Delfines y Ballenas: conocé su sorprendente inteligencia, belleza y espiritualidad

Delfines y ballenas son seres muy especiales. Sorprenden por su inteligencia, solidaridad y formas de expresividad con bellos cantos. ¿Cultivan también estos seres una forma específica de espiritualidad? ¿Es su cerebro en algunos aspectos superior al de los seres humanos? ¿Qué tipo de conciencia tienen? ¿Pueden percibir sentimientos de los demás seres? ¿Hacen música con sus cantos? ¿Qué han descubierto la ciencia y la espiritualidad? Enterate en esta nota.

Los Delfines y su sorprendente Inteligencia

Habitan relativamente cerca de las costas y a menudo interactúan con el ser humano. Como otros cetáceos, los delfines utilizan los sonidos, la danza y el salto para comunicarse, orientarse y alcanzar sus presas; también poseen un sexto sentido de ecolocalización, emiten sonidos en su entorno e interpretan los ecos que generan los objetos a su alrededor.

Su cerebro es grande, con la corteza cerebral bastante desarrollada. Los delfines son a menudo considerado como uno de los animales más inteligentes de la Tierra. La comparación de inteligencia entre diferentes especies es complicada, debido entre otras cosas, por las diferencias en el aparato sensorial, los modos de respuesta, y la naturaleza de la cognición. Sin embargo, el comportamiento de los delfines se ha estudiado extensamente, tanto en cautividad como en la naturaleza.

Los delfines son animales sociales que viven en grupos familiares. En lugares con una gran abundancia de alimentos, estos grupos pueden exceder los 1.000 individuos.

Los delfines pueden establecer fuertes lazos sociales, donde incluso algunos individuos heridos o enfermos son cuidados por otros, incluso ayudando a respirar al llevarlos a la superficie si fuese necesario.

Los delfines muestran desarrollo de cultura, algo que por mucho tiempo se creyó que único para el ser humano (y posiblemente de otras especies de primates). En mayo de 2005, se descubrieron en Australia delfines del Indo-Pacífico que enseñaban a sus crías a usar las herramientas, cubriendo sus hocicos con esponjas para protegerlos mientras se alimentan. Este conocimiento es traspasado por las madres a sus hijas, a diferencia de los primates, donde el conocimiento es generalmente transmitido a ambos sexos.

Vocalizaciones
Los delfines son capaces de realizar una amplia gama de sonidos utilizando sacos aéreos nasal situados justo debajo del espiráculo. Existen tres categorías de sonidos:

-Silbidos de frecuencia modulada.
-Ráfagas de impulsos sonidos.
-Clics (utilizados para la ecolocalización).

Ecolocalización

La ecolocalización supone la emisión por parte de los delfines de una amplia gama de sonidos en forma de breves ráfagas de impulsos sonoros llamados «clics» y la obtención de información sobre el entorno mediante el análisis de los ecos que reciben de regreso. Esta capacidad de utilizar una completa gama de emisiones sonoras tanto de alta como de baja frecuencia, combinada con una audición direccional muy sensible, facilita una ecolocalización extremadamente precisa y otorga a estos animales un sistema sensorial único en el mar.

Amenazas humanas
La contaminación ambiental de los océanos, mares y ríos es una preocupación. Pesticidas, metales pesados, plásticos y otros contaminantes industriales y agrícolas que no se desintegran rápidamente en el medio, pueden causar la reducción de poblaciones de delfines, y causar la acumulación de tejido de altos niveles de contaminantes. Lesiones o muertes causadas por las colisiones con embarcaciones, especialmente de sus hélices, también son comunes. Diversos métodos de pesca, sobre todo la pesca de arrastre del atún causa la muerte a delfines que queden atrapados en las redes. En algunas partes del mundo, tales como Taiji en Japón y las Islas Feroe, los delfines se han considerado tradicionalmente como alimento.

Los delfines frente al espejo.
Según los científicos, pueden reconocerse a sí mismos.

