¿Ver para creer o creer para ver? Dicha pregunta se sucede a lo largo de los siglos en distintas tradiciones. El Evangelio es muy rico en escenas y situaciones en las que Jesús enseña más bien que primero Dios demanda el esfuerzo humano de creer, dar por cierto algo aun sin que nuestros sentidos nos lo ratifiquen. Ese esfuerzo por acercarse a Dios es luego recompensado con la presencia de milagros, hechos que escapan a la lógica y orden habitual de este mundo, para terminar de despejar toda duda del creyente.
En Mc 10, 46-52 Cristo precisamente elogia esto del ciego Bartimeo: «En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: ‘¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!’ Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’. Jesús se detuvo entonces y dijo: ‘Llámenlo’. Y llamaron al ciego, diciéndole: ‘¡Ánimo! Levántate, porque él te llama’. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: ‘¿Qué quieres que haga por ti?’ El ciego le contestó: ‘Maestro, que pueda ver’. Jesús le dijo: ‘Vete; tu fe te ha salvado’. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino».
Fue la fe la que dio la vista, no la vista la que facilitó la fe.
En sánscrito fe se dice śraddhā y es esencial depositar la misma en Dios: “Sólo a aquellas grandes almas que tienen fe implícita tanto en el Señor como en el maestro espiritual, se les revelan automáticamente todos los significados del conocimiento védico.” ( Śvetāśvatara Upaniṣad 6.23)
En igual sentido se expresa Krishna en el Bhagavad Gita, quizá el texto hindú más reverenciado:
“’¿Cuáles son los yoguis más grandes -pregunta Arjuna- los que te adoran con atención constante o los que adoran al Indiferenciado, al Absoluto?
Krishna responde: Aquellos que enfocan su mente en Mí para adorarme con eterna constancia, aquellos que están dotados de la más alta fe; estos son Mis mejores devotos, son los mejores yoguis». (Bhagavad-Gîtâ, Capítulo XII, 1-2)
Los mejores de entre los yoguis son aquellos que tienen una firme fe en Dios.
Una y otra vez Krishna insiste a Arjuna, quien representa a la humanidad dubitativa: «Uno debe ocuparse en la práctica del yoga con determinación y fe inquebrantables«. (Bhagavad-Gîtâ, Capítulo VI, 24)
En medio de esta epopeya la fe no es menor, posibilita y determina la acción, en este caso el cumplimiento del Dharma del guerrero Arjuna, quien dado a elegir entre poseer todo el ejército y riquezas de Krishna y tener al propio Krishna como auriga de su carro, opta por tener a la encarnación de Vishnu de su lado. En cambio, su contrincante, Duryodhana, con visión materialista, elije el ejército, las armas y posesiones terrenales. Pero el texto le da la razón a Arjuna y su elección espiritual: quien es conducido por la Divinidad termina finalmente triunfando en la batalla de la vida.
Es la fe en Dios la que nos permite la victoria final, por imposible que parezca en los momentos más difíciles. En la fe en Dios trascendemos las limitaciones de nuestro ego y de la realidad ilusoria que nos introyecta los miedos. Con la fe nos permitimos vivenciar aquella Realidad Trascendente que aún no podemos ver. Una persona no vidente logra cruzar una calle peligrosa y transitada al confiar plenamente y entregarse a la guía de un desconocido que lo invita a ayudarlo. Si podemos confiar en personas desconocidas por intuir su bondad, con más razón aún deberíamos poder confiar en aquella Inteligencia Divina que nos dio la vida, esa es la lección tanto del Evangelio como del Bhagavad Gita.
Vencer al peor de los ejércitos mundanos, sean estos reales o simbólicos, depende tanto de una fuerza de voluntad inquebrantable como de una confianza plena en Aquel por quien existen todas las cosas.
Fausto Miguel – Planeta Holístico