Alessandra Lucrezia Romola de Ricci -nombre de pila de Catalina- nació en Florencia el 23 de abril de 1522. Entre los seis y siete años, Catalina inició su formación en el monasterio benedictino de Monticelli, cuya abadesa era su tía, Luisa de Ricci.
Desde pequeña Catalina se mostró como una persona de gran devoción. A los doce años, en 1534, permaneció unos días con las hermanas del convento de San Vicente en Prato, localidad cercana a Florencia.
Catalina, en 1536, profesó los votos solemnes. Allí cambió el nombre de ‘Alessandra’ por el de ‘Catalina’, en honor a su santa patrona, Santa Catalina de Siena.
Los años del noviciado fueron especialmente difíciles para Catalina. Durante ese periodo se acentuaron las experiencias místicas, a veces en el tiempo regular de oración, a veces durante las horas del servicio doméstico.
La mayoría de mujeres que vivía con ella creían que Catalina andaba de manera descuidada y que se quedaba dormida en el coro, cuando en realidad la santa podía estar en éxtasis. Gracias a Dios, su sencillez y dedicación a la oración contribuyeron a que la jovencita persevere en su lucha diaria y a que sus hermanas la comprendan mejor.
Para cuando cumplió los 30 años, Catalina ya se desempeñaba como superiora de la comunidad, cargo que ocuparía hasta el final de sus días.
Esta etapa estuvo marcada por las visiones y los encuentros místicos. Según su propio testimonio, Catalina cargó en sus brazos a Jesús Niño, que se le aparecía con frecuencia para recibir sus cuidados. En otras oportunidades, Jesús se le presentaba como adulto y permitía que ella lo acompañara en distintos momentos de su Pasión. A Catalina también le fue revelado el dolor que sintió la Virgen María mientras Jesús, su Hijo, agonizaba en la cruz.
Dios le concedió estas gracias extraordinarias a las santa para provecho de su alma y de quienes, a través suyo, también querían conocer y amar más a Cristo.
El anhelo profundo por unirse místicamente al misterio de la Pasión del Señor hizo que Catalina sangrara espontáneamente y recibiera los estigmas. En momentos de oración profunda aparecía en uno de sus dedos un anillo de coral, como signo de su matrimonio espiritual con Cristo.
San Felipe Neri, que mantuvo correspondencia con la santa por años, dio testimonio de que ella se le había aparecido, cuando a ambos los separaban miles de kilómetros.
Santa Catalina falleció el 2 de febrero de 1590, a la edad de 68 años.
Oración a Santa Catalina de Siena
Señor Dios todopoderoso,
que nos has revelado que el amor de Dios
y al prójimo es el compendio de toda tu ley,
imitando la caridad de Santa Catalina de Ricci,
podamos estar entre los elegidos de tu Reino.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén