Desde el año 1541, cada 22 de abril, se celebra la fiesta de Santa María Virgen, Madre de la Compañía de Jesús. Se trata de una advocación mariana que nació en el círculo de los primeros jesuitas, liderados por San Ignacio de Loyola. Esta devoción se ha extendido a toda la Iglesia, impulsada gracias a la presencia e importancia que la Compañía de Jesús tiene para la catolicidad.
El 22 de abril de 1541, los primeros jesuitas realizaron los votos solemnes -pobreza, castidad y obediencia- ante la imagen de Santa María Virgen ubicada en la basílica romana de San Pablo de Extramuros. Aquél día se selló para siempre el vínculo entre la Madre de Dios y el alma jesuítica.
El 27 de septiembre de 1540, el Papa Paulo III había aprobado la ‘fórmula’ de la Compañía de Jesús y concedido la licencia para elaborar sus Constituciones.
Tras la aprobación papal, la Compañía empezó a crecer exponencialmente. A raíz de este proceso, se hizo indispensable fortalecer la organización interna de la Orden para salir al paso de los retos que Dios les iba poniendo a los jesuitas: en muchas ciudades se les convocó para que funden colegios o se encarguen de aquellos que estaban descuidados o abandonados; por otro lado, para poder sostener el crecimiento numérico de las vocaciones se tuvieron que construir monasterios u organizar mejor aquellos que les fueron cedidos.
Entre los grandes retos que asumieron los jesuitas hay que mencionar su participación en el Concilio de Trento, clave para el movimiento de Contrarreforma.
Finalmente, algunos jesuitas empezaron a realizar viajes de misión a tierras lejanas, no cristianas, mientras otros, por su buena preparación o formación, se hicieron cargo de diversas misiones diplomáticas entre las coronas europeas y el papado.
En ese horizonte de misión inmenso, cada jesuita laboró al amparo y la guía de la Virgen, Madre de la Compañía.
Oración para la Santa María Virgen, Madre de la Compañía de Jesús
Dios omnipotente y eterno,
tú que has enviado tu Palabra al mundo
haciéndola nacer de María, la Virgen;
confírmanos como servidores de esa misma Palabra
en la Compañía de tu Hijo,
consagrada a ti delante de Santa María,
nuestra Madre.
Amén.