Quiénes somos

Planeta Holístico es un portal de internet creado en 2005, un emprendimiento con sede en la Argentina y llegada a toda Hispanoamérica, dedicado a la difusión y comunicación alternativa, llegando a millones de personas con un mensaje de esperanza a través de la web y las redes sociales.

Con dicho objetivo, apostamos a la recuperación de tradiciones espirituales milenarias, por medio de la publicación de reflexiones, terapias de sanación natural (marketing holístico, por fuera del negocio de las grandes farmacéuticas globales), e información alternativa, dentro de un paradigma holístico que integra a las distintas dimensiones del ser humano.

Con el lema “acercando al mundo a Dios”, nos proponemos recuperar lo que los antiguos pueblos indoarios llamaron el Sanathana Dharma, el Orden Eterno, en el que se entroncaron los grandes avatares de la Humanidad, junto a la sabiduría de las principales religiones de la misma, las que fueron surgiendo en un orden histórico: primero el hinduísmo, luego el budismo, y finalmente, el cristianismo, coronando la serie de revelaciones que el amor divino desplegó en este mundo.

Planeta Holístico es un espacio espiritual que tiene el objetivo de colaborar a una restauración espiritual a nivel integral, colaborando con un cambio en nuestra sociedad occidental que en los últimos siglos ha perdido su brújula, y ha devenido en una civilización sin rumbo, de cuño materialista, hedonista, superflua, individualista, egolátrica, atea y posmoderna.

A través del rescate de la Sabiduría Primordial y la Tradición Perenne, nos planteamos ayudar a recuperar una comunidad con mayor comprensión espiritual, forjada en la compasión y el amor desinteresado, siguiendo el ideal crístico de «amarás al prójimo como a ti mismo» y el ideal platónico de acercarnos y dejarnos guiar por la sublime tríada divina de Verdad, Bondad y Belleza.

Desde un paradigma holístico entendemos que este cambio es posible a partir de asumir otra perspectiva sobre la realidad, contemplándola en su totalidad, en sus múltiples dimensiones interrelacionadas, tanto materiales como espirituales. La realidad como Principio Cosmoteándrico, al decir del sabio Raimon Panikkar: «en el cual lo divino, lo humano y lo que es terrenal son las tres dimensiones irreductibles que constituyen lo que es real. Estas tres partes no se yuxtaponen simplemente por casualidad, pero están esencialmente relacionadas y juntas constituyen el todo. Son partes porque no son el todo, pero no son piezas que pueden ser separados del conjunto».

El paradigma holístico explica que el ser humano no es solo su corporalidad material ni tampoco su mera psiquis: es cuerpo, mente y Espíritu. El paradigma crístico nos ayuda a jerarquizar dichos componentes: el cuerpo sirve a la mente y esta a su vez sirve al Espíritu.

La Modernidad, este Kali Yuga que transitamos, justamente alteró este Orden divino y natural, al invertir esa estructura sana del ser: negó al Espíritu y puso a la mente a servir a los instintos corporales. Como resultado, el ser humano se ha ido animalizando. Pero como bien enseñó Gilbert Keith Chesterton: “Quitad lo sobrenatural, y no encontraréis lo natural, sino lo antinatural“, o sea, el ser humano más que animalizarse (podemos aprender buenas actitudes de los animales, que suelen muchas veces ser compasivos y solidarios) se vuelve un ente ni humano ni animal, sino antihumano, capaz de las peores acciones, como vemos a diario, ya que por su pontencialidad superior, puede ser tanto celestial (y beneficiar a millones de seres) como demoníaco (y destruir a millones de seres). Por eso, un paradigma holístico-crístico es una necesidad para recuperar la estructura sana del ser humano, para que este vuelva a elevarse a alturas celestiales.

VISION ESPIRITUAL

“Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre”
-Mateo 12, 49-50

“Toda verdad, la diga quien la diga, viene del Espíritu Santo”
-Santo Tomás de Aquino, Super Ioannem, 1, 5, lect. 3, n. 103.