Con cerebros que siguen en tamaño a los de los seres humanos, memorias deslumbrantes, sistemas de sonar más exactos que los de cualquier nave y complejas estructuras sociales, los delfines suelen ser considerados los genios de los mares.

Astutos, buenos imitadores y veloces para aprender, los delfines poseen una misteriosa habilidad para confundir a los investigadores, afirman aquellos que los han estudiado tanto en cautiverio como en libertad, aunque en las últimas décadas los científicos han realizado progresos en el descubrimiento de las complejidades de la vida social y la mente de los delfines, y han comenzado a crear un retrato más detallado de estos notables animales.

Ahora, dos nuevos estudios realizados independientemente muestran que los delfines son capaces de reconocerse a sí mismos en los espejos -lo que es considerado un signo de autoconocimiento- y de entender espontáneamente los pensamientos de otros individuos, en este caso, de seres humanos.

Ambos equipos de investigadores afirman que sus trabajos brindan sustento a la visión de que los delfines pueden desarrollar algún tipo de noción sobre ellos mismos y sobre otros como individuos, habilidades frecuentemente asociadas exclusivamente con los seres humanos y los grandes primates.

Estos estudios, aun cuando pueden ser objeto de intenso escrutinio y crítica, como lo es toda investigación en el campo de las habilidades cognitivas animales, expanden el debate en torno de la inteligencia y la conciencia animal, afirmaron otros investigadores.

Es el delfín nariz de botella el que se ha convertido en el primer no primate en pasar el test del espejo de autorreconocimiento, informaron la doctora Diana Reiss, de los Laboratorios Osborne de Ciencias Marinas del Acuario de Nueva York, en Brooklyn, Estados Unidos, y la doctora Lori Marino, una especialista en neurociencias y biología del comportamiento de la Universidad de Emory.

El test de la marca

Desde hace mucho tiempo, los científicos saben que los niños comienzan a reconocerse a ellos mismos en los espejos entre los 18 y los 24 meses. El autorreconocimiento en el espejo, afirman muchos investigadores, usualmente marca el comienzo del autoconocimiento, la introspección y la capacidad de percibir los estados mentales de los otros.

En 1970, el doctor Gordon G. Gallup Jr., profesor de psicología de la Universidad Estatal de Nueva York en Albany, Estados Unidos, desarrolló el test de la marca para determinar cuándo los animales son capaces de reconocerse a sí mismos en el espejo. Si los sujetos del test marcados con una tintura se acercan al espejo y examinan la marca, esto sugiere que exhiben cierto autorreconocimiento.

Al ser confrontados con un espejo, muchos animales lo ignoran o responden con agresividad, como si fuera otro animal, explicó la doctora Reiss. Después de familiarizarse con el espejo, algunos animales -entre ellos, los monos, los simios menores, los elefantes y los loros grises africanos- comienzan a utilizarlo como una herramienta para esconder objetos pero no para examinarse a sí mismos.

Estudios previos han sugerido que los delfines reconocen su propia imagen, pero los resultados nunca fueron considerados concluyentes.

Hasta ahora, sólo los chimpancés, los orangutanes y los gorilas han empleado espejos para investigar su propio cuerpo y han pasado el test de la marca, según los investigadores.

Para la doctora Reiss, los nuevos hallazgos «abren la discusión sobre la evolución del cerebro, porque los de los primates y los delfines han evolucionado mucho en líneas diferentes por más de 60 millones de años».

Los cerebros de los delfines carecen de un lóbulo frontal, similar al de los primates, dijo la doctora Marino. El neocórtex de los delfines y de otros cetáceos está organizado de modo diferente al de los primates, agregó, sugiriendo que esos cerebros «llegaron al mismo estadio cognitivo» a pesar de haber evolucionado por otros caminos. Este fenómeno se denomina evolución convergente.

