Un peligro silencioso: la adicción de los bebés a las pantallas

 “Me costó tanto quedar embarazada que a mi hijo siempre le di todo: de bebé, ni bien se despertaba, lo ponía en el huevito con la tablet para que estuviera estimulado con los dibujitos”. Al neurólogo infantil Mauricio Pedersoli este relato, de una mamá que llegó a su consultorio, le quedó grabado.

“El nene tenía tres años y no decía ni una palabra, no miraba a los ojos, estaba irritable y lo único que quería era el teléfono de la madre”, cuenta Pedersoli, que atiende en el hospital de Niños de La Plata y en el Centro Interdisciplinario de Neurociencias y Nutrición (CIENN).

El especialista, que ya dio varias charlas sobre el tema en escuelas de la Ciudad, advierte que atiende un promedio de tres casos semanales de niños con síntomas propios de un Trastorno del Espectro Autista (TEA) pero que, en realidad, están afectados por el excesivo uso de pantallas en la primera infancia.

La Academia Americana de Pediatría recomienda que los niños y niñas no estén expuestos a ninguna pantalla por lo menos, hasta los dos años. A partir de esa edad, podrán hacer uso una hora, como mucho, y con contenidos de calidad.

A tal punto los padres abusan de los dispositivos como entretenimiento y chupete virtual para sus hijos, que muchos chicos comienzan a presentar retrasos del neurodesarrollo ¿Qué significa? Que a los 3 años no desarrollen el lenguaje, ni habilidades simples como manipular un lápiz o un tenedor.

Está demostrado que un niño expuesto a pantallas desde los primeros meses sufre una desregulación a nivel del sistema nervioso central que le afecta la atención, la memoria, el alerta y la conducta.

Pedersoli asegura que asistimos a una generación de “adictos en pañales”. “Al igual que una sustancia adictiva, como el tabaco o la cocaína, desde el punto de vista fisiopatológico, el uso abusivo de pantallas gatilla una cascada de reacciones en un circuito del cerebro que se llama mesocorticolímbico, que es donde está el sistema de recompensa”, explica el especialista. Esto, a su vez, produce una “catarata de dopamina” que es lo que genera sensación de placer, algo que el niño volverá a buscar una y otra vez. Con el tiempo, desarrollará lo que se llama “tolerancia” y precisará más tiempo de “consumo” para obtener el mismo efecto.

¿Cómo prevenir o revertir el efecto de las pantallas?

La clave está en que los adultos respeten la recomendación de cero pantallas de cero a dos años.

Si la adicción ya está instalada habrá que desandar el camino y, para lograrlo, los adultos estamos obligados a dar el ejemplo. “Los niños en edades tempranas aprenden por imitación. En los años `90 se descubren las neuronas en espejo que se activan al mirar a otra persona, es decir que cumplen un rol clave en el aprendizaje por imitación”, explica Pedersoli. Éstas no solo cumplen un papel en el aprendizaje de movimientos sino también de aspectos emocionales y de la empatía, la posibilidad de “leer la mente” de la otra persona.

“Si lo primero que el nene ve cuando llegamos a casa es que chequeamos el celular, probablemente intente hacer lo mismo”, explica Pedersoli. Los juguetes, los juegos didácticos, los cuentos, las canciones, los besos y los abrazos, en cambio, están cien por ciento permitidos.

¿Por qué es importante limitar el tiempo que pasan frente a las pantallas?

Con respecto al tiempo que pasan frente a la televisión u otro dispositivo, la limitación se debe a que un consumo excesivo de medios digitales podría tener sobre los niños pequeños efectos bastante importantes:
  • Retrasos de aprendizaje y de habilidades sociales, debido a que interactúan menos con los padres y la familia en general.
  • Problemas de sueño a causa de la sobreestimulación ante la que no están preparados mentalmente.
  • Problemas de conducta o comportamiento ante la posibilidad de verse expuestos a contenido violento.
  • Obesidad, porque se trata de una actividad sedentaria que en muchos casos incluye la promoción de alimentos poco saludables.
 
Por eso, la sugerencia es que los chicos de entre 2 y 5 años no pasen más de una hora por día frente a cualquier tipo de pantalla y que en ningún caso la miren solos.

Para tener en cuenta

Es grande la tentación de calmar al niño poniéndolo frente a la pantalla cuando no sabemos qué más hacer. Sin embargo, más allá de situaciones especiales como un viaje o la espera en el consultorio del pediatra, no deberíamos utilizar esta herramienta cada vez que queremos tranquilizarlo porque de esta manera lo único que logramos es interferir en el aprendizaje necesario que debe atravesar el niño para controlar sus emociones.
En estos casos, la paciencia, los límites claros y el acompañamiento son irremplazables.
 

 Fuentes: eldia.com, planetamama.com.ar y Academia Americana de Pediatría.

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