Desde siempre, el padre sanador Ignacio Peries tuvo la mirada puesta el dolor de los enfermos. Rápidamente, su carisma se apoderó de los fieles y hoy no tiene otra vida que la parroquia, oficiar hasta tres misas diarias, dar charlas a los jóvenes, bendiciones a los adultos y atender entre 300 y 400 personas por día que quieren sanar de algún mal físico o psíquico. Los vía crucis que organiza en su ciudad para Semana Santa han llegado a reunir a más de 300.000 personas. Sus enseñanzas conmueven los corazones y sanan la mente de las personas.
El padre prefiere el bajo perfil. Dicen que quiere alejar lo suyo de toda posibilidad de sensacionalismo. Sólo existe un libro dedicado a él. Allí está el testimonio de Amalia Pettinari, enferma de cáncer que dijo que se recuperó tras confiar en el padre. También está el de Miguel, un chico con una enfermedad terminal, según los médicos, cuyos pronósticos jamás llegaron a cumplirse. Y el de Deolinda Martínez, que tras un derrame cerebral fue bendecida por el padre y hoy sólo repite: «Gracias a Dios, y al padre Ignacio». E Ignacio comentó: «Yo no soy un sanador, sólo transmito el poder de sanación de Dios. El actúa a través de mí».
Nació el 11 de octubre de 1950 en Balangoda, Sri Lanka (ex Ceilán), y a los 29 años fue ordenado sacerdote en Gran Bretaña en la Cruzada del Espíritu Santo,
el 29 de julio de 1979.
Perteneciente a un movimiento llamado Cruzada del Espíritu Santo, del que hoy es titular en el mundo, Ignacio Peries era uno de los hijos de Mateo Kurukulasuriya, quien trabajaba en una firma británica fraccionadora de té.
Distinguieron al padre Ignacio Peries como inmigrante ilustre de la ciudad de Rosario. El sacerdote de 58 años, confesó que se siente «por completo argentino».
El padre ha oficiado misas multitudinarias en la catedral de Rosario y ni la plaza central bastó para los miles que se reunieron. Como tampoco alcanzan las palabras de los fieles que quieren agradecerle. Ignacio, mientras tanto, calla y sigue.
FRASES DEL PADRE IGNACIO:
“Jamás mires con indiferencia a un niño.”
-PadreIgnacio
“Dios nos dice a cada uno: “Te amo como sos, te acepto como sos.”
-PadreIgnacio
“Luchemos contra nuestra pereza; nos impide crecer.”
-PadreIgnacio
“A medida que la voluntad crece, uno se gobierna mejor.”
-PadreIgnacio
“En momentos difíciles, de grandes lágrimas, se puede aprender mucho.”
-PadreIgnacio
“Hay ciertos cambios que debemos hacer para poder sentirnos felices.”
-PadreIgnacio
“El sufrimiento puede abrir nuestro corazón.”
-PadreIgnacio
«Hay que levantar cabeza para vivir una vida digna.»
-PadreIgnacio
“Mantengamos viva la esperanza.”
-PadreIgnacio
“Ante la violencia respondamos con paciencia, tolerancia, silencio.”
-PadreIgnacio
“La Fe es el arma más poderosa que tenemos.”
-PadreIgnacio
“La felicidad de un ser humano depende de su conciencia.”
-PadreIgnacio
“Vivimos pensando… es increíble pero nuestra cabeza nos quita la Paz.”
-PadreIgnacio
“No permitas que el miedo a lo desconocido te paralice.”
-PadreIgnacio
“En las manos de Dios, ¡nuestro poco se transforma en abundancia!”
-PadreIgnacio
“Convivir y compartir en hermandad enriquece al hombre.”
-PadreIgnacio
“Cuanto más compartimos, más abundancia tenemos.”
-PadreIgnacio
“Que la fraternidad no se quede en el abrazo.” -PadreIgnacio
“¡Qué importante es dar libertad a quien se ama.”