Los nuevos estudios comenzaron en 1998 en el Acuario de Nueva York con dos delfines nariz de botella criados en cautiverio. Los investigadores primero fingieron una marca en el animal, usando un marcador lleno de agua en lugar de tinta. Después de varias repeticiones, marcaron al delfín con círculos y triángulos. Finalmente, fingieron marcarlo una vez más.

Se marcó cada animal con agua o con tinta un total de 16 veces. En sus pruebas individuales (todas grabadas en video), cada delfín se zambullía directamente hacia el espejo para investigar la parte del cuerpo en la que había sido marcado, muchas veces girando y dando vueltas para exponer ante el espejo la parte marcada.

Los investigadores han encendido el debate entre los científicos, no sólo porque hay quienes disienten con la interpretación o el significado mismo del test del espejo. Mientras que algunos investigadores expresan escepticismo, otros alaban los trabajos por contribuir con creciente evidencia que sugiere que otros animales poseen autoconciencia y complejas habilidades cognitivas.

El doctor Gallup calificó los resultados como «la más sugestiva evidencia hasta la fecha» sobre el autorreconocimiento de los delfines en el espejo, pero «no definitiva» porque no está del todo seguro de si los animales no interpretaron que lo que vieron en el espejo era otro delfín.

Otra reciente investigación con delfines ha revelado que estos animales son capaces de «interpretar la dirección de la mirada y el acto de señalar de los humanos sin entrenamiento previo», signos que para algunos expertos significan que pueden interpretar pensamientos e intenciones de otros animales.

¿Son inteligentes los delfines?

Muchos cetáceos tienen cerebros relativamente grandes y complejos pero ¿son por ello inteligentes?. Incluso en los seres humanos «inteligencia» es un término muy confuso. Se la suele relacionar con la capacidad de aprender, de conocer y de analizar utilizando la razón y el juicio. Para contestar esta pregunta no sólo se han analizado pruebas de comportamiento sino las estructuras del sistema nervioso. La simple comparación del cerebro de un delfín y un humano nos hace entrar en la sospecha del elevado nivel intelectual del cetáceo. No sólo el cerebro de éste es superior, en proporción al tamaño corporal, que el del hombre sino que también presenta una mayor complejidad. Así el córtex, capa cerebral donde residen las más altas facultades intelectuales, parece ser más extenso y con mayor complicación de circunvalaciones, siendo su número al menos el doble. Además el número de neuronas es al menos un cincuenta por ciento mayor en el delfín. Algunos especialistas opinan que estos animales podrían poseer un intelecto mayor al del humano pero definitivamente distinto.

Por otro lado es muy conocida la gran capacidad de aprender de los delfines, ellos enseñan a sus crías a obtener alimento y a defenderse de los predadores. Incluso, los delfines en cautiverio pueden enseñar a otros los «trucos» aprendidos durante su entrenamiento que no son otra cosa que un medio para obtener comida. Tal vez el error consista en que estamos analizando a los delfines en busca de una «inteligencia humana», una inteligencia capaz de adaptar el entorno en que vivimos en base a nuestras necesidades (por ejemplo convertir una piedra en una casa) y nos cuesta entender a un animal que se adapta al medio en que vive sin cambiarlo en su provecho pero aprovechándolo plenamente. En este campo podríamos decir que los delfines han demostrado mayor inteligencia que los seres humanos. Sin embargo suele sorprendernos el saber que los delfines son incapaces de escapar de una red para lo que sólo necesitarían un simple salto.

Los polinesios dicen que los delfines son la «memoria del mar», si es así ¿por qué se siguen acercando a nosotros? ¿por qué buscan nuestro contacto después de tanta matanza? Quienes estuvimos alguna vez en el agua con un grupo de delfines y los escuchamos comunicarse entre ellos, girar a nuestro alrededor y volver a comunicarse, tuvimos la sensación de estar siendo observados en lugar de ser «el observador». Sin duda quedan muchas preguntas por contestar sobre un amigo muy frecuentado pero poco conocido. Tal vez algún día nos sorprenda saber que los delfines saben algo que nosotros aún no sabemos. Tal vez sea hora de comenzar a aprender.

