Inmaculada Concepción de la Virgen María: historia, milagros y oraciones para invocar su intercesión

El Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María se celebra cada 8 de diciembre en todo el mundo conforme a la tradición católica y los preceptos del cristianismo. Los feligreses recuerdan “el designio divino de la madre de Jesús sin pecado concebida” y agradecen por las peticiones y alabanzas cumplidas a María.

Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, se contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios, en previsión del nacimiento de su Hijo, preservó a María, desde el momento de su concepción, de toda mancha o efecto del pecado original, heredado por todos los hombres desde Adán y Eva. La doctrina reafirma con la expresión «llena de gracia» (en latín: Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc 1:28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios. Las palabras en español “Llena de gracia” no hace justicia al texto griego original que es “kecharitomene” y significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con Dios. Aunque este pasaje no “prueba” la Inmaculada Concepción de María ciertamente lo sugiere.

La Santísima Madre fue redimida por su hijo, como así también lo son sus servidores, pero de manera anticipada por los méritos de la “palabra hecha carne” y elegida por Dios y de quien recibió la gracia de ser preservada del pecado original.

El catecismo explica que se celebra a la Madre de Jesús “como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo”, permaneciendo pura de todo pecado por la gracia de Dios Padre.

El primer pasaje que contiene la promesa de la redención (Genesis 3:15) menciona a la Madre del Redentor. Es el llamado Proto-evangelium, donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, la semilla de la mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Ella será exaltada a la gracia santificante que el hombre había perdido por el pecado. Solo el hecho de que María se mantuvo en estado de gracia puede explicar que continúe la enemistad entre ella y la serpiente. El Proto-evangelium, por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá un redentor. Junto a El se manifestará su obra maestra: La preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal. El Apocalipsis narra sobre la «mujer vestida de sol» (Ap 12,1).

Milagros históricos

Además de su origen religioso, en España esta festividad tiene un carácter histórico, relacionada con el Milagro del Empel -o la Batalla de Empel en Países Bajos- entre el 7 y 8 de diciembre de 1585, a raíz del cual la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios españoles y actual infantería española.

De acuerdo con la tradición, el 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla (compuesta por unos cinco mil hombres) combatía durante la Guerra de los Ochenta Años en la isla de Bommel (monte de Empel). Los españoles luchaban contra sus enemigos en condiciones muy adversas y, en ese contexto, una noche un soldado español se encontró con una imagen de la Virgen mientras cavaba una trinchera.

En dicha imagen se veía en una tabla que reflejaba la Inmaculada Concepción de María y el Ejército decidió improvisar un pequeño altar a la Virgen donde le rezaron toda la noche. A la mañana siguiente, el agua del río Mosa se había congelado gracias a un viento inusual y tremendamente frío que sopló por la noche, por lo que las tropas españolas pudieron huir. Marchando sobre el hilo, atacaron por sorpresa a sus enemigos y obtuvieron una victoria que se consideraba imposible.

Desde ese año, la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia, aunque en España se celebra desde 1644, cuando oficialmente se empezó a rememorar lo sucedido en la Batalla de Empel. En cambio, la festividad no fue declarada como tal por el Vaticano hasta 1854, cuando Pio IX a través de la carta apostólica ‘Ineffabilis Deus’ declaró el dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. “Fue España la nación que trabajó más que ninguna otra para que amaneciera el día de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María”, manifestó el 8 de diciembre de 1857 en la inauguración de un monumento a la Inmaculada en la Plaza de España, en Roma.


Pintura del artista Raúl Barboza, “Inmaculada Virgen Milagrosa” para la catedral de la Inmaculada Concepción de Pekín, China.

La tradición se materializó luego de que en 1854, estos le solicitaran al padre Pio IX que declarara un dogma hacia la Inmaculada, donde señalaba el nacimiento del hijo de Dios sin pecado concebido: “La bienaventurada Virgen María fue preservada, inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano”, explica la Constitución Apostólica del Papa Pio IX sobre el dogma de la Inmaculada.