-PadreIgnacio
“Amar a Dios es fácil, es cómodo. Pero amar al prójimo…¡cuesta! ¿No?”
-PadreIgnacio
«En la soledad nunca vamos a encontrar la felicidad de la vida.»
-PadreIgnacio
“Amar es darse a los demás para asegurar su felicidad.”
-PadreIgnacio
“Cada día es una prueba para nuestra fidelidad y nuestro amor.”
-PadreIgnacio
“Toda persona necesita un hombro en donde descansar.”
-PadreIgnacio
“Cuando sepamos qué ser, sabremos qué hacer.”
-PadreIgnacio
“Dios tiene una respuesta para cada una de nuestras dificultades.”
-PadreIgnacio
“Pocas palabras y hechos reales alcanzan la verdadera felicidad.”
-PadreIgnacio
“Aprender a amar es encontrar el dominio de sí mismo.”
-PadreIgnacio
“Con Cristo la vida cobra sentido.”
-PadreIgnacio
“Cuando decimos: te amo, estamos diciendo: te acepto.”
-PadreIgnacio
“Aprender a escuchar…¡qué importante!”
-PadreIgnacio
“Tanto las palabras como el silencio son poderosos.”
-PadreIgnacio
“No hay proyecto que pueda concretarse sin iniciativa, sin motivación.”
-PadreIgnacio
“Condenemos los defectos sin condenar a la persona.”
-PadreIgnacio
“Quien aprende de sus errores asciende un escalón hacia la perfección.”
-PadreIgnacio
“Las palabras pueden herir más que un arma.”
-PadreIgnacio
“Nadie es más ni menos, somos diferentes. Y esa diferencia dignifica.”
-PadreIgnacio
“Sin diálogo no hay posibilidad de construir nada.”
-PadreIgnacio
“Combatamos la maldad de nuestra sociedad con amor.”
-PadreIgnacio
“El que escucha con fe nunca se desespera.”
-PadreIgnacio
«Nunca dudes en hacer lo correcto, aunque duela en el corazón,
algún día nos dará la felicidad verdadera.»
-PadreIgnacio
«Dios nunca nos abandona y obra grandes maravillas en nosotros.»
-Padre Ignacio
“Lo que vale es lo que compartimos y disfrutamos en esta vida.”
-Padre Ignacio
«Conociendo nuestro interior encontramos la gracia de vivir la vida.»
-Padre Ignacio
ORACIONES DEL PADRE IGNACIO
A Tí. Señora del Silencio y de la Espera Serena. A Ti María que siempre estuviste dispuesta a decir Si a la voluntad de Dios; te pedimos que no dejes de interceder en favor de tus hijos para que cumplan fielmente la misión que les fué confiada en el Reino.
A Tí Virgen Madre, que concebiste primero en tu corazón y luego en tu seno virginal a Jesús, haz que nuestras almas se llenen de la Gracia del Espíritu Santo, como tu vida se llenó de su gracia.
Preséntanos a Jesús, así como lo presentaste a los pastores y a los reyes, enséñanos el camino hacia El, ayúdanos a contemplar el gran misterio de su Amor.
María Madre Misericordiosa. ruega por nosotros a Nuestro Señor Jesucristo.
¡Oh Jesús! Ven a vivir en tus siervos, en el espíritu de tu santidad, en la plenitud de tu poder, en la verdad de tus virtudes, en la perfección de tus caminos, vence al enemigo con el poder de tu espíritu para la gloria del Padre.
Jesús. hijo de María, tómame como hijo tuyo. Jesús príncipe de paz, dame tu paz. Jesús, mi redentor, sálvame. Jesús. mi único Juez. perdóname. Jesús, pan viviente del cielo, sé mi comida eterna. Concédeme que en toda necesidad llegue a Tí con confianza y humildad diciendo: ¡Ayúdame! Cuando me sienta solo y
cansado, cuando fracasen mis planes y esperanzas, cuando me sienta impaciente y me resulte difícil llevar mi cruz; cuando esté enfermo y mi cabeza y mis manos no puedan trabajar. cuando otros me fallen… En todas mis dudas y tentaciones te suplico
que tu Gracia me pueda asistir en cada momento y siempre: a pesar de mis debilidades y faltas de toda clase, Jesús ayúdame y no me abandones nunca.
