El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La Divina Unidad de la Trinidad. Cristo pronunció este misterio con palabras humanas. Y lo dejó en manos del Espíritu Santo, a su venida: «Cuando venga el Espíritu de la verdad, él os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16,13). Cada uno de nosotros es introducido en esta «verdad completa» ya mediante el Bautismo. Vivimos esta verdad a diario, cuando comenzamos a orar y a trabajar «en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». ¿Por qué, al pronunciar con estas palabras el nombre del inescrutable misterio divino, el nombre del Dios vivo que ES, hacemos al mismo tiempo la señal de la cruz en la frente, los hombros y el corazón? Porque la cruz es la última palabra del misterio trinitario de Dios en la historia de la salvación de la humanidad. Cuando Cristo dice del Espíritu Santo: «Él tomará de lo mío y os lo anunciará», estas palabras se refieren de manera particular al sacrificio de la cruz. El Dios vivo ha entrado definitivamente en la historia de la creación, en la historia del hombre, precisamente a través de este sacrificio. El hombre, contemplando la arquitectura del cosmos, entra en las profundidades de la Sabiduría eterna del Creador. El hombre, contemplando la Cruz, conoce el amor que impregna esta Sabiduría y toda su obra. Conoce el amor que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (cf. Rm 5,5). Sabe que «Dios es amor» (1 Jn 4,16). (San Juan Pablo II – Visita pastoral a la diócesis de Grossetto, Homilía, 21 de mayo de 1989)
Lectura del Día
Primera lectura
Lectura del libro de los Proverbios
Proverbios 8, 22-31
Esto dice la sabiduría de Dios:
“El Señor me poseía desde el principio,
antes que sus obras más antiguas.
Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio,
antes de que la tierra existiera.
Antes de que existieran los abismos
y antes de que brotaran los manantiales de las aguas,
fui concebida.
Antes de que las montañas
y las colinas quedaran asentadas, nací yo.
Cuando aún no había hecho el Señor la tierra ni los campos
ni el primer polvo del universo,
cuando él afianzaba los cielos,
ahí estaba yo.
Cuando ceñía con el horizonte la faz del abismo,
cuando colgaba las nubes en lo alto,
cuando hacía brotar las fuentes del océano,
cuando fijó al mar sus límites
y mandó a las aguas que no los traspasaran,
cuanto establecía los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él como arquitecto de sus obras,
yo era su encanto cotidiano;
todo el tiempo me recreaba en su presencia,
jugando con el orbe de la tierra
y mis delicias eran estar con los hijos de los hombres”.
Segunda lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos
Romanos 5, 1-5
Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en el cual nos encontramos; por él, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.
Más aún, nos gloriamos hasta de los sufrimientos, pues sabemos que el sufrimiento engendra la paciencia, la paciencia engendra la virtud sólida, la virtud sólida engendra la esperanza, y la esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado.
Evangelio del Día
Lectura del santo Evangelio según San Juan
Juan 16, 12-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. El me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.