Divino Niño Jesús: historia, milagros y oraciones

La infancia de Jesús ha sido siempre objeto de veneración e interés a lo largo de la historia. Así lo evidencian tanto el desarrollo de la teología como las innumerables formas de piedad popular, generalmente expresadas en las tradiciones y el arte.

Dichas expresiones son ecos de un Jesús que ha querido manifestarse como un niño a santas y santos de diferentes épocas, brindándoles compañía, consuelo y fortaleza. Jesús Niño siempre es capaz de despertar ternura y confianza en el corazón humano, invitando a cada uno a vivir la pureza de corazón:

“Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 18, 3-5).

La devoción a Jesús Niño se ha consolidado y se ha extendido por todo el mundo cristiano; y en algunos países de Latinoamérica ha cobrado un cariz especial.

Antiguos escritos indican que la devoción al Divino Niño empezó en el Monte Carmelo (Palestina), donde, según la tradición, Jesús iba frecuentemente a pasear y a rezar con sus padres, San José y la Virgen María, y sus abuelos San Joaquín y Santa Ana.

El Niño Jesús se ganó el aprecio y cariño de las personas que se reunían también a orar en el monte, quienes, después de la ascensión de Cristo, continuaron con la devoción al Niño Jesús.

Años más tarde, los carmelitas extendieron el amor por la infancia de Jesús a todo el mundo.

San Antonio de Padua y San Cayetano fueron muy devotos del Niño Jesús, y por eso se les representa llevándolo en brazos. Incluso el Divino Niño se le apareció en una ocasión a San Antonio de Padua.

Otros santos que contribuyeron grandemente a difundir la devoción al Niño de Belén fueron Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

En el año 1636, Jesús le hizo una promesa a una monja carmelita del convento de Beaune en Francia, conocida como la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento.

Cristo le dijo: “Todo lo que quieras pedir, pídemelo por los méritos de mi infancia, y nada te será negado”.

La monja, que falleció a los 29 años, recibió la misión de propagar especialmente la devoción a la divina infancia de Cristo.

El sacerdote salesiano P. Juan del Rizzo llegó a Barranquilla (Colombia) en 1914 y con gran esfuerzo se dedicó a recaudar fondos para la construcción de un templo, aunque sin éxito. Entonces sintió que debía pedirle este milagro al Señor por los méritos de su infancia.

Desde entonces, el éxito del sacerdote fue extraordinario y se convirtió en un gran devoto del Divino Niño, dedicando su vida a la propagación de la devoción.

En 1935 el P. del Rizzo fue trasladado a Bogotá, donde providencialmente se encontró con una preciosa imagen del Divino Niño. Luego, se la llevó a los campos de la obra juvenil salesiana en el barrio “20 de julio”.

De esta manera, los fieles empezaron a venerar al Divino Niño a través de la imagen y son muchos los que hasta ahora dicen que al acogerse a esta advocación han obtenido muchos milagros y conversiones.

De acuerdo al Calendario Litúrgico, la fiesta del Divino Niño debe celebrarse el primer domingo del mes de septiembre.

Oración al Divino Niño Jesús

Divino Niño Jesús, dueño de mi corazón y mi vida,
mi tierno y adorado Niño,
llego hasta Ti lleno de esperanza,
llego a Ti suplicando tu misericordia,
quiero pedirte los abundantes bienes
que derramas sobre tus fieles devotos,
los que tus bracitos abiertos
reparten con amor y generosidad.

Oh Niño amado, bendito Salvador,
quédate siempre conmigo
para separarme del mal
y hacerme semejante a Ti,
haciendo que crezca en sabiduría y gracia
delante de Dios y de los hombres.

¡Oh dulce y pequeño Niño Jesús,
yo te amaré siempre con toda mi alma!
Divino Niño Jesús, bendícenos
Divino Niño Jesús, escúchanos
Divino Niño Jesús, ayúdanos.

Niño amable de mi vida,
consuelo del cristiano,
la gracia que necesito tanto
y que me causa desesperación y agobio,
que hace que sienta intranquilidad en mi vida
pongo en tus benditas manos:

(pedir con mucha fe lo que se desea conseguir).

Padrenuestro que estas en los cielos…

Tú que sabes mis pesares
pues todo te lo confío,
concede la paz a los angustiados
y dale alivio al corazón mío.

Dios te salve María llena eres de gracia…

Y aunque tu amor no merezco,
no recurriré a ti en vano,
pues eres hijo de Dios
y auxilio de los cristianos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo…

Acuérdate oh Niño Santo amado,
que jamás se oyó decir,
que alguno haya implorado ante Ti
sin tu auxilio recibir,
por ello, con sencillez y confianza,
humilde y arrepentido,
lleno de amor y esperanza,
sabiendo los milagros que obras
y lo rápido que concedes remedio,
con ilusión este favor yo te pido:

(repetir lo que se quiere obtener).

Divino Niño Jesús, bendícenos,
Divino Niño Jesús, escúchanos,
Divino Niño Jesús, consuélanos,
Divino Niño Jesús, ayúdanos,
Divino Niño Jesús, protégenos,
Divino Niño Jesús defiéndenos,
Divino Niño Jesús, en ti confiamos.

Así sea.

Rezar el Credo, Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Hacer la oración y los rezos tres días seguidos.

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