Habilidades de los Delfines

Inicialmente los delfines eran una especie terrestre, con el paso de los años se fueron introduciendo en el mar, se cree que en busca de alimento. Poco a poco fueron adaptándose al medio acuático y desapareciendo sus extremidades, pelo, etc y transformándolos en aletas y un cuerpo aerodinámico que favorece la navegación.

Los delfines son sumamente inteligentes, de hecho, su cerebro es muy similar al del hombre y, en determinados aspectos, superior.

Los delfines mulares asocian un determinado gesto o sonido con un objeto concreto, rápidamente adquieren un vocabulario de verbos (tocar, buscar… ), después los asocian unos con los otros: toca pelota. Memorizan nociones adverbiales: encima, abajo, detrás, delante, arriba, a la derecha, a la izquierda, dentro, fuera. Por último, saben construir frases que tienen hasta cinco elementos.

Los delfines mulares dominan el sentido de las palabras, la semántica, disponen de un vocabulario de varias decenas de términos; dominan la construcción de las frases, la sintaxis, tienen acceso al símbolo, una forma de lógica, de abstracción. No solo pueden decir si un objeto se encuentra en la piscina sino que también si no está, lo cual supone un grado superior de representación mental, y tienen memoria después de seis meses.

Hay pruebas que demuestran que muchos organismos tienen la facultad de recibir información sensorial de la cabeza magnético de la Tierra para orientarse. Hay zonas de su cerebro que contienen cristal de óxido de hierro, gracias a los cuales dispone de una especie de aguja imantada interna. La cabeza magnética terrestre les orienta en sus largos viajes. Para ellos, las anomalías geomagnéticas constituyen puntos de referencia que han de memorizar. Las variaciones aleatorias de este campo, provocadas, pueden desorientarlos.

Estos animales pueden ubicar, por sonido, objetos del tamaño de una pelota de tenis a 120 metros de distancia y encontrar objetos a poca distancia del tamaño de un perdigón de escopeta. Esta increíble capacidad se debe a que el cerebro del delfín emite unas 700 señales sonoras por segundo, mientras que el cerebro humano tiene una capacidad analítica de sólo 20 o 30 señales por segundo. Es por eso que al bucear con delfines el oído humano capta una serie de chasquidos y clics que en su conjunto suenan como una bisagra oxidada.

Sin embargo, el delfín puede distinguir las pequeñas variaciones de la señal obteniendo datos muy importantes para el animal. Un delfín puede distinguir entre un plato de cobre y otro de aluminio aunque estén pintados del mismo color y puede distinguir entre un tubo hueco de uno sólido.

El delfín es capaz de emitir hasta seis tipos de sonidos para comunicarse. El silbido, el click o pulso y el batir de la mandíbula son los más comunes. Cada ejemplar tiene un registro de voz que le hace diferente a todos (como su DNI) aunque los demás pueden emitir ese mismo registro. Se han demostrado verdaderas conversaciones entre ellos. También hacen mucho uso del lenguaje corporal, les gusta mucho las caricias, sobre todo en el pico. Las hembras acarician a sus crías con las aletas pectorales y es frecuente verlos rozarse entre ellos, o con rocas.

Muchas veces se ha observado delfines nadando al lado de los barcos, esto no es porque les gusten las personas que hay en el barco, es simplemente porque se divierten siguiendo la corriente del barco. Es una especie a la que le encanta jugar, incluso crean sus propios juguetes, se sumergen y bufan un anillo de aire precioso a través del espiráculo. Parece como un anillo hecho de aire. Les gusta nadar a través de ellos o intentan bajarlos o simplemente mirarlos para divertirse. El simple hecho de nadar, jugar con las olas y las corrientes, es divertido para ellos.

En resumidas cuentas, el delfín es una especie apasionante de la que nos queda mucho por aprender.

Las Ballenas y su Inteligencia.

