San Juan de la Cruz: poesía mística, historia, milagros y oraciones

El místico San Juan de la Cruz fue uno de los más grandes poetas de la espiritualidad cristiana. Emprendió la reforma de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, junto con Santa Teresa de Jesús, lo que daría lugar a la fundación de la Orden de los Carmelitas Descalzos. Junto con santa Teresa de Jesús, se considera a san Juan de la Cruz la cumbre de la mística experimental cristiana.

Poetas como Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Paul Valéry y T. S. Eliot consideraron los poemas de Juan de la Cruz no solo como la cumbre de la mística española, sino de la poesía en esta lengua.​ Desde 1952 es el patrono de los poetas en lengua española.

San Juan de la Cruz ofrece una radical originalidad en el misticismo consistente en el concepto de noche oscura espiritual. Desde los inicios históricos de la vida retirada eremítica, los buscadores renunciaban a los bienes y placeres mundanos sometiéndose a ayunos y otras asperezas, con el objeto de vaciar sus deseos del mundo y llenarlo de bienes más elevados. San Juan de la Cruz aclara que esta es solamente la primera etapa, ya que tras ella viene la citada noche espiritual, en que el buscador, ya desapegado de los consuelos y placeres mundanos, perderá también el apoyo de su paz, de sus suavidades interiores, entrando en la más “espantable” noche a la que sí sigue la perfecta contemplación.

En su célebre dibujo del Monte de perfección la recta senda del ascenso aparece flanqueada por dos caminos laterales sin salida. El de la derecha, el camino mundano, señala sus peligros: poseer, gozo, saber, consuelo, descanso. Asimismo el de la izquierda marca también los peligros de un camino espiritual: gloria, gozo, saber, consuelo, descanso. Sorprende especialmente la leyenda de los escalones del camino central, el correcto, en los cuales se lee: Nada, nada, nada, nada, nada. Como nota de este gráfico el autor escribe: Da avisos y doctrina, así a los principiantes como a los aprovechados, muy provechosa para que sepan desembarazarse de todo lo temporal y no embarazarse con lo espiritual, y queden en la suma desnudez y libertad de espíritu, la cual se requiere para la divina unión. Algunas de sus frases breves resumen bien su doctrina, como: «Niega tus deseos, y hallarás lo que desea tu corazón».

Cada 14 de diciembre se celebra al gran San Juan de la Cruz, carmelita descalzo y Doctor de la Iglesia.

Poesía mística de San Juan de la Cruz

Los tres poemas que más reputación como poeta le han dado son Cántico espiritual, Noche oscura y Llama de amor viva.

La existencia de tres vías se corresponden con las tres potencias clásicas del alma: memoria, entendimiento y voluntad, que en este mismo orden son reducidas a un estado de perfecto silencio. El silencio de la memoria es llamado en la mística esperanza. El silencio del entendimiento se llama fe y el silencio de la voluntad caridad o amor. Estos tres silencios representan a la par un vaciamiento interior y una renuncia de uno mismo que alcanza su máximo grado a través de la virtud de la caridad. De ahí sobrevienen la enorme angustia y la sensación de muerte característica de los místicos, pues unirse a Dios es un perderse previo a sí mismo para después ganarse.

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

(Primera estrofa de Noche oscura)

Entréme donde no supe de San Juan de la Cruz

Entréme donde no supe
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia tracendiendo.

I

Yo no supe dónde entraba,
pero cuando allí me vi
sin saver dónde me estaba
grandes cosas entendí
no diré lo que sentí
que me quedé no sabiendo
toda sciencia trascendiendo.

II

De paz y de piedad
era la sciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida vía recta
era cosa tan secreta
que me quedé balbuciendo
toda sciencia trascendiendo.

III

Estava tan embebido
tan absorto y ajenado
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo
toda sciencia tracendiendo.

IV

El que allí llega de vero
de sí mismo desfallesce
quanto sabía primero
mucho baxo le paresce
y su sciencia tanto cresce
que se queda no sabiendo,
toda sciencia tracendiendo.

V

Cuanto más alto se suve
tanto menos se entendía
que es la tenebrosa nuve
que a la noche esclarecía
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda sciencia tracendiendo.

