
Los santos comparten el triunfo y la gloria de Cristo para toda la eternidad, en virtud a haber cooperado con la Gracia del “Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Tim 1, 14), poniendo todo empeño en seguir de cerca al Maestro.
No olvidemos nunca que ¡estamos llamados a ser santos! Y que debemos recordar y agradecer la vida de tantos hombres y mujeres que lo dieron todo por amor a Jesús. Sus vidas no estuvieron exentas de dificultades, pero haber amado a Cristo honestamente, les valió la paz en medio de la dificultad o el dolor y la alegría en medio de la comunidad de hermanos que es la Iglesia.
Solemnidad de Todos los Santos compite, en distintos ámbitos de la cultura, contra la “noche de Brujas” (Halloween) y su espíritu comercial y profano. Por eso, es necesario que no perdamos de vista aquello a lo que estamos llamados como cristianos: a vivir la santidad y realizar todo bien que provenga de Dios.
La Solemnidad de Todos los Santos tiene sus orígenes en el siglo IV, cuando el número de mártires de la Iglesia llegó a ser tal que era imposible destinar cada día del año para recordar a cada uno de manera independiente. Entonces, la Iglesia optó por hacer una celebración conjunta para honrar a todos los que habían alcanzado el cielo, en un solo día, una vez al año.
Cuando el 13 de mayo de 610, el Papa Bonifacio IV (p. 608-615) dedicó el Panteón romano (donde antaño se daba culto a los dioses) al culto cristiano, consagró el “nuevo” templo a la Bienaventurada Madre de Dios (Santa María la Rotonda) y a todos los mártires. A partir de entonces, la celebración de Todos los Santos quedó fijada en esa fecha y así permanecería por muchos años, hasta que el Papa Gregorio IV (p. 827-844), en el siglo IX, trasladó la celebración al primer día del mes de noviembre. Es muy probable que la decisión del Papa Gregorio haya respondido al deseo de contrarrestar la fiesta pagana del “Samhain” o año nuevo celta, que se celebraba la noche del 31 de octubre.
«Lo que Dios desea más que nada para cada uno de vosotros es que os convirtáis en santos. Él os ama mucho más de lo que podéis imaginar y quiere lo mejor para vosotros», dijo el papa Benedicto XVI.
Oración a todos los santos
Tenemos una gran cantidad de personas que están en el cielo a las que podemos acudir para que nos ayuden a nosotros también a llegar ahí para disfrutar con ellos de Dios para siempre. Dirígete a ellas con esta oración:
Padres espirituales a los que debemos nuestra fe,
y vivisteis como Jesús, hace más o menos tiempo,
a Él que venció a la muerte
pedidle por nosotros.
Profetas que descifrasteis los signos de los tiempos
y nos mostrasteis cómo Dios va actuando,
a quien es la luz que ilumina la oscuridad
pedidle por nosotros.
Almas puras, santos inocentes
que cantáis a Dios junto a los ángeles,
al que llamó a los niños a su lado
pedidle por nosotros.
Apóstoles que llevasteis a la Iglesia
una base sólida sobre la que levantarse,
a quien es la Verdad
pedidle por nosotros.
Mártires que llegasteis a la vida eterna
desde la arena del circo, playas, iglesias y calles,
a quien os dio fuerza en los ataques
pedidle por nosotros.
Vírgenes parecidas a las flores
que llevasteis la pureza al mundo
a quien es fuente de vida y belleza
pedidle por nosotros.
Monjes que en la lucha de la vida
pedisteis paz en el silencio
al que es la calma en las tormentas
pedidle por nosotros.
Doctores que nos dejasteis
tesoros de sabiduría y virtud
a aquel de quien procede toda ciencia
pedidle por nosotros.
Ovejas del rebaño de Cristo,
santas y santos todos,
pedidle que perdone nuestras culpas
a Aquel que vive y reina entre vosotros.