El lenguaje de las ballenas, por Sandra Brown.

Ocultas a los ojos del hombre, en las profundidades del océano, las ballenas han dado origen a través de los siglos a numerosas y fantásticas leyendas. Quién sabe si los seductores cantos de las míticas sirenas no eran en realidad las interpretaciones musicales de las ballenas.

Sus enormes dimensiones, su misteriosa existencia y sus fantasmagóricos lamentos infundieron temor y respeto a las gentes del mar en épocas pasadas. Hoy son las protagonistas de una de las mayores masacres que ha llevado a cabo el hombre. El daño físico que se les está haciendo es obvio, pero ignoramos el efecto que estamos provocando en su cultura nacida de su privilegiada inteligencia.

Entre los pescadores de las costas de Gran Bretaña, la gran ballena blanca es conocida por el apodo de Canario de Mar. Sus melodías son es cuchadas con gran claridad, sobre todo durante las interminables horas de espesa niebla en que el sonido se propaga mejor. A miles de kilómetros de distancia, las ballenas jorobadas (o corcovadas) se suman a este inusitado concierto submarino, aportando sus propios cantos, distintos a los de aquéllas, pero idénticos a los de su grupo. ¿Son estos sonidos la expresión física de un tipo de lenguaje, de una comunicación mental entre estos cetáceos?

Por ahora todo son preguntas respecto al talento musical y al lenguaje de las ballenas, no se sabe cómo emiten los sonidos ni su significado biológico. Sin embargo, existen unas determinadas constantes en estos seres acuáticos, lo que ha propiciado la aparición de hipótesis fantásticas entre los amantes de la ciencia. Por ejemplo, todas las ballenas de una misma población cantan la misma canción, pese a que de un año a otro ésta sufre sutiles alteraciones. Incluso durante una velada musical se suceden verdaderas improvisaciones.

En todas las especies el período abarca únicamente la época de celo, que dura aproximadamente unos cuatro meses. A éste le sigue un periodo de silencio casi absoluto, que coincide con las largas migraciones que realizan las ballenas. La creencia inicial de que sólo los machos cantaban, unido al hecho de que la época musical coincidiera con la de apareamiento en aguas templadas, hizo pensar que los cantos estaban destinados a seducir a las hembras. Sin embargo, más tarde se comprobó que también las hembras entonaban apaciblemente lo que pudieran ser nanas cuando amamantaban a sus ballenatos.

Los resultados de los espectogramas realizados por los científicos dedicados a investigar el comportamiento de las ballenas no tienen parangón con los del resto de los animales. Estos espectogramas demuestran que los cantos, pese a ser repetitivos, evolucionan de una semana a otra, a medida que se van haciendo nuevas improvisaciones. Ningún otro animal —excepto el hombre— tiene un comportamiento musical tan complejo e inventivo, que varíe además con el tiempo. Cada resultado musical refleja una parte innata y otra adquirida; es decir, las ballenas poseen unas ciertas reglas fijas de composición sonora junto a un talento que demuestra verdadera imaginación.

Los cantos evolucionan pues de un año a otro. Sin embargo, la teoría de que en el intervalo de silencio las ballenas se olvidan de ellos y cuando vuelven a sus áreas de reproducción reinventan otros nuevos a partir de su memoria colectiva se está derrumbando. El registro realizado a lo largo de varios años ha demostrado que las ballenas no los olvidan durante las migraciones, sino que retoman los mismos que dejaban en la estación anterior. Así pues, los cambios no se producen en la época silenciosa, sino en la musical, lo que significa que no son producto del azar o del olvido. Por el contrario, se van depurando, se eliminan frases irregulares y adquieren mejor organización, resultando cada vez más coherentes y concisos.