Dios, Padre Nuestro que contemplas la Natividad del Señor, concede que la humildad de los pastores, la perseverancia de los reyes, la alegría de los ángeles, la fidelidad de María y la Paz del Niño Jesús, sean tu bendición para nosotros, hoy y siempre. Amén.
PEDIR POR LAS INTENCIONES PARTICULARES, EN SILENCIO REZAR UN PADRE NUESTRO, UN AVE MARÍA Y UN GLORIA.
Oración al trabajo
“Concédeme la gracia del trabajo cotidiano”
¡Oh Señor! Que quisiste que la materia estuviese sometida al trabajo del hombre, concédenos, que realizando nuestro trabajo
con espíritu cristiano, podamos practicar la mandada caridad con los hermanos y cooperar al perfeccionamiento de la creación divina.
Señor, Tú que ordenaste al hombre mantener la creación a través del sudor y el trabajo, bríndanos tu gracia para que podamos cumplir tu mandato. Danos trabajos dignos, fuerza para nuestras manos, salud para nuestros cuerpos, haznos capaces de cumplir tu mandamiento.
Derrama sobre nosotros abundancia de bendiciones para que, desde el lugar en que nos toque actuar, podamos acceder a todo aquello que nuestras familias necesitan.
¡Que nunca falte el pan en nuestras mesas! Que nuestros brazos, nuestra mente y nuestro corazón se abran al trabajo cotidiano para recibirlo en plenitud, que aprendamos a obrar con responsabilidad dentro de cada acción a la cual nos
entreguemos, que comprendamos el valor de las pequeñas cosas que nos rodean, que se acreciente nuestra esperanza y podamos encontrar las soluciones deseadas.
Padre bondadoso, que tu infinita misericordia ilumine nuestros pasos y nos conduzca por los caminos correctos para llegar a alcanzar todo aquello que pedimos con fe.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Una oración para la conciliación
Mi Dios, fuente inagotable de gozo y paz, te pido la gracia de dar, compartir y consolar. Permíteme: aliviar el dolor de una herida, levantar un espíritu caído, solucionar una discordia, ir en busca de un amigo olvidado, desechar una sospecha y reemplazarla
por confianza, animar a quien haya perdido la fe, mantener una promesa, enterrar viejos resentimientos y rencores, reducir mis demandas sobre los que me rodean, luchar por un ideal, expresar gratitud, vencer el miedo, apreciar la belleza de la naturaleza, decirle a los demás que los amo.
Señor, Espíritu de amor, esperanza eterna, te ruego que pongas, en forma constante, directa e inmediata, nuevas ideas en mi mente, para acercar a todos a la luz de Tus palabras. Bríndame nuevas perspectivas y enséñame a dirigir mi vida, con sus éxitos,
fracasos, agonías y éxtasis, hacia la caridad que no espera recompensas. Renueva mi corazón y coloca en él deseos de paz y justicia. Fortalece mi voluntad, calma mis emociones. Permite que lo que escuche de Ti, interiormente, sea la silenciosa vuelta
hacia Ti de las cinco facultades o poderes de percepción, a través de los cuales, creo verdaderamente, que haz venido a mí, una y otra vez, durante el transcurso de mi vida.
Susurra palabras al oído de mi alma, estimula los recuerdos valiosos y necesarios para hacerle frente a los momentos de desaliento. Revélame: quién eres Tú, quien soy yo y que significa mi mundo y mi vida para Ti.
Cristo, mi Sanador y mi Salvador, abandono a tus pies los recuerdos que me obsesionan, las ansiedades que me desconciertan, los miedos que me sofocan, la enfermedad que me acompaña y la frustración de todos los sufrimientos que se
entrecruzan en mi interior.
