San José, el padre adoptivo de Jesús, es el mejor guía e inspiración para muchos hombres. A aquel humilde carpintero, san José, le fue confiada una tarea importantísima por parte de Dios: custodiar los corazones de María, su esposa y de su hijo, Jesús. Él, en respuesta, ejerció su labor de padre de la mejor manera hasta el final.
Por definición entendemos que padre es aquel hombre que tiene ciertas cualidades que lo hacen merecedor de ese título, como lo son su carácter protector y el afecto hacia sus hijos.
Sin embargo, yendo más a fondo, comprendemos que un padre es más que esas cualidades; es aquel que busca dar lo mejor de sí por su familia, que con su esfuerzo diario le da bienestar a sus hijos y todo por un sencillo motivo que los mueve a sacrificarlo todo: el amor.
Sin duda, hoy más que nunca, merece la pena resaltar su ejemplo de paternidad santa, respetuosa y bien enfocada.
Este amor es, sin duda, incondicional e interminable, por lo que san José se mantuvo siempre firme a su misión, no como una obligación impuesta por Dios, sino más bien por amor.
La pregunta que muchos se hacen es: ¿Cómo imitar a este humilde, pero virtuoso carpintero que es un padre por excelencia? Estas son las virtudes que le ayudaron a ser el padre espiritual para toda la humanidad.
El padre Albino Navarro escribió en su libro San José Ministro de Silencio que «san José fue llamado por Dios para ser ministro de la salvación; su paternidad se expresó al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación».
Por lo que, en cada padre, debe haber un espíritu de servicio y entrega hacia sus hijos.
A este santo varón no se le reveló su importante misión sino hasta que fuera el tiempo oportuno. Sin embargo, José se preparó para ser padre desde antes y sin saber que le sería confiada la paternidad del Rey de Reyes.
Estos dichosos sucesos nos permiten ver tan solo una parte del gran impacto que este hombre santo tiene en la juventud, en los novios, y en los esposos.