Las ballenas emiten chillidos a frecuencias muy bajas pero el término de canción no deja de tener sentido, ya que su resultado sonoro denota secuencias de sonidos regulares. Se ha descubierto que cada canto está formado generalmente por seis temas diferentes; cada tema contiene varias frases y cada frase posee de dos a cinco sonidos distintos. En cada interpretación los sonidos se suceden siempre en el mismo orden, de modo que si se abandona un tema, la secuencia de los que se conservan no varía. Otro hecho significativo es que aunque los temas difieren de un grupo a otro y dentro del mismo grupo, de un canto a otro aparece una estructura de base y un orden generalizado para todas las ballenas, incluso estando en distintos océanos e independientemente de que tengan o no contacto entre ellas.

Pero si las ballenas no tienen cuerdas vocales, ¿cómo emiten los sonidos? Parece ser que el mecanismo procede de un desconcertante retículo de válvulas, tubos y sacos situado en la zona nasal; este órgano también está implicado en los procesos de buceo y flotación. Se ha descubierto que la producción de su melodiosa secuencia de chasquidos no requiere aire, ya que durante sus conciertos no se aprecia ninguna burbuja. Éstos tienen lugar a varios metros de profundidad durante bastantes horas consecutivas, y cuando tienen que subir a la superficie para respirar no los interrumpen aunque debido a la perturbación de las condiciones acústicas quede ensordecido. Y lo que es más curioso, respiran una vez por canto y siempre durante el mismo tema.

Algunos investigadores opinan que a tenor de su vida apacible, las ballenas tendrían un cerebro contemplativo, de manera que la mayoría de sus actividades serían Iúdicas. Sin embargo, a otros especialistas no les convence el canto como motivo de placer, y ven en estas melodías una verdadera estructura lingüística, hasta el momento sin descifrar. Esta idea viene apoyada en parte por la existencia de otro sistema de comunicación altamente sofisticado. Se trata de una versión acuática del mecanismo de radar ultrasónico (sonar, en este caso) que posee la curiosa familia de mamíferos voladores de los murciélagos. Mediante este sistema de rastreo por eco, las ballenas detectan el entorno y se ven dotadas de un finísimo oído.

Se ha sugerido también que los casos de «suicidios colectivos» que en ocasiones protagonizan las ballenas al dejarse embarrancar en las playas (suceso que ocurre igualmente entre otros cetáceos) pueden deberse a un mal funcionamiento de este radar submarino en bahías de estructura peculiar, todo combinado con el alto grado de sociabilidad, fidelidad y camaradería que manifiestan estos cetáceos entre si o de todo el grupo hacia alguna ballena moribunda.

Es posible que las sociedades de ballenas sean mucho más complejas y evolucionadas de lo que nos imaginamos: poseen una gran memoria, se comunican a grandes distancias y con métodos muy sofisticados, sus relaciones mutuas —y con los humanos si se les permite— están muy desarrolladas, son seres muy sensibles con un amplio espectro de emociones y con diferencias evidentes entre cada personalidad individual, tienen un fuerte instinto materno y de ayuda mutua, y, lo que es más significativo, presentan una inteligencia peculiar y superior a la del resto de los animales, excepto sus parientes los delfines.

«Parece que nos estamos enfrentando a un hecho sumamente importante: la existencia de una verdadera ‘cultura» propia de las ballenas», dice J. Lilly. Las especies actuales pueden haber desarrollado durante muchos siglos una cultura mental. El cerebro humano difiere del animal en la superabundancia de elementos a través de los cuales se cree posible la comunicación y la expresión de la inteligencia, tanto individual como colectivamente. Se considera que la sede física del intelecto o razón es fundamentalmente la capa más externa del encéfalo, el neocórtex, y que cuanto más desarrollo y tamaño alcance, mayor suele ser la complejidad y la inteligencia de una especie animal.

Según los paleontólogos, esta corteza cerebral apareció hace varias decenas de millones de años en determinadas especies y es la parte cerebral más moderna que se ha añadido. Su evolución fue espectacular, sobre todo en los cetáceos y en el hombre. Por ello, tanto el ser humano como las ballenas tienen funciones cognoscitivas semejantes. Aunque aquéllas, al no disponer de otra arma que su magnificiencia, presentan unos límites de agresividad mucho más reducidos.