¡Oh Señor! Ayúdame a ver: tu claridad en mi confusión, tu perdón en mi debilidad, tu luz en mi ceguera, tu misericordia en mi necesidad. Consuélame con tu infinito amor, oriéntame con tu sabiduría, fortaléceme con tu poder sanador y enséñame con tu
verdad y tu vida. Amén.
Entrevista:
El padre Ignacio Peries: «Soy un instrumento de Dios»
El sacerdote, al que visitan cada año un millón de personas en su parroquia de Rosario, rompe el silencio. En la primera entrevista concedida a un medio nacional, responde sobre su mediación sanadora y la incidencia de la fe en una curación. Las claves de un fenómeno religioso. Todo en el suplemento valores religiosos.
Un millón de personas -si… ¡un millón!- pasa cada año delante del padre Ignacio Peries en su parroquia del modesto barrio Rucci de Rosario. Víctimas del dolor por una enfermedad, un impedimento físico o un desgarro familiar, católicos y no católicos confían en su mediación ante Dios que pueda hacer realidad el milagro que los libere del padecimiento. A veces deben esperar muchos meses hasta lograr que el religioso les imponga sus manos y los envuelva en un abrazo: la avalancha de pedidos obliga a dar turnos muy diferidos. Con o sin el milagro cumplido, todos se van reconfortados. ¿Quién es este hombre que llegó hace 30 años de Sri Lanka como un sacerdote más y hoy es el protagonista de un impresionante fenómeno religioso?
-¿Cómo explica este fenómeno?
-No puede explicarse. Es que no tiene sustento científico, ni humano. Uno sólo se siente instrumento de Dios. Él es el que obra. Es un don, una gracia o como se quiera decir. Lo único que sé es que doy la paz y la tranquilidad de Dios a la gente. Además, al intentar explicarlo, se puede caer en una exageración o en perder el concepto. Sólo hay que comprender que es una vivencia de fe.
-¿El sacerdote es un mediador?
-Mucha gente usa el calificativo de «cura sanador». Es un término muy complicado. Nadie sana, nadie tiene el poder de curar; quien lo tiene es el Señor. Solamente Dios me puede elegir, como a cualquier otro sacerdote o persona. A mí me dio la gracia de amar a los enfermos y estar con ellos. Esa es mi vocación. Otros pueden confesar horas y horas, otorgar el perdón de Dios, aconsejar y muchas cosas más. Cada uno recibe una misión, pero todos somos instrumentos de Dios. Una misión que nunca será de sanadores porque el que sana es Dios.
-¿Qué siente en ese momento?
-Lo que más siento es la cantidad de gente que acerqué a Dios. Algunos retornan; muchos que en nada creían -ateos, agnósticos-, terminan paladeando el amor de Dios.
-¿Algunos se curan?
-No hacemos ningún seguimiento. Lo cierto es que la curación, como el mismo Jesús lo dijo, es «tu fe te salva». La fe obra. Además, yo no busco la curación. Lo más importante es dar la paz de Dios a las personas. Al encontrarla se acercan a Él, abriéndose el camino espiritual o reencontrándolo. La curación depende de la gracia de Dios, no es obra de uno.
-Entonces, ¿a dónde apunta su intervención?
-A lo que más voy es a la conversión. La fe mueve montañas y recompensa de distintas formas. El mismo Jesús dijo: «En este pueblo no hago nada porque no encuentro la fe». Mi misión es ayudar a encontrarla. En todo caso, en la fe puede nacer la sanación.
-¿Qué busca?
-Mi misión, como Cruzada del Espíritu Santo, que es el nombre de nuestra asociación, tiene como punto central conquistar almas para Cristo. Para eso, Dios obra a su forma y dice: el Espíritu sopla donde quiere, como quiere y cuando quiere. Entonces, como discípulo, donde lo invoco dejo a Él que obre y haga según su voluntad.
