El 7 de abril, se celebra la Fiesta de la Divina Misericordia, para recordar que Cristo siempre perdona a quien se arrepiente de sus pecados.
Esta devoción reúne a millones de cristianos que expresan su amor a través del rezo de novenas, de la Coronilla de la Divina Misericordia y las procesiones. Su importancia radica en el mensaje de que Dios es Misericordioso.
La devoción a la Divina Misericordia, y la institución de un día para su celebración, tienen su origen en las revelaciones privadas de Cristo a la religiosa polaca Santa Faustina Kowalska en el pueblo de Plock, en Polonia, en 1931. Durante las apariciones, el Señor Jesús le transmitió una serie de mensajes sobre el significado de su Divina Misericordia y le encargó difundir su devoción por el mundo.
La imagen de la Divina Misericordia fue revelada por Jesús mismo
Primera imagen del Jesús de la Divina Misericordia
Esta imagen fue revelada a Santa Faustina en 1931, con Jesús mismo pidiéndole que fuera pintada. Más tarde, el Señor le explicaría su significado y las bendiciones que los fieles recibirán a través de ella.
En la mayoría de las versiones, Jesús es mostrado levantando su mano derecha en señal de bendición, y apuntando con la mano izquierda su pecho, del que fluyen dos rayos: uno rojo y otro blanco.
“El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas (…). Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos” (Diario, 299). Toda la imagen es un símbolo de la caridad, el perdón y el amor de Dios, conocida como la «Fuente de la Misericordia».
La imagen de la Divina Misericordia representa a Jesús en el momento en que se aparece a los discípulos en el Cenáculo —tras su Resurrección—, cuando se les da el poder de perdonar o retener los pecados.
Este momento está registrado en Juan 20,19-31, que es la lectura del Evangelio de este domingo.
Este pasaje incluye la aparición de Jesús al apóstol Tomás, a quien invita a tocar sus llagas. Ese evento ocurrió en el octavo día después de la Resurrección (Jn 20,26) y por ello se utiliza en la liturgia ocho días después de la Pascua.
En Jn. 20,21-23 se relata: «Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío’. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos'».
Jesús capacitó a los apóstoles (y a sus sucesores en el ministerio) con el Espíritu Santo para perdonar o retener (no perdonar) los pecados.
Debido a que están facultados con el Espíritu de Dios para hacer esto, su administración del perdón es eficaz: realmente elimina el pecado en lugar de ser sólo un símbolo de perdón.
Jesús promete regresar en gloria a juzgar al mundo en el amor, como claramente lo dice en su discurso del Reino en los capítulos 13 y 25 del Evangelio de San Mateo.
Sólo en el contexto de una revelación pública, como es enseñado por el Magisterio de la Iglesia, se puede situar las palabras de la revelación privada dada a Sor Faustina:
«Prepararás al mundo para Mi última venida». (Diario 429)
«Habla al mundo de mi Misericordia….Es señal de los últimos tiempos después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia». (Diario 848)
«Habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia». (Diario 965)
«Estoy prolongándoles el tiempo de la misericordia, pero ay de ellos si no reconocen este tiempo de Mi visita». (Diario 1160)
«Antes del Día de la justicia envío el día de la misericordia». (Diario 1588)
«Quien no quiera pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia». (Diario 1146)
Historia
La devoción como hoy es conocida, fue esparcida por medio del diario de la monja polaca, Santa Faustina Kowalska, conocida como «Apóstol de la Misericordia», donde narra las conversaciones místicas que tuvo con Jesucristo, puestas en forma de diario a petición de su confesor, el beato Michał Sopoćko, y de Jesucristo mismo. La devoción se propagó después de los desplazamientos de polacos por la Segunda guerra mundial.
Los teólogos la consideran entre los más notables místicos del Cristianismo. Su misión fue preparar al mundo para la segunda venida de Cristo. Entró a la vida religiosa en 1925 en la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia.
Después de un período de cuestionamiento oficial, esta devoción recibió un gran impulso durante el pontificado de Juan Pablo II, quien proclamó la fiesta de la Divina Misericordia, a celebrarse todos los años el primer domingo después de Pascua, el 30 de abril de 2000, al canonizar a santa Faustina.
La primera representación de la Divina Misericordia, pintada por Eugenio Kazimirowski, y ubicada en el Santuario de la Divina Misericordia en Vilna, Lituania.
En el año 2000, San Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina y durante la ceremonia señaló: “Es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de ‘Domingo de la Divina Misericordia’”. (Homilía, 30 de Abril, 2000).
Entre otras cosas, ofrece una indulgencia plenaria: “Para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice (Juan Pablo II) ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria para que los fieles reciban con más abundancia el don de la consolación del Espíritu Santo y cultiven así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonen generosamente a sus hermanos”.
Coronilla de la Divina Misericordia
La Coronilla es un conjunto de plegarias utilizadas como parte de la devoción a la Divina Misericordia. Se suele rezar a las 3:00 p.m. (el momento de la muerte de Jesús) utilizando las cuentas del Santo Rosario, pero con oraciones diferentes.
Para recitar la Coronilla de la Divina Misericordia se usa un rosario normal y se sigue esta secuencia:
1. La señal de la Cruz: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
2. Padre Nuestro
3. Ave María
4. Credo (Símbolo de los Apóstoles)
5. En cada grano mayor del Rosario, cuando normalmente se dice el Padre Nuestro, diga:
Padre Eterno,
Te ofrezco
el Cuerpo, la Sangre,
el Alma y la Divinidad
de Tu amadísimo Hijo,
Nuestro Señor Jesucristo,
como propiciación
de nuestros pecados
y los del mundo entero.
6. En cada grano menor del Rosario, cuando normalmente se dice el Ave María, diga:
Por Su dolorosa Pasión,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero.
7. Invocación: Al final de la corona, la siguiente oración se reza tres veces seguidas:
Santo Dios,
Santo Fuerte,
Santo Inmortal,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero.
8. Oración para concluir (opcional)
Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia mismos. Amén.