“El primer sorbo de la copa de la ciencia te vuelve ateo, pero en el fondo del vaso Dios te está esperando”.
-Werner Heisenberg
Max Planck fue un físico alemán, considerado el inventor de la teoría cuántica y galardonado por ello con el Premio Nobel de Física en 1918. Max Planck estuvo relacionado durante toda su vida con universidades y centros de investigación. En 1900, Planck descubrió la constante fundamental que lleva su nombre, que es utilizada para calcular la energía de un fotón. El físico descubrió que la radiación no es emitida ni absorbida en forma continua, sino en pequeñas cantidades a las que denominó cuantos. Poco después descubrió la ley de la radiación electromagnética emitida por un cuerpo a cierta temperatura, denominada ley de Planck, que sentó una de las bases de la mecánica cuántica. El trabajo del físico alemán, que fue verificado posteriormente por otros científicos, permitió el nacimiento de un campo totalmente nuevo en la física. Para Max Planck, Dios era la única forma auténtica de encontrar una fuente de paz interior ante la incertidumbre de la vida, confiando plenamente en la voluntad divina:
«La religión representa un vínculo del hombre con Dios. Consiste en una humildad reverente ante un Poder sobrenatural al cuál la vida humana está subordinada y que tiene en su poder nuestro bienestar y nuestra miseria. (…) Permanecer en contacto permanente con este Poder y mantenerlo todo el tiempo inclinado hacia uno mismo, es el esfuerzo interminable y la meta más alta del hombre creyente, porque solamente de esa manera uno puede sentirse seguro ante los peligros esperados e inesperados, que amenazan la vida de uno, y que pueden tomar parte en la felicidad más alta -la paz psíquica interior- que sólo puede ser alcanzada por medio de la fuerte unión con Dios y confianza incondicional a Su Omnipotencia y Voluntad de ayudar.» (Max Planck, Religion und Naturwissenschaft, Leipzig: Johann Ambrosius Barth Verlag, 1958, p. 9).
Max planck explicaba que debía existir una realidad espiritual detrás del diseño inteligente que presenta la materia:
«Como físico, es decir, un hombre que había dedicado su vida entera a una ciencia totalmente prosaica, la exploración de la materia; seguro que nadie sospecharía que soy un visionario. Y así, después de haber estudiado el átomo, te aseguro que no hay materia en sí! Toda la materia surge y persiste debido solamente a una fuerza que causa que las partículas atómicas vibren, manteniéndolas juntas en el más diminuto de los sistemas solares; el átomo. Y aun así, en todo el universo no hay fuerza que [por sí misma] sea inteligente o eterna, y por lo tanto debemos asumir que detrás de esta fuerza existe una consciencia, una Mente inteligente o Espíritu; este es el origen de toda la materia. No la visible, sino la materia transitoria es la real, la verdadera, la realidad – ya que la materia ni siquiera existiría sin el espíritu – pero lo invisible, el espíritu inmortal ¡es realidad! Dado que, sin embargo, el espíritu por sí mismo no podría existir, porque todo espíritu pertenece a un ser, tenemos que aceptar convincentemente que somos seres espirituales. Dado que, sin embargo, los seres espirituales no pueden existir por sí mismos tampoco, sino que tienen que ser creados, no tengo miedo de nombrar a este Creador misterioso al igual que todas esas personas culturales de la Tierra que lo han estado haciendo durante los últimos milenios: ¡Dios! Con esto, el físico que ha ocupado de la materia se mueve desde el ámbito material al reino espiritual; y con ello nuestra tarea ha llegado a su fin, y debemos dejar nuestra investigación en manos de la filosofía. «Das Wesen der Materie [La naturaleza de la materia], discurso en Florencia, Italia (1944) (de Archiv zur Geschichte der Max -Planck-Gesellschaft, Abt. Va, Rep. 11 Planck, N º. 1797) (Citado también en Eggenstein, 1984, Parte I, véase «Materialistic Science on the Wrong Track» (‘La ciencia materialista en el rumbo equivocado’).