VI

Este saber no sabiendo
es de tan alto poder
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer
que no llega su saber
a no entender entendiendo
toda sciencia tracendiendo.

VII

Y es de tan alta excelencia
aqueste summo saber,
que no ay facultad ni sciencia
que la puedan emprender
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
yrá siempre tracendiendo.

VIII

Y si lo queréis oýr
consiste esta summa sciencia
en un subido sentir
de la dibinal esencia
es obra de su clemencia
hazer quedar no entendiendo
toda sciencia tracendiendo.


Oraciones a San Juan de la Cruz

ORACIÓN I
Vuestro emblema fue siempre padecer y ser despreciado. ¡Oh, si pudiese yo al menos resignarme en mis tribulaciones, ya que no soy tan generoso como tu en el padecer y ser despreciado! A ti, pues, que en tantos sufrimientos fuisteis siempre paciente, resignado y gozoso, a ti me encomiendo para que me enseñéis a resignarme en mis muchas penas. Tampoco me faltan fuertes pesares y pesadas cruces, y muy a menudo cansado y desalentado me quedo…, me abato…, y caigo. Ten compasión de mí, y ayúdame a llevar con resignación y gozo mis cruces, con la mirada siempre vuelta al cielo. Os tomo por protector mío, por mi maestro y mi guía aquí en la tierra, para ser vuestro compañero en la patria del Paraíso. Amén.

ORACIÓN II
Glorioso Padre nuestro San Juan de la Cruz, a quien el Señor quiso destinar para compartir con la Santa Madre Teresa los trabajos de la insigne Reforma de la Orden del Carmelo, hasta poblar a España de monasterios de descalzos que hicieron célebre vuestro nombre, y venerada vuestra memoria: yo os felicito porque os cupo tan gran dicha, así como por la felicidad de que gozáis en el cielo, en justo premio de tantas y tan grandes virtudes; y os pido, Santo Padre mío, me alcancéis de Dios un gran amor a la Sacratísima Virgen María, que fue el principal distintivo de vuestra gloriosa vida, para que, sirviéndola aquí en la tierra, pueda gozar de ella con Vos en el Cielo. Amén.

ORACIÓN III
¡Glorioso San Juan de la Cruz, verdadero modelo de inocencia y penitencia! yo os felicito por la victoria que alcanzasteis sobre vuestros enemigos y por la gloria, grandeza y poder de que gozáis. Reformador de la Orden Carmelitana, reformad mi alma, llena de miserias, haciendo que conozca lo perecedero de este mundo, para despreciarlo, y lo sólido y constante de la virtud, para amarla. Consejero intimo de Santa Teresa de Jesús, inducid mi espíritu a que constantemente busque y alegremente abrace la perfección cristiana, para que, si un día, preguntado por Dios, que es lo que quiero por mis trabajos, pueda responder, como vos respondisteis: Señor, padecer y ser despreciado por vos. Alcanzadme este santo deseo y la gracia de saberos imitar en la tierra, para después poderos acompañar en el cielo. Amén.

Hechos milagrosos de protección en la infancia

Estaba jugando Juan de Yepes con otros niños de su edad, seis años, en una laguna, cuando perdió el equilibrio y fue para el fondo. Pero poco después flotó, y al salir a la superficie vio que la Virgen le extendía su blanca mano. Él rechazó la mano de la Virgen pues le pareció purísima, y que no era digno de tocarla. Luego llegó un labrador vecino, y sacó al muchacho del agua.

Otro día, cuando ya Juan era monaguillo en el convento de la Magdalena, un amigo le dio un golpe y lo hizo caer a un pozo. Pero para sorpresa de todos, el niño flotaba, y él mismo pidió una cuerda, que ató a su cintura y con la cual fue rescatado. El dijo después que la Virgen lo sustentaba en el agua. Por segunda ocasión en su vida.

Historia de San Juan de la Cruz

Juan de Yepes Álvarez -su nombre secular- nació en Fontiveros, España, el 24 de junio de 1542.