Mientras el cerebro humano pesa entre uno y un kilogramo y medio, el de las ballenas puede alcanzar los diez. Se acepta que los tejidos que han dejado de desempeñar una función se reduzcan o desaparezcan durante el curso de la evolución y que no existen órganos pasajeros en los sistemas vivos. Por tanto, parece probable que las ballenas hagan uso de la inteligencia que les proporciona el vasto cerebro que poseen, y que incluso rebasen nuestro entendimiento pensante.

¿Un lenguaje sin palabras?

John Lilly ha dedicado toda su vida al estudio de los cetáceos, en particular a las formas de comunicación que presentan los delfines y las ballenas. Según él, existen datos y fundamentos científicos suficientes para afirmar que estamos ante unos animales con una inteligencia y un lenguaje similares a los humanos, independientemente de que las señales que expresen sean distintas a las que nosotros utilizamos.

Sin embargo, para llegar a comprender la teoría de este investigador, parece necesario delimitar la noción de lenguaje. El lenguaje humano está constituido esencialmente por dos procesos ordenadores principales: en primer lugar, la transformación previa de significados, es decir, de ideas abstractas, en palabras y oraciones; y en segundo lugar la transmisión de ciertas señales al medio ambiente a través del lenguaje propiamente dicho. Los oídos perciben estas señales y el cerebro las transforma en significado, tratando de comprobar la conformidad de dicho significado con el pensamiento original. Para comunicarse mediante el lenguaje el hombre necesita una memoria y una capacidad ordenadora lo suficientemente desarrolladas, funciones exclusivas de ciertas estructuras cerebrales.

Todo cerebro necesita un tamaño critico para realizar las funciones lingüísticas, y los niños han sido hasta ahora el único ejemplo tenido en cuenta. En ellos se produce un enorme crecimiento de la capacidad de absorber, almacenar y recordar los elementos indispensables para el lenguaje, y de la capacidad ordenadora para elaborar significados. En el mar, los cerebros de los cetáceos poseen tamaños iguales o mayores al que se considera critico para la manifestación del lenguaje, tal y como lo conocemos. Y no existen otros animales, a excepción de los primates y elefantes, cuyos cerebros sobrepasen el umbral requerido.

Según los paleontólogos, los mamíferos marinos alcanzaron el tamaño critico cerebral entre hace quince y treinta millones de años, unas diez o veinte veces de años antes que el hombre presentase su tamaño cerebral actual. Así pues, los cetáceos poseen un espectro de tamaños cerebrales que va desde magnitudes equivalentes a las de los monos y los valores humanos a los sobrehumanos. Estudios neurofisiológicos demuestran además que poseen receptores sensoriales y motores en la zona del neocórtex y en la denominada zona silenciosa de la corteza cerebral, la parte que más han desarrollado y que rebasa la humana.

«El hecho de que todas las especies de ballenas empleen los sonidos submarinos como medio de comunicación, de exploración actúa del ambiente y de audición de ecos, junto con las evidencias cerebrales existentes, hace pensar que están en posesión de otros tipos de lenguaje sonoro. Éstos serían diferentes del humano, ya que el nuestro se basa primariamente en imágenes usuales y manuales.»

Sin embargo, a pesar de todo esto, el hombre sigue matando ballenas. Por eso decimos con el profesor Lllly: «Dejemos de destruirlas, a ellas y a nosotros mismos, y empecemos un nuevo diálogo evolutivo entre las especies. Averigüemos qué ética, qué filosofía y qué normas han encontrado los enormes cetáceos para su supervivencia y armonía en los océanos del planeta».

