“En las circunstancias que prevalecen hoy en día, son muy pocos los que honran a su madre. Su madre los cargó en su útero durante nueve meses y los dio a luz después de pasar por muchas dificultades y penas. El olvidar tal madre es como olvidar a Dios. Es igual a olvidarse a sí mismo. La madre es su primera maestra. Es la madre que los alimenta y nutre. Es en el regazo de su madre que crecen y experimentan todo tipo de felicidad. Nadie debe olvidar el amor que recibe de su madre. Primera que nadie, su madre merece el más alto respeto”. -Sri Sathya Sai Baba, 6 de mayo de 2008.
Por Sathya Sai Baba
El regazo de la madre es la escuela de todos los hombres; es su primer templo. La madre es la riqueza primera de todo hombre. Reconocer esta verdad es obligación de todas las personas. No hay un dios más alto que la madre. El padre es el tesoro de cada cual, la madre es su dios. El hombre se empeña en toda clase de actividades para adquirir riqueza y posición, en vez de valorar riqueza y divinidad tan valiosas. El padre y la madre son inseparables, como la palabra y su significado. Todos deben amar a sus padres como personificaciones de la Divinidad. El padre y la madre pueden estar separados físicamente, pero espiritualmente son uno.
Incluso, la distinción entre hombre y mujer se refiere únicamente al cuerpo físico. El espíritu que habita en ambos es la Divinidad misma. En realidad cada ser humano puede dividirse en dos partes constituyentes: una es el cuerpo, la otra es el atma. El hambre, la sed, el sueño, el trabajo, etcétera, son cualidades derivadas del cuerpo. La verdad, la paciencia, la compasión, el amor y otras cualidades se originan en el atma. Si se ve de una forma profunda, se advertirá que el hombre no es el cuerpo, aunque se identifique con él. El cuerpo físico es algo que comparten todos los seres vivientes y se compone de los mismos cinco elementos, está sujeto a la decadencia y la muerte. Comer, dormir y reproducirse es común a todos los seres vivientes. Lo inmortal es el espíritu atma que mora dentro del hombre. Ese espíritu es divino. El hombre trabaja con empeño, de diferentes maneras, por adquirir cosas mundanas pero no hace el sacrificio necesario para realizar su Divinidad.
La mujer es crucial para cultivar las cualidades
Actualmente vemos en el mundo desorden, violencia y conflictos. El mundo es como un paciente al que afligen numerosas enfermedades. ¿Cuál es la cura para estos males? El hombre debe desechar su egoísmo, su codicia y otras malas cualidades y elevarse por encima de su naturaleza animal. Debe cultivar la caridad desinteresada para alcanzar la pureza. Mediante la pureza de corazón los hombres lograrán la unidad, la cual conducirá a la divinidad. La mansión de la vida humana debe construirse sobre estas cuatro bases.
El papel de la mujer es crucial para cultivar estas cualidades básicas. Sólo las madres dedicadas pueden ofrecer a la nación niños que se empeñen por alcanzar un gran futuro para el país. La verdad, el sacrificio y la paz son cualidades predominantes en la mujer. Las mujeres están interesadas en la pureza y el bienestar de la comunidad. Cuando murió su hijo en la guerra de Kurukshetra, Arjuna lamentó que la guerra hubiera sido en vano pues no había ya quien heredara el reino. Subhadra, por el contrario, se sentió apesadumbrada por el hecho de que la muerte de un hijo mientras los padres aún vivían anunciara la era de Kali. Recordó que en los días de Rama ninguna madre tenía que lamentar la pérdida de un hijo.
Mientras que el amor del padre se relacionaba con los deseos mundanos, el de la madre estaba relacionado con cuestiones espirituales. Lo que se necesita actualmente son madres así, con mentes amplias. Las madres buenas son más necesarias que las buenas esposas. Una buena esposa es valiosa sólo para su esposo; una buena madre es un valor nacional. Desde tiempos remotos, las escrituras hindúes han glorificado los ejemplos de grandes mujeres como Maitreyi, Sita y Savitri. Sus vidas continúan siendo una fuente de inspiración hasta ahora. No nos podemos permitir olvidarlas.
Discurso inaugural en el simposio “El papel de la mujer en el cambio social”, organizado por la asociación Reino de la Madre Sai, septiembre de 1983.