Gracias a su condición de pobre, pudo asistir como interno​ al Colegio de los Niños de la Doctrina,​ privilegio que le obligaba a realizar ciertas contraprestaciones, como asistir en el convento, la ayuda a misa y a los oficios, el acompañamiento de entierros y la práctica de pedir limosna.​ Le daban ropa y alimento y le enseñaron a leer y a escribir. También se procuraba que los niños aprendieran un oficio, por lo que se les enviaba unas horas a trabajar a talleres de distintas clases. Por esto, Juan fue aprendiz de carpintero, de entallador y de impresor. Era poco hábil en los trabajos manuales y no era aceptado en esos talleres, pero sí lo fue en la sacristía de un convento.

Ingresó al colegio de los Jesuitas en 1559. Mientras estudiaba allí a tiempo parcial, trabajó en el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción. Gracias a los padres jesuitas logró una sólida formación en humanidades que le permitió conocer muy bien el latín y a muchos autores clásicos.

En 1563, con 21 años, Juan ingresa al convento de los padres carmelitas y adopta el nombre de fray Juan de San Matías. Gracias a sus conocimientos en latín, entró en 1564 en la Universidad de Salamanca, residiendo en el Colegio de San Andrés de los carmelitas.

En esta época leyó y asimiló la teología mística de Dionisio Areopagita, así como La consolación de la filosofía de Boecio y un tratado sobre el Cantar de los cantares atribuido a san Gregorio de Nisa. En aquel entonces, la filosofía en Salamanca seguía una línea escolástica, basándose en Aristóteles y santo Tomás de Aquino, con algo de Platón y de san Agustín de Hipona.

Cuando no estaba en clase, estaba en la mesa de su habitación estudiando libros. Pasaba parte de la noche en oración. Ayunaba asiduamente  y se negaba a participar en las conversaciones frívolas de otros compañeros.

Cierta decepción con la forma de vida carmelita en lo relativo a la contemplación lo hace considerar hacerse cartujo. Sin embargo, poco después de ser ordenado sacerdote conoce a la futura santa Teresa de Jesús. Ella, quien ya tenía referencias del fraile, lo persuade de abandonar el deseo de sumarse a los monjes cartujos involucrarse en su proyecto de “reforma carmelita”, quienes serán llamados “descalzos”.

El 28 de noviembre de 1568 se fundó el convento. Juan de Santo Matías pasó a llamarse Juan de la Cruz y fue subprior y maestro de novicios.

Se alojó en una cueva del entorno del convento, que todavía se conserva. Entonces en el convento había cuatro religiosos y diez novicios. Juan de la Cruz se centró en enseñar la oración mental continua, componente central de la vida contemplativa para Teresa, y la práctica de la adoración al Santísimo Sacramento, para lo cual el príncipe de Éboli había dejado rentas en su testamento.

Por el enfrentamiento entre carmelitas descalzos y calzados, terminó preso en duras condiciones de cautiverio, ya que se negó a renunciar a su proyecto de reformar la orden. En dicha situación pudo componer algunas de sus obras más destacadas.

En la festividad de la Virgen Asunta, al llegar la noche, la Madre de Dios se le apareció a San Juan y le pidió que fuera paciente porque pronto terminaría esta prueba. Días después la Virgen se le volvió a presentar y en una visión mística le enseñó una ventana, diciéndole: “Por ahí saldrás y yo te ayudaré”.

Tras nueve meses de estar preso, se le permitió a San Juan la posibilidad de hacer ejercicios por unos minutos. El santo aprovechó la ocasión para encontrar la ventana que le había mostrado la Virgen. En la noche logró abrir la puerta de su celda y con una cuerda que había confeccionado con sábanas y ropa se colgó por la ventana y escapó.

San Juan se puso a buen recaudo y continuó así con su obra reformadora.

El 10 de julio de 1587 el papa firmó un breve por el que reconocía a los carmelitas descalzos como congregación autónoma.122​ y se aprobaba una nueva constitución.

Fue beatificado en 1675 por Clemente X y canonizado por Benedicto XIII en 1726. Posteriormente, el 24 de agosto de 1926, Pío XI lo proclama Doctor de la Iglesia Universal.

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