Oraciones a la Inmaculada Concepción de la Virgen María

Oración a la Inmaculada Concepción – San Vicente Pallotti

Inmaculada Madre de Dios, Reina de los cielos, Madre de misericordia, abogada y refugio de los pecadores: he aquí que yo, iluminado y movido por las gracias que vuestra maternal benevolencia abundantemente me ha obtenido del Tesoro Divino, propongo poner mi corazón ahora y siempre en vuestras manos para que sea consagrado a Jesús.

A vos, oh Virgen santísima, lo entrego, en presencia de los nueve coros de los ángeles y de todos los santos; vos, en mi nombre, consagradlo a Jesús; y por la filial confianza que os tengo, estoy seguro de que haréis ahora y siempre que mi corazón sea enteramente de Jesús, imitando perfectamente a los santos, especialmente a San José, vuestro purísimo esposo.

Amén.


Oración a la Inmaculada Concepción – hermana Mary Ephrem

Oh madre Inmaculada, reina de nuestro país, abre nuestros corazones, nuestros hogares y nuestra tierra a la venida de Jesús, tu divino hijo.
Con él, reina sobre nosotros, oh señora celestial, tan pura y tan brillante con el resplandor de la luz de Dios brillando dentro y alrededor de ti.

Lidéranos contra los poderes del mal puesto en arrebatar el mundo de las almas, redimidos a tan gran costo por los sufrimientos de tu Hijo y de ti misma, en unión con él, de ese mismo Salvador, que nos ama con infinita caridad.

Nos reunimos en torno a ti, casta y santa madre, Virgen Inmaculada, patrona de nuestra amada Tierra, decidida a luchar bajo tu estandarte de santa pureza contra la maldad que haría de todo el mundo un abismo de maldad, sin Dios y sin tu amado maternal cuidado.

Consagramos nuestros corazones, nuestros hogares, nuestra Tierra a tu purísimo Corazón, oh gran Reina, para que el reino de tu hijo, nuestro redentor y nuestro Dios, se establezca firmemente en nosotros.

No te pedimos ningún signo especial, dulce madre, porque creemos en tu gran amor por nosotros y depositamos en ti toda nuestra confianza. Prometemos honrarlo por la fe, el amor y la pureza de nuestras vidas de acuerdo con tu deseo.

Reina, pues, sobre nosotros, Virgen Inmaculada, con tu Hijo Jesucristo.
Que su divino corazón y tu casto corazón sean siempre entronizados y glorificados entre nosotros.

Usa tus hijos de América como tus instrumentos de paz entre los hombres y naciones.
Obra tus milagros de gracia en nosotros para que seamos gloria de la Santísima Trinidad, que nos creó, redimió y santificó.

Que tu valiente esposo, San José, con los santos ángeles y santos te ayuda
y a nosotros a “renovar la faz de la tierra”.

Luego, cuando nuestro trabajo haya terminado, ven, Santa Madre Inmaculada, y como nuestra reina victoriosa, condúcenos al reino eterno, donde tu hijo reina por siempre como Rey.

Amén.

 

Oración a la Inmaculada (sugerida por el Papa Francisco)

Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo
y el amparo maternal de nuestra ciudad,
nos acogemos con confianza y amor.

Eres toda belleza, María.
En Ti no hay mancha de pecado.

Renueva en nosotros el deseo de ser santos:
que en nuestras palabras resplandezca la verdad,
que nuestras obras sean un canto a la caridad,
que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón brillen la pureza y la castidad,
que en nuestra vida se refleje el esplendor del Evangelio.

Eres toda belleza, María.
En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.

Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor:
que no seamos sordos al grito de los pobres,
que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos,
que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen indiferentes,
que amemos y respetemos siempre la vida humana.

Eres toda belleza, María.
En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios.

Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo:
que la luz de la fe ilumine nuestra vida,
que la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos,
que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón,
que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de la verdadera alegría.

Eres toda belleza, María.
Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica:
que el amor misericordioso de Dios en Jesús nos seduzca,
que la belleza divina nos salve, a nosotros, a nuestra ciudad y al mundo entero.

Amén.

 

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