Virgen de la Consolata, la Madre que consuela a todo el que sufre. Historia y oraciones

La Virgen María es aquella que recibió el mayor de todos los consuelos: a Cristo Jesús, su Hijo, y, en consecuencia, Dios le otorga la misión de ser consoladora de la humanidad. Eso explica el título de esta advocación mariana, la «Consolata».

La arraigada devoción a la Consolata y la magnificencia de su santuario ha despertado muchos corazones al amor a Cristo y ha sido fuente de inspiración y consuelo para numerosos santos y beatos.

De acuerdo a la tradición, el origen de esta advocación mariana está vinculado a la imagen de la ‘Virgen María Consoladora’ y se remonta a la última parte del siglo IV, cuando el obispo San Eusebio de Vercelli (Cerdeña, c. 283 – 371) la envió como obsequio a San Máximo, primer obispo de la ciudad de Torino (Turín). Dicha imagen había llegado a manos de Eusebio durante los años que pasó en el destierro en Palestina, y que según la creencia popular habría sido pintada por el evangelista San Lucas.

San Máximo mandaría colocar posteriormente la imagen en la capilla al lado de la iglesia de San Andrés; sin embargo, dicho recinto sería destruido durante una de las invasiones bárbaras por lo que el célebre ícono quedaría sepultado bajo los escombros. La imagen sería recuperada posteriormente y se construiría otra iglesia dedicada a ella. No obstante, el nuevo santuario sería también derruido y la imagen permanecería perdida hasta inicios del siglo XII. Finalmente, la que actualmente se conserva data del siglo XIV.

Milagros

Cuenta la historia que en la ciudad francesa de Briançon, ubicada al oeste de Turín, vivía un hombre llamado Giovanni Ravachio (en francés, Jean Ravais). Ravachio había perdido la vista completamente, pero no su fe ni su devoción a la Madre de Dios. La Virgen María se le apareció en sueños y le pidió que se consagrara a la difícil tarea de encontrar la imagen de la Consolata. Si hallaba el cuadro -le prometió la Virgen- su Hijo Jesús le devolvería la vista.

Ravachio invirtió todos sus recursos en conseguir la ayuda necesaria para las indagaciones y las posteriores excavaciones, y no se detuvo hasta hallar la imagen de Nuestra Señora de la Consolación. La Madre de Dios cumpliría su promesa y Jean Ravais recuperó la vista.

A pesar del devenir histórico de la imagen, la profunda devoción a la Virgen de la Consolata continúa hasta nuestros días y se ha extendido por numerosos países.

Cada 20 de junio se conmemora a Nuestra Señora de la Consolación, la ‘Consolata’, de manera especial en Turín (Italia), ciudad de la que es patrona y donde se encuentra su santuario principal, en el que se conserva su sagrada imagen.

Oración a la Virgen de la Consolata

¡Oh Madre Consolata!
Sé Tú el consuelo único y perenne
de la Iglesia a la que amas y proteges.
Consuela a las comunidades cristianas
en su cotidiano peregrinar de la fe.
Consuela a los llevan en sus vidas, profundas heridas
por situaciones de opresión, violencia y marginación.
Consuela a todos los que sienten en el corazón
una ardiente necesidad de amar y ser amados.
Consuela a los jóvenes inmersos en el torbellino
de falsas opciones que los asfixian y sofocan,
desorientándolos y desanimándolos.
Consuela a todos los que entregan sus vidas
para salvaguardar los ideales de la vida.
¡Oh Madre Consolata!
Que tu presencia consoladora nos anime a dar
testimonio fecundo de nuestra fe, para que podamos
defender, con coraje y verdad, la dignidad de cada
ser humano, en la justicia, en la paz y el amor.
Ayúdanos en la construcción de una sociedad fraterna,
donde prevalezcan los frutos del Reino de tu Hijo Jesús.
Amén.

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