Enseñanzas de Sai Baba: “El Principio Divino en mí es el mismo que el Principio Divino en ti”

Por Sathya Sai Baba

Shiva le enseña una lección a Sankaracharya He aquí una ilustración de la vida de Adi Sankaracharya. Cuando Sankaracharya se encontraba en Varanasi, al acercarse un intocable, él le dijo: “¡Eh, tú! ¡Aléjate, aléjate!”. El otro hombre le preguntó: “¿A quién quieres mantener lejos de ti? ¿Al cuerpo? El cuerpo es inerte. ¿Qué derecho tiene tu cuerpo inerte de pedirle a mi cuerpo inerte que se aleje de él? Ambos son inertes. ¿Cómo puede un objeto inerte hablarle a otro? ¿O acaso quieres que el Atma en mí se aleje de ti? El Atma en mí es la misma que el Atma en ti. ¿Qué es lo que quieres que se aleje de ti?”.

Hubo una discusión entre los dos acerca del cuerpo y el Atma, al final de la cual Sankaracharya se dio cuenta de que la persona que había reconocido el principio Átmico no podía ser otra que el Señor Mismo y se postró ante el hombre que tenía enfrente. En ese instante, Shiva se reveló a Sí mismo y le dijo a Sankaracharya: “Para eliminar de tu mente tus nociones equivocadas, Yo adopté la forma del intocable”.

Por lo tanto, deben comprender que nadie puede saber en qué forma, en qué situación, en qué momento y en qué circunstancia el Señor se aparecerá ante el hombre para enseñarle a librarse de sus malos pensamientos, malas cualidades y malas acciones. Por eso, deben realizar todos los esfuerzos para impedir la entrada a los malos pensamientos y las malas cualidades y tratar de santificar sus vidas mediante los buenos pensamientos y las buenas acciones.

Esto es verdadero sadhana (disciplina espiritual). Sentarse en una así llamada meditación sin librarse de sus malas cualidades carece totalmente de valor. Es un ejercicio “artificial”. Lo que hagan debe provenir del corazón. Mucho de lo que pasa por japa, dhyana, yajna y yaga es artificial y no tiene nada que ver con el corazón. El resultado es que los frutos de tales ejercicios son también artificiales.

Éstos no son frutos provenientes de Dios. Son los productos de sus propias acciones. Por eso, no culpen a Dios por nada. Únicamente sus acciones son responsables de todas sus dificultades y alegrías. Manteniendo esta verdad en mente, tienen que seguir la senda de la rectitud.

Discurso del 1 de Junio de 1991

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