VIVIR ES UN OFICIO: Algunos condimentos precisos para llevar a cabo la tarea

Vivir es arriesgarse, poner manos a la obra, fracasar una y otra vez hasta lograr objetivos, sin quedarnos en los deseos y buenas intenciones. Si vivir es el oficio de hacer la propia tarea, ésta requiere de osadía, fortaleza, resistencia, vigor, pasión. “Hay vidas que se van con el arco estirado y sin flecha alguna; vidas que han sido espera por vivir”.

Hay una línea muy delgada que es la más ancha de todas: la que divide la intención respecto del acto. La intención es como un arco estirado (más in-tensión que intención); pero hay vidas que se van con el arco estirado y sin flecha alguna; vidas que han sido espera por vivir; vidas tan “imperfectas” que no alcanzaron nunca a cargar la flecha en el arco…

El oficio del arquero es tensar el arco cargando la flecha, y errar. Errará, errará, y errará. Es su único medio de acertar. Pero se acierta haciendo, no apuntando a perpetuidad. No quiero eso para mí. Nunca lo quise. Pues el oficio del arquero es tensar el arco cargando la flecha, y errar. Errará, errará, y errará. Es su único medio de acertar. Pero se acierta haciendo, no apuntando a perpetuidad. De hecho, la palabra “oficio” creo que es muy buena: la define el diccionario como “las labores a las que se dedica una persona”, y su etimología viene de opus (obra) y facere (hacer). Hacer nuestra obra. ¿Qué otra cosa es, si no, vivir? ¿Apuntar a perpetuidad? ¿Anhelar sin intentarlo? “Quien desea y no obra, engendra peste”, decía William Blake.

 

Si vivir es el oficio de hacer la propia tarea, requerirá de condimentos precisos; rara vez puede faltar alguno de éstos:

Osadía:

La audacia es darnos cuenta de que la mayoría de nuestros temores vienen en un frasquito cuya etiqueta dice: “Irrealidad”. El resto de los miedos va en otro frasquito, y no hay que confundirlos. Su etiqueta dice, claramente: “Prudencia”. Y ése nunca antidota a la osadía, sino que la modera sabiamente…

Fortaleza ante la frustración:

Sostener la creencia de que, porque pongamos lo mejor de nosotros mismos, “todo va a salir bien” puede nacer del pensamiento mágico (como el de los niños). Ejercer el oficio de vivir precisa que practiquemos, como en el Aikido, destreza para caernos, inteligencia para golpearnos lo menos posible y dignidad para levantarnos…

Resistencia para ser, eventualmente, impopular:

Esto es, saber que si nos empeñamos en ser nosotros mismos y plantarnos en el mundo, posiblemente a muchos… ¡no les va a gustar! Es exponerse a ser criticados, evaluados, juzgados… Mi modesto antídoto (el que me digo a mí misma) es éste: “¿Y qué?” Juan Salvador Gaviota voló de todos modos, aunque a su bandada no le gustara… y eso fue lo que le hizo encontrar su destino (¡y su verdadera bandada!)

Vigor:

En la psicología del budismo, el vigor es el antídoto para la pereza (un obstáculo que con frecuencia hace que uno no desarrolle el oficio de vivir). Noto interesante que en el budismo se señalan tres tipos de pereza:

a) La pereza de no querer hacer nada: Es en la primera en que pensamos cuando mencionamos esta palabra.

b) La pereza del desaliento: ¡Sí, también es un tipo de pereza quedarse demasiado tiempo lamentando lo no logrado!

c) La pereza de estar demasiado ocupados: ¿Y esto? Sí: demasiado ocupados con lo nimio, lo intrascendente, lo que “tira para afuera”, lo que no deja nada, lo que nos sirve como excusa para escaparnos de lo que verdaderamente vale…

Pasión:

Sí, la sensibilidad abierta, latiendo ante la tarea, hallando aquello que oficie de mano para batir el tambor de adentro… Darnos la oportunidad de subrayar la belleza, de lanzar nuestra flecha hacia donde aún no hay blanco, de ser la flecha misma para, simplemente, surcar la vida vivos…

 

Fuente: Vivir es un oficio

Autora: Lic. Virginia Gawel

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