Para Planck ciencia y religión debían ir de la mano:
«Es la firme, constante y nunca debilitada lucha contra el escepticismo y el dogmatismo, contra la incredulidad y la superstición, a lo que la religión y la ciencia le hacen la guerra juntas. El lema que dirige esta lucha se extiende desde el pasado más remoto hasta el futuro: ¡[vayan] a Dios!» (Planck, citado en Heilbron (1986), p. 185; también en Planck, Religion und Naturwissenschaft, Leipzig: Johann Ambrosius Barth Verlag, 1958, p. 30).
«Una no excluye a la otra, sino que son complementarias y interactuantes mutuamente. El hombre necesita de la ciencia como una herramienta de percepción, y necesita la religión como una guía para la acción»(Planck, citado en Schaefer 1983, 84).
«Nunca podrá haber ninguna oposición verdadera entre la religión y la ciencia, porque la una complementa a la otra. Toda persona seria y reflexiva se da cuenta, yo pienso, de que el elemento religioso en su naturaleza debe ser reconocido y cultivado si todas las fuerzas del alma humana han de actuar en conjunto en un equilibrio perfecto y armonioso. Y, verdaderamente, no es casualidad que los grandes pensadores de todas las épocas eran almas profundamente religiosas. » («¿A dónde va la ciencia?» (1932) [en inglés: «Where Is Science Going?«], p. 168).
«Cualquieras que ha estado seriamente ocupado en el trabajo científico de cualquier tipo, se da cuenta de que sobre la entrada de las puertas del templo de la ciencia están escritas estas palabras: ‘Debes tener fe’. Es una cualidad de la que el científico no puede prescindir.» (Planck, 1932).
Si bien reconocía los límites de la ciencia para poder comprender la totalidad y sentido de la existencia:
«La ciencia no puede resolver el misterio definitivo de la naturaleza, y eso es porque, en el último análisis, nosotros mismos somos partes de la naturaleza y por lo tanto parte del misterio que estamos tratando de resolver». (Planck, 1932).
Para Planck la religiosidad era esencial al ser humano:
«El valor de la religión supera al individuo. No sólo cada hombre tiene su propia religión, más la religión requiere su validez por una comunidad, por una nación, raza, y por toda la humanidad. Puesto que Dios reina por igual en todos los países del mundo, todo el mundo con todos sus tesoros y horrores es sometido ante Él.» (Planck, Religion und Naturwissenschaft, Leipzig: Johann Ambrosius Barth Verlag, 1958, p. 9).
«Que Dios existía antes de que hubiera seres humanos en la Tierra, que Él sostiene al mundo entero, a creyentes y no creyentes, en Su mano Omnipotente para la eternidad, y que Él permanecerá entronizado en un nivel inaccesible para la comprensión humana poco después de que la Tierra y todo lo que hay en ella se haya hecho ruinas…
Aquellos que profesan esta fe y que, inspirada por ella, en veneración y confianza plena, se sienten a salvo de los peligros de la vida bajo la protección del Todopoderoso, sólo ellos puede contarse a sí mismos entre los verdaderamente religiosos.«(Planck, citado en Staguhn 1992, p. 152).
Max Planck creía en la vida después de la muerte, en «otro mundo, exaltado por encima de este, donde podemos tener un refugio en cualquier momento.» (Planck, citado en Heilbron 1986, 197).
El genio de la física cuántica del siglo XX expresó su creencia en Jesucristo y la eternidad de sus enseñanzas:
«Los teólogos clarividentes están trabajando ahora para extraer el metal eterno de las enseñanzas de Jesús y para forjarlo por todos los tiempos.» (Planck, citado en Heilbron 1986, 67; también en J. L. Heilbron (1987), The Dilemmas of an Upright Man: Max Planck As Spokesman for German Science, University of California Press, p. 67.) Original: “Farsighted theologians are now working to mine the eternal metal from the teachings of Jesus and to forge it for all time.”