La visión holística se redescubre desde la ciencia pero estaba presente en tradiciones espirituales milenarias muy diferentes, desde la cristiandad medieval, en la que surge  nuestro Occidente, a la cosmovisión andina, pasando por el vedanta de la India y el budismo. Desde el cristianismo de Jesús de Nazareth al taoísmo chino. Entendemos que estas tradiciones espirituales nos aportan valores y miradas fundamentales para comprender la realidad en que vivimos. Dios entregó a los pueblos semillas de verdad desde tiempos remotos para que estos puedan alcanzar su trascendencia. Eso no nos lleva a caer en un relativismo, donde toda creencia da lo mismo. Pero la misericordia de Dios para todos aquellos que sinceramente buscan la verdad es inconmensurable. Quienes auténticamente buscan la verdad, finalmente llegarán al Dios verdadero. La justificación de cada noble buscador se dará por la gracia santificante de Dios, tal y como se afirmó ya en el Concilio de Trento del siglo XVI.

Aportando a la difusión de distintas prácticas de oración, meditación y de reflexiones espirituales, intentamos ayudar a superar las distintas formas del error y el sufrimiento humano.

Esto significa que lejos de plantear una espiritualidad que aísla a la persona del mundo, al estilo «New Age», de raigambre luciferina individualista («primero yo, segundo yo y después también yo»), y muchas veces también materialista (espiritualidad instrumentalizada para la mera consecución de abundancia material), como la que de hecho propone y promociona el sistema global de poder a través de sus infinitos medios de comunicación y producción simbólica-cultural, funcional a una sociedad cada día más disgregada y egoísta (sin lazos sociales), promovemos el trabajo espiritual interior y la mejora de la autoestima pero no solo para «uno mismo», sino, como nos enseña el budismo, «para el beneficio de todos los seres sintientes», para poder construir juntos un mundo mejor, de respeto al otro y a la naturaleza, más solidario y más justo para todos, desde la hermandad de todos los seres humanos y la paternidad de Dios.

Para esto es necesario no fundir todas las creencias espirituales en una ensalada religiosa global, al estilo masónico, propio de las propuestas que conducen a una “religión global” para un Gobierno Mundial (el nefasto proyecto de un Nuevo Orden Mundial), sino rescatar lo puro y sano de cada tradición espiritual milenaria, esas mismas que el actual sistema intenta dejar en el olvido.

Lo hacemos desde el respeto a las distintas creencias, entendiendo que cada pueblo y cada cultura ha realizado su propia búsqueda de Dios, nombrándole de distintas formas, conceptualizando la dimensión espiritual de maneras diferentes, pero hermanados como hijos del mismo Padre Divino, quien en su infinito amor se reveló a la humanidad bajo distintos maestros espirituales, profetas y Avatares. Si Buda buscó eliminar el sufrimiento del ser humano, Krishna y Rama restaurar la rectitud y la sabiduría, Mahoma enseñó el sometimiento del ego a Dios, Jesucristo llevó la Revelación Divina a su punto cúlmine, entregando a la Humanidad su Evangelio de Amor Desinteresado.

El reconocimiento al aporte de estas búsquedas ha sido defendido incluso desde el catolicismo más ortodoxo por el Padre Julio Meinvielle: “hay que admitir dentro de la historia la significación excepcional que tiene el siglo VI. “En ese tiempo se concentran y coinciden multitud de hechos extraordinarios. En China viven Confucio y Lao-Tse, aparecen todas las direcciones de la filosofía china, medita Mo-ti, Chuang-Tse, Lie-Tse y otros muchos. En la India surgen los Upanishads, vive Buda, se desarrollan como en China todas las posibles tendencias filosóficas, desde el escepticismo al materialismo, la sofística y el nihilismo. En el Irán enseña Zaratustra la excitante doctrina que presenta al mundo como un combate entre el bien y el mal. En Palestina aparecen los profetas, desde Elías, siguiendo por Isaías y Jeremías, hasta el Deuteroisaías. En Grecia encontramos a Homero, los filósofos Parménides, Heráclito, 10s trágicos, Tucídides, Arquímides. Todo lo que estos nombres no hacsn sino indicar se origina en estos cuantos siglos casi al mismo tiempo en China, en la India, en el Occidente, sin que supieran unos de otros”.  

