitiers para reencontrarse con él. Allí Hilario le ordenó diácono y después sacerdote.​ Decidido a llevar una vida religiosa, se instaló en el cercano lugar de Ligugé, donde levantó el primer monasterio conocido de Europa,​ permaneciendo en él durante diez años.

Martín viajó y predicó por la Galia occidental, existiendo según Sulpicio numerosas leyendas locales sobre sus visitas a estas tierras.

En el año 371 es nombrado obispo de la ciudad gala de Tours.​ Su vida pastoral se caracterizó por la evangelización y la lucha contra las prácticas de magia negra extendidas por la época.

Martín fundó, a unos tres kilómetros de Tours, una comunidad que fue denominada Maius Monasterium, y hoy conocida como Marmoutier, donde se llegarían a juntar unos 80 monjes, algunos de los cuales serían luego obispos.

Murió el 8 de noviembre del 397 en Candes, durante una de sus visitas pastorales. Sulpicio Severo, quien lo conoció personalmente y fue su primer biógrafo, describe así los últimos momentos de su vida: “Con los ojos y las manos continuamente levantados al cielo, no cejaba en la oración”.

Al poco tiempo, se levantó una capilla sobre su sepulcro y, con el tiempo, se construyó una basílica. Esta fue destruida por los normandos en el siglo V, luego reconstruida y después nuevamente destruida por los hugonotes en 1526. La actual basílica de San Martín de Tours fue inaugurada en 1925.

La popularidad de san Martín puede atribuirse en parte a su adopción por las sucesivas casas reales de Francia. Clodoveo, rey de los francos salios, una de las muchas tribus beligerantes de la Francia del siglo vi, prometió a su esposa cristiana Clotilde que se bautizaría si salía victorioso sobre los alemanes. Atribuyó a la intervención de san Martín su éxito y varios triunfos posteriores, incluida la derrota de Alarico II. La devoción popular a san Martín siguió estando estrechamente identificada con la monarquía merovingia: a principios del siglo vii, Dagoberto I encargó al orfebre san Eligio la realización de una obra en oro y gemas para la tumba-santuario. El culto a Martín sobrevivió al paso del poder a los sucesores de los merovingios, la dinastía carolingia.

Su festividad litúrgica se celebra el 11 de noviembre.

San Martín de Tours es el patrono de los soldados y de numerosas poblaciones en todo el mundo, además de uno de los patronos de Francia y de Hungría.

En la Argentina, es Patrono de la ciudad de Buenos Aires. Cumpliendo con la antigua tradición de que un cabildo eligiese al patrón de su ciudad, Juan de Garay y los primeros miembros del cabildo se reunieron el 20 de octubre de 1580, unos meses después de fundada la ciudad, para darle un santo como protector y patrono. La suerte recayó en san Martín.​ La leyenda cuenta que, tiempo después, fue pasando de boca en boca que los vecinos, al ver el nombre de un “santo francés”, se negaron a que fuera protector de una ciudad que por aquel entonces era parte del Imperio Hispánico. Pero reiteraron la elección y por tres veces salió el mismo nombre, considerando de esa forma que era Dios mismo quien quería ese santo patronazgo.

Frases y Reflexiones de San Martín de Tours:

“Con la espada podía vencer a los enemigos materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos espirituales”.

“Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehuso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras mandar”.

“Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a este que me traiciona?”.

“Dejad, hermanos, dejad que mire al cielo y no a la tierra, y que mi espíritu, a punto ya de emprender su camino, se dirija al Señor”.

“Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales”.

“Fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma”.

 

Oración a San Martín de Tours

Glorioso San Martín de Tours, caballero romano, que recibiste el don de la caridad, generosidad, humildad y perdón.

Por las pruebas a las que fuiste sometido por el Señor, yo te pido que combatas la pobreza de mi alma,

que me ayudes a encontrar el camino que me lleve a Dios.

Y estar dispuesto a la batalla contra el mal, dándole la mano a Jesús que me espera y va delante en la lucha.

Sana mi alma de todo pecado y mi cuerpo de todo mal, tu que ayudaste con tanto amor a quel anciano, y a tantos enfermos,

cúbreme con tu manto y pide por mi a Dios, ayúdame a purificarme y a hacer la voluntad de mi Padre,

para llegar a gozar de la gloria del cielo por los siglos de los siglos.

Amén.

Oración más extensa

Bienaventurado San Martín Caballero, 
lleno del Espíritu del Señor,
tuviste siempre inagotable caridad con el necesitado.

Tu que lleno de amor y generosidad
cuando viste al mendigo que se congelaba de frío,  
sin saber que en verdad era Cristo,
no dudaste en darle la mitad de tu capa, 
y no se la diste entera 
pues la otra mitad era del ejército Romano;
tú, que no buscabas reconocimientos 
sino solo favorecer al prójimo, 
encontraste gloria ante el Señor,
y cuando el Salvador se te apareció 
vestido con la media capa para agradecer tu gesto
y te dijo “hoy me cubriste con tu manto”,
decidiste no servir más en el ejército 
y dedicar tu vida a Dios y a la salvación de almas, 
siendo desde entonces propagador de la fe 
y santo hombre entregado a quien lo precisara. 

Glorioso san Martín 
tu que obraste milagros y prodigios 
que con alegría, amabilidad y la más exquisita bondad
te ganaste los corazones de todos 
y no dejaste de trabajar por su bienestar, 
tiéndeme tu mano y ayúdame a salir 
de todas las carencias y problemas económicos 
que ahora me afligen y causan desasosiego. 

Glorioso san Martín, bendito patrón mío,
te pido con gran fe y humildad
me consigas de Dios, la fuente de todas las Misericordias
que mis caminos en esta tierra, mi trabajo y mis empeños
se limpien y abran con claridad. 
En el nombre de Dios Todopoderoso,
Señor San Martín de Tours,
aleja todo lo que me perjudica.
Oh santo alivio, préstame tu santo amparo;
ayúdame, te lo ruego en estos malos momentos: 

(pedir aquí lo que se necesita)

Tú que tienes, noble san Martín, milagroso poder;
lleva mis súplicas cuanto antes a los Cielos, 
pide para mi casa todo lo bueno, 
que los agobios, ruinas y pobrezas se vayan
y la buena suerte entre en mi trabajo (o negocio)
y con ella la abundancia y prosperidad, para poder ayudar a todos los necesitados.

San Martín, bendito obispo de Tours, 
que tus virtudes y caridad me acompañen siempre, 
yo no dejaré de rezar y agradecer al Altísimo
los favores concedidos,
y seré caritativo con todos
mis hermanos y necesitados.

San Martín intercede por mí, 
y líbrame y protégeme de todo mal.

Amén.

(Rezar el Credo, Padrenuestro, Avemaría y Gloria)

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