Cantando con nosotros

El músico norteamericano de jazz Paúl Winter editó hace años un disco bajo el titulo de Llamadas. Sus principales ingredientes son saxofones, un oboe, una corneta inglesa, guitarras, un chelo e instrumentos de percusión. Lo curioso es que para su realización Winter contó con la presencia y colaboración de unos artistas invitados muy especiales: delfines, leones marinos, osos polares, focas y, sobre todo, algunas especies de ballenas. Los sonidos naturales de estos animales se entremezclaron con una amalgama de Jazz, música sinfónica, africana, brasileña y renacentista, dando lugar a un inusitado y atractivo compendio musical.

La grabación, por ejemplo, de los cantos de ballenas grises (las cuales estaban terminando su migración anual desde las aguas árticas a las costas templadas de la baja California) o de las oreas fue realmente curiosa: a las primeras les ofreció un concierto de saxofón y esperó su respuesta musical. En el caso de las orcas, lo que hizo Winter fue imitar su propio canto, a través de un hidrófono, ya que muchos de sus sonidos están dentro de una escala superior al saxo. Su sorpresa fue grande cuando comprobó que, en ocasiones, las frases musicales de estos cetáceos imitaban o respondían a las emitidas por su instrumento musical.

Un canto inteligente

Las ballenas son los más grandes, los más pesados y los más voluminosamente llamativos animales de la naturaleza. Realmente se trata de los supremos habitantes de la biósfera de nuestro planeta. Poseen el cerebro más grande entre todas las especies existentes; pueden permanecer sin dormir durante meses; entonan cantos; realizan las migraciones más largas entre todos los mamíferos; viven permanentemente en el agua y externamente se asemejan a los peces. Pero, aparte de estas características, ¿qué camino y qué destino evolutivo han recorrido?

Algunos científicos como David Ehrenfield, profesor de biología en la Universidad de Rutgers y autor del .libro «La Arrogancia del Humanismo»; James Lovelock, autor de «Qaia (Qea), una nueva visión de vida en la Tierra»; Cari Sa-gan, biofísico y Premio Pulitzer de divulgación científica; el neurofisiólogo John Lilly, una de las figuras mundiales en cetologia y otología, y otros muchos, postulan, con fundamentos científicos, una teoría insólita pero factible acerca del papel de las ballenas en la escala evolutiva. Escala, por otra parte, tremendamente conflictiva, ya que en su cumbre nos colocamos nosotros, los seres humanos.

¿Podemos aceptar que no somos la única especie destinada a desempeñar el papel de cabeza de la evolución y que son precisamente los cetáceos nuestros «semejantes» más próximos?… Algo inexplicable para el hombre parece adivinarse en la comunicación de las ballenas.

Durante años, los científicos venían proclamando la gran inteligencia de los delfines, y ahora parece que la ballena jorobada también puede poseer esos niveles de desarrollo.

Aunque la función de estas neuronas no está completamente comprendido, pueden estar envueltas en procesos cognitivo, como aprender, recordar y reconocer el mundo que te rodea.

Los hallazgos también pueden ayudar para explicar algunos de las conductas distintivos de las ballenas, como sus sofisticadas habilidades comunicativas, la capacidad de formar alianzas y cooperar, según dijeron los investigadores en declaraciones recogidas por el diario The Times.

Tras el estudio, ellos creen que estas ballenas son más inteligentes de lo que se creía, y sugieren que este tipo de neuronas —aparentemente la base de cerebros complejos— o bien han evolucionado más de una vez, o bien han sido dejados de usar por la mayoría de las especies de animales, manteniéndose sólo en aquellos con mayores cerebros.

«Pese a la relative escasez de información acerca de muchas especies de cetáceos, es importante decir en este contexto que los cachalotes, las orcas, y las ballenas jorobadas, exhiben patrones sociales complejos que incluyen intrincadas habilidades comunicativas, de coalición y formación, de cooperación, de transmisión cultural y de utilización de herramientas», escribieron los investigadores. El cerebro de las ballenas.

Investigadores estadounidenses han descubierto que la ballena jorobada tiene un tipo de célula cerebral que sólo se encuentran en seres humanos, grandes simios y otros cetáceos, como los delfines.

 

 

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