Muchos de los conceptos en los que las religiones difieren pueden armonizarse en una dimensión superior si contemplamos sus aspectos arquetípicos más profundos.

Los arquetipos espirituales, tal como los entendía Carl Gustav Jung, nos dan la clave para comprender, dentro de la dimensión del inconciente colectivo, las distintas búsquedas religiosas de los pueblos desde la Antigüedad. El arquetipo de la Trinidad, efectivamente, se manifiesta en distintas culturas. En la India, Dios es 3 personas al mismo tiempo: Brahma (Creador), Vishnu (Preservador del Dharma), Shiva (Destructor de la oscuridad). Para el cristianismo, la Trinidad Divina es Padre (Creador), Hijo (Salvador), Espíritu Santo (Fuerza Divina).

Para el budismo Vajrayana, la Budeidad tiene 3 grandes expresiones, 3 “cuerpos” o 3 personas del Buda: Dharmakaya (el estado búdico puro de Iluminación, inconcebible por la mente e inmanifestado), Sambhogakaya (la forma energética sutil de gozo puro del Buda) y Nirmanakaya (el Buda encarnado). Las prácticas del budismo tibetano de transformación interior a través de la identificación con un yidam o deidad búdica, que refleja lo más puro de nuestra conciencia, reemplazando, nuestro ego ilusorio por un yo búdico iluminado, no pueden dejar de recordar aquel mandato de Jesús: “Sed por tanto perfectos, como vuestro padre que está en el cielo es perfecto” (Mateo 5:48).

Para el hinduísmo, Vishnu es la forma de Dios que encarna en la historia humana.  Por eso Krishna declara: “Siempre que la rectitud decae y aumenta la injusticia, yo me manifiesto; y para la protección de los virtuosos, la destrucción de los viciosos y el restablecimiento de la rectitud, yo encarno de era en era” (Bhagavad-gītā, capítulo IV, versos 7-8). En nuestra propia tradición cristiana, es el Hijo, el Logos (Orden y Palabra Divina), quien encarna: “El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Por eso Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6), solo a través del Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, el Verbo Encarnado, puede llegarse al Padre, la Primera Persona de la Trinidad, el Dios Creador sin forma.

Jesús, en tanto Hijo de Dios, encarnó en forma excelsa la compasión y el amor, así como también el látigo de la justicia con la que echó a los mercaderes del tiempo. Este doble juego de energías, amorosa e iracunda (dirigida a la destrucción de la ignorancia), también ha sido estudiada en el budismo y es allí la figura de Avalokiteshvara, el Buda de la Compasión, quien la encarna. Del mismo modo, la conciencia compasiva y bondadosa de nuestra amadísima Virgen María es venerada en la cosmovisión tibetana, en tanto arquetipo vivo, como la madre Tara.

Cambian las formas y los nombres que cada cultura le dio a cada aspecto y cualidad de Dios, pero un único Dios nos escucha a todos sus hijos con amor paternal.

La salvación del alma que promete Jesús no pasa por adherir a una determinada secta o tradición exclusiva. El propio Cristo dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los obedece, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21-24) ¿Y cuáles son esos mandamientos? Cuando el fariseo le pregunta a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?” (Mt 22,36), Jesús le contesta: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas (cf. Mt 22,37-40). Jesús advierte a escribas y fariseos que “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres” (cf. Mc 7,8-9). Por si todo esto fuera poco, Jesús lo repite una y otra vez en los evangelios: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (cf. Jn 13,34-35). No hay lugar entonces en las palabras de Jesús para las posturas sectarias de meros cumplidores de rituales externos y autopercibidos miembros de los pocos elegidos.

Debería añadirse a todo esto la referencia de Jesús a “ovejas de otros rediles” que aparece en el evangelio de Juan: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”. (Juan 10:16)

También nos dice el Evangelio: “En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: ‘Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos’. Pero Jesús le respondió: ‘No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor‘” (Mc. 9, 38-43).

La impermanencia (anithya, base del budismo) de todo lo que percibimos con nuestros sentidos, toda esta vida material y terrena, fue también enseñada por San Pablo. Así lo explica en su segunda carta a los corintios: “lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno” (2 Cor- 4,18).