-¿Con la imposición de manos comenzó apenas llegó?
-No puedo precisar el momento. Fue gradual. La imposición de manos es una cosa que todos los sacerdotes hacen desde la ordenación. En mi caso, la gente comenzó a difundir boca a boca mi imposición de manos y así fue creciendo la afluencia.
-¿Cómo define esa imposición?
-Es invocar la gracia de Dios. Ante cada persona, según su necesidad, por salud, trabajo, dolor. Jesús la enseña al decir que impongan e invoquen la paz sobre cada uno. De alguna manera, es para que la persona sienta la presencia del espíritu. Es la fuerza que recibieron los discípulos en Pentecostés y nosotros la tomamos para compartir con los demás.
-¿Cuánto tiempo lleva?
-Depende de cada caso. Dura hasta que pueda darme cuenta que está satisfecho. En total, cada jornada abarca muchas horas, llegando a l6 o 17 cada domingo.
-¿Cómo toma el hecho de que convoque a tanta gente?
-Cada día siento un compromiso muy grande, siempre a través de esa vocación que Dios me dio. Por eso, le pido que no me «agrande la cabeza» y pueda seguir compartiendo la vida como cualquier otra persona normal. Ser uno más en medio de todos para ayudar a andar y encontrar sentido a lo que hacemos. Ser yo, no otra persona, tal como me enseñaron papá y mamá. No llegarme a creer que soy importante, como si los otros no lo fueran. Cada uno lo es según el rol que le tocó cumplir. No siento nada extraño. Ni floto, ni vuelo. Soy normal, me alimento, duermo. No hay ninguna cosa rara.
-¿Cómo reacciona la gente?
-Cada uno tiene su propia experiencia. El Espíritu toca de diferente forma, según la necesidad; por eso, se lo expresa de manera distinta. Es algo que se siente muy profundamente y que moviliza. De pronto, la fe que uno lleva dentro se despierta y se pone en marcha. Esto impulsa a lograr una sanación o una comprensión muy profunda de lo que ocurre. Y que, como dije, no se puede explicar con palabras.
-¿La gente vuelve?
-Lo hace si se responde a su necesidad. Por ahí no vive ningún milagro, pero se siente escuchado, querido, amado. Yo experimento un gran amor de la gente y ese sentimiento -que es un idea y vuelta- signa el encuentro y provoca su repetición.
-¿De otros credos se acercan?
-Si. Porque no sólo vienen católicos, sino también evangélicos, judíos, mormones, budistas y de otras religiones. En los hospitales, cuando voy por las noches, muchos pastores se acercan para agradecer nuestra asistencia en nombre de los que sufren.
-¿Participan de la misa?
-Todos, unos dos mil en cada misa. Es que no hay otra posibilidad de estar conmigo. Aunque saquen turno, tienen que estar adentro. Pero no ponen objeción. Aclaro que de ninguna manera están obligados a cambiar de religión. Rezamos al mismo Dios como cada uno lo hace. Además, yo no quiero pescar en la pecera. En 30 años de bendiciones nunca se me ocurrió bautizar a nadie. Ofrecemos las bendiciones. Muchísimos rabinos vienen a charlar, pues saben como es. No estoy diciendo que no represento a la Iglesia Católica, pero tengo que ofrecer mi misión a todos, sin distinción de credo o condición religiosa.
-¿Qué dicen los vecinos de esta invasión de gente en el barrio?
-Siempre alguno se va a quejar. Es imposible hacer algo sin que haya alguna queja. A veces las razones son atendibles (el ruido, el embotellamiento). Y hasta ayudan a mejorar nuestro funcionamiento. Nunca hubo conflictos grandes, siempre hay alguna solución; además, ellos también reciben las bendiciones en la parroquia.
-¿Un sueño?
-Solamente que Dios me de la gracia de dar lo mejor y que la gente se sienta en presencia de Dios.
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