Transfiguración de Jesús: significado espiritual, reflexiones y enseñanzas

Cuenta el Evangelio que unas semanas antes de su Pasión, Jesús subió a un monte a meditar y orar, llevando consigo a tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan (Lc. 9, Mc. 6, Mt. 10). Mientras oraba, su cuerpo se transfiguró, revelando su Identidad Divina: sus vestidos se volvieron más blancos que la nieve, y su rostro más resplandeciente que el sol. Se aparecieron Moisés y Elías y hablaban con Jesús acerca de lo que le iba a suceder próximamente en Jerusalén.

Pedro, muy emocionado exclamó: -Señor, si te parece, hacemos aquí tres campamentos, uno para Ti, otro para Moisés y otro para Elías. Pero en seguida los envolvió una nube y se oyó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo muy amado, escúchenlo”.

En la Transfiguración se celebra un momento muy especial de la vida de Jesús: cuando mostró su gloria a tres de sus apóstoles y nos dejó un ejemplo de la gloria que nos espera en el cielo al lado de Dios.

Los personajes que hablaban con Jesús eran Moisés y Elías. Moisés fue el que recibió la Ley de Dios en el Sinaí, por lo que representa la Ley Divina. Elías, por su parte, es el padre de los profetas, quienes advirtieron una y otra vez al pueblo de Israel de sus desviaciones y pecados, pidiéndole volver a cumplir la Ley de Dios. Moisés y Elías son, por tanto, los representantes de la Ley Divina y de los profetas, que Jesús dijo que venía a cumplir y no abolir. Respectivamente, Moisés y Elías vinieron a dar testimonio de Jesús, quien es el cumplimiento de todo lo que Dios quiere de nosotros.

Ellos hablaban de la futura Pasión de Jesús en Jerusalén, porque hablar de Jesús siendo crucificado era hablar de su infinito amor, trascendiendo todo ego, mostrando a todos los hombres el camino de salvación. Por esto mismo, Jesús transfigurado significa amor y salvación.

El milagro es único entre otros que aparecen en los evangelios canónicos, en tanto el milagro le sucede a Jesús mismo. En las enseñanzas cristianas, la transfiguración es un momento crucial, y el entorno en la montaña se presenta como el punto donde la naturaleza humana se encuentra con Dios: el lugar de encuentro de lo temporal y lo eterno, con Jesús mismo como punto de conexión, actuando como puente entre el cielo y la tierra.

Enseñanzas

  • Nos enseña a seguir adelante aquí en la tierra aunque tengamos que sufrir, con la esperanza de que Él nos espera con su gloria en el Cielo y que vale la pena cualquier sufrimiento por alcanzarlo.
  • A entender que el sufrimiento, cuando se ofrece a Dios, se convierte en sacrificio y así, éste tiene el poder de salvar a las almas. Jesús sufrió y así se desprendió de su vida para salvarnos a todos los hombres.
  • A valorar la oración, ya que Jesús constantemente oraba con el Padre.
  • A entender que el Cielo es algo que hay que ganar con los detalles de la vida de todos los días.
  • A vivir el mandamiento que Él nos dejó: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.
  • Habrá un juicio final que se basará en el amor, es decir, en cuánto hayamos amado o dejado de amar a los demás.
  • Dios da su gracia a través de la oración y los sacramentos. Su gracia puede suplir todas nuestras debilidades.

Para reflexionar:

Ha dicho el papa Francisco sobre la Transfiguración: “Se revela la majestad de Dios, la belleza de Dios, pero Dios es amor y entonces los discípulos han visto con sus ojos la belleza y el esplendor del Amor divino encarnado en Cristo. Podemos preguntarnos: ¿Sabemos reconocer la luz del amor de Dios en nuestra vida? ¿Lo reconocemos con alegría y gratitud en el rostro de las personas que nos quieren?”. El Santo Padre aseguró luego que “la contemplación de las maravillas de Dios, la contemplación del rostro de Dios, del rostro del Señor, debe impulsarnos al servicio de los otros”.

Evangelio según san Mateo (17,1-9):

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de temor. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

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