Como dijimos, esto no significa que deban disolverse en una sola todas las distintas tradiciones religiosas milenarias, con sus prácticas específicas, sus enseñanzas específicas, etc. Al contrario. Cada creyente debería poder mostrar al mundo la grandeza de su religión por medio de su propia purificación, por ser una encarnación del amor infinito de Dios. Esa es la mejor forma de mostrar la pureza de la propia religión. No creyéndose de manera soberbia dueños de la verdad y vivir señalando los errores de los demás. Por eso Jesucristo nos llamó a ser: “La luz del mundo y la sal de la tierra”  y añadió “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt. 5:13-14). ¿Cómo ser una luz que ilumine la oscuridad de la ignorancia y la sal que conserve lo puro en esta Tierra? Poniendo en práctica el principal mandamiento de Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt 22:37-40).

Sathya Sai Baba dice: “Cuando una religión quiere ampliar su influencia, recurre a la calumnia de otras religiones y a la exageración de su propia excelencia. La ostentación y la publicidad se vuelven más importantes que la práctica y la fe. Pero Sai quiere que los devotos de cada religión cultiven la fe en la propia excelencia de su credo y que realicen su validez mediante la práctica intensa” .

Cuestiona que se use a la religión para objetivos de dominación: “El propósito de estas normas y costumbres en todos los casos fue purificar la mente e insistir en la práctica de elevadas, virtudes morales. Pero pronto esto fue ignorado y se le dio importancia al vano conformismo y a la pureza externa. El anhelo por el engrandecimiento personal y por el poder hizo que cada secta, fe o religión se volviera rígida y árida. Las religiones tratan de inculcar ideales sagrados en el corazón del hombre, pero este no permite que esos ideales broten y crezcan. Su ansia egoísta por el poder y el éxito competitivo, en la mayoría de los casos, lo ha obligado a utilizar a la religión como un instrumento de tortura y persecución. En lugar de unir a la humanidad en un esfuerzo común, se ha convertido en un sistema hermético, custodiado por el odio y el fanatismo. Así pues, cada religión es un bando armado, hundido en el autoengrandecimiento, tratando de atraer a otros hacia sus creencias y evitando las deserciones en su propio campo. A esto se debe que la religión sea condenada como la causa del caos y del conflicto. A pesar de grandes progresos en muchas otras áreas de la vida, actualmente la animosidad religiosa está exacerbaba en muchas partes del mundo. Debe enfatizarse que la religión no es el origen de esta situación. La lucha entre facciones y el odio fanático se deben al ego incontrolable, al que se le ha dado rienda suelta. La religión lucha por destruir esta perversa tendencia, por lo cual debe ser apoyada y no condenada. Lo que se debe condenar es la actitud estrecha y pervertida de odiar a aquéllos que no están de acuerdo con ustedes, o que tienen diferentes opiniones acerca de la fuerza misteriosa que anima al Universo”.

Y finalmente recuerda que en cada religión importante que alcanzó la humanidad, “Todos los fundadores y predicadores fueron personas llenas de amor y sabiduría. Su propósito y meta eran el mismo. Nadie tenía la intención de dividir, perturbar o destruir. Intentaron hacer el bien, ver lo bueno y ser buenos. Buscaron controlar las pasiones y emociones, educar los impulsos e instintos y canalizar la facultad de la razón por caminos benéficos para el individuo y la sociedad. Sabían que la mente, que es el terreno en donde nacen el deseo y el apego, la ambición y las aspiraciones, tiene que ser purificada y orientada adecuadamente”.  

VISIÓN SOBRE LA SALUD

Dentro del paradigma holístico promovemos la medicina holística, como alternativa en algunas situaciones y como complementaria en otras, comprendiendo al ser humano como una totalidad, donde el complejo cuerpo-mente-espíritu no puede ser separado para su tratamiento, ya que la salud es la relación armoniosa entre estas dimensiones, por fuera del negocio interminable de las grandes farmacéuticas globales, que nos enferman para luego «curarnos».

Por este motivo nuestro portal es también una gran agenda holística que difunde cursos, talleres y seminarios que se brindan desde distintas corrientes y que ayudan a la armonía interior de las personas, beneficiando su salud y su relación con los demás, previniendo así todo tipo de enfermedades.

Redescubrir nuestro estado natural de salud es una forma de liberarnos, mediante la prevención, del negocio perverso y los engaños de lo que tristemente se ha dado en llamar la «Farmafia», esa misma que mueve miles de millones de dólares en el mundo y que ha sido central en recientes plandemias.

Esto no implica descreer de la medicina alopática, sino poder ponerle un límite en aquellos aspectos en los que ha perdido sus orígenes hipocráticos y ayudar a recuperar una medicina basada en la naturaleza.

VISIÓN SOCIAL

Esta postura permite también llevar la mirada espiritual a la realidad social global y de nuestros pueblos, ayudando a comprender las interrelaciones complejas de los sistemas de dominación que impiden el desarrollo de nuestro potencial, ayudando a tomar conciencia de cómo funciona este mundo para poder liberarnos de la matrix que proyectan los medios masivos de comunicación en la mente humana, el lugar en el que se libran todas las batallas.

Una espiritualidad holística es aquella que lleva luz a los distintos campos de la vida concebida como un todo, sin dejar de lado ninguna de sus facetas importantes, no como un mero rejunte inconexo de las mismas, sino comprendiendo la relación necesaria de los distintos planos de existencia, relación que permanece oculta si no se la encara de esta manera.

¿Puede una espiritualidad holística quedarse en el plano individual y excluir la dimensión social de la realidad? Evidentemente no. Lejos de una espiritualidad desenraizada, la concepción holística interpreta la existencia tomando en cuenta todas sus dimensiones y actúa sobre ella buscando el bien común. No hay individuos verdaderamente libres dentro de una comunidad esclavizada.

Una espiritualidad desenraizada, que se pretenda aséptica y se autoexcluya de la realidad cotidiana y social se transforma fácilmente en un mero escapismo mental.

A nivel teórico se reduce a discusiones bizantinas sobre el sexo de los ángeles, mientras se deja que el mundo se incendie alrededor. A nivel práctico transforma a las personas en individuos insensibles centrados en su propia individualidad (nada más funcional a una sociedad basada en el consumo y en el ocultamiento de sus grandes injusticias estructurales).

A diferencia de esto, la concepción verdaderamente holística de la espiritualidad permite a la persona fomentar sus mejores cualidades interiores (con armonía cuerpo-mente-espíritu), mientras transforma la realidad en la que vive a partir de una visión multidimensional, situada históricamente y comprometida, comprendiéndonos en unidad dentro de la red de la vida.

Esta concepción integral de la espiritualidad no es nueva, está en lo profundo de nuestras tradiciones espirituales.

Jesús de Nazaret promovía el amor más puro y desinteresado mientras señalaba la hipocresía de los fariseos de su época (Mateo 23:27) y los abusos de la política (Mateo 20:25). Buda criticó el ritualismo de la casta brahmánica y generó una comunidad por fuera del sistema mismo de castas. Durante el siglo pasado Gandhi, basándose en la Biblia cristiana y el Bhagavad Gita hindú, promovió la liberación espiritual y política de su pueblo del yugo del colonialismo inglés y denunció sus iniquidades. Sathya Sai Baba a su vez iluminó las distintas enseñanzas milenarias pidiendo a cada persona que sea la mejor en su propia tradición espiritual y conformó una comunidad espiritual con salud y educación gratuita para millones de personas.

Esta comprensión de la realidad no es un mero ejercicio de índole intelectual sino que apunta necesariamente a la transformación del corazón, de la realidad interior y exterior de las personas en pos del bien común, que no es otra cosa que el Amor de Dios en esta Tierra, para que se haga realidad lo que recitamos en el Padre Nuestro: “Venga a nosotros tu Reino”.

“Es necesario, entonces, atravesar todo el moho, hasta encontrar al hombre mismo. Hombre que no será hallado mientras no se encuentre a Aquél que, siendo Dios, ha querido ser hombre para que el hombre pudiese ser Dios”, nos supo decir el padre Julio Meinvielle.

Realizamos esta tarea con amor y por amor, aportando así nuestro grano de arena a la construcción de un mundo mejor para todos.

Fausto
Fundador y director
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