Corpus Christi: significado espiritual de la Eucaristía, la celebración del cuerpo y la sangre de Jesucristo

La Celebración de Corpus Christi es una fiesta destinada a celebrar la Eucaristía. Su principal finalidad es proclamar y aumentar la fe de los creyentes en la presencia real de Jesucristo en la hostia consagrada de la misa, que actualiza el rito que Jesús llevó a cabo el Jueves Santo durante la Última Cena, al convertir el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre, pidiéndonos “hagan esto en conmemoración mía”  (Lucas 22, 19). El sentido de este acto sagrado fue descripto por el propio Jesús también: “Quien come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora, y yo en él” (Juan 6,56) y “El que come de este pan vivirá para siempre” (Juan 6,58).

La fiesta surgió en la Edad Media, cuando en 1208 la religiosa Juliana de Cornillon promueve la idea de celebrar una festividad en honor al cuerpo y la sangre de Cristo presente en la Eucaristía. Fue el obispo de Lieja, Roberto de Torote, quien acogiéndose a su potestad para instituir fiestas en su diócesis, ordenó en 1246, que se celebrara la del Corpus Christi a partir del siguiente año, señalando para su celebración el jueves siguiente a la octava de Pentecostés.

El milagro de Bolsena

En el siglo XIII, el sacerdote alemán, Pedro de Praga, se detuvo en la ciudad italiana de Bolsena, mientras realizaba una peregrinación a Roma. Era un sacerdote piadoso, pero dudaba en ese momento de la presencia real de Cristo en la Hostia consagrada. Cuando estaba celebrando la Misa junto a la tumba de Santa Cristina, al pronunciar las palabras de la Consagración, comenzó a salir sangre de la Hostia consagrada y salpicó sus manos, el altar y el corporal.

El sacerdote estaba confundido. Quiso esconder la sangre, pero no pudo. Interrumpió la Misa y fue a Orvieto, lugar donde residía el Papa Urbano IV. El Papa escuchó al sacerdote y mandó a unos emisarios a hacer una investigación. Ante la certeza del acontecimiento, el Papa ordenó al obispo de la diócesis llevar a Orvieto la Hostia y el corporal con las gotas de sangre.

Se organizó una procesión con los arzobispos, cardenales y algunas autoridades de la Iglesia. A esta procesión, se unió el Papa y puso la Hostia en la Catedral. Actualmente, el corporal con las manchas de sangre se exhibe con reverencia en la Catedral de Orvieto.

Consecration of bread and wine in the body and blood of Jesus – Sacred Host

El 8 de septiembre de 1264 por el papa Urbano IV, la celebración fue instituida mediante la bula Transiturus de hoc mundo. A Santo Tomás de Aquino se le encargó preparar los textos para el Oficio y Misa propia del día, que incluye himnos y secuencias.

El papa Nicolás V en la festividad del Corpus Christi del año 1447 realizó una multitudinaria procesión con la Hostia Santa por las calles de Roma.

Por esto las celebraciones del Corpus suelen incluir una procesión en la que la hostia consagrada es exhibida.

La Eucaristía es uno de los siete Sacramentos. Nos recuerda el momento en el que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Éste es el alimento del alma. Cristo dijo: “El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día”. Podremos decir, con San Pablo: “Vivo yo, pero ya no soy yo, sino Cristo quien vive en mí.”

Explicación de Jesús

Dice el Evangelio:
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.
(Jn 6, 51-58)

Ave Verum

El Ave Verum Corpus, breve himno eucarístico que data del siglo XIV y se atribuye al Papa Inocencio VI, precisamente para la celebración del Corpus Christi, se canta en el momento de la consagración. Tiene una bella composición musical aportada por Wolfgang Amadeus Mozart en 1791, el año de su muerte:

Letra en latín:

Ave verum corpus, natum de Maria Virgine,
vere passum, immolatum in cruce pro homine.
Cuius latus perforatum fluxit aqua et sanguine:
esto nobis praegustatum in mortis examine.
O Iesu dulcis, O Iesu pie, O Iesu, fili Mariae.

Salve, Cuerpo Verdadero nacido
de María Virgen,
padeció realmente, fue inmolado
en la cruz por el hombre,
fue perforado su costado,
de donde brotó agua y sangre;
Que seas probado por nosotros
en el momento de la muerte.
¡Oh, Jesús dulce, oh, Jesús piadoso, oh, Jesús, hijo de María!

Dice el Apóstol Pablo que la celebración de la Eucaristía debe realizarse hasta el final de los días “hasta el día en que él vuelva”:
“Lo que el Señor Jesucristo me enseñó, es lo mismo que yo les he enseñado a ustedes: La noche en que el Señor Jesús fue traicionado, tomó en sus manos pan, dio gracias a Dios, lo partió en pedazos y dijo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado en favor de ustedes. Cuando coman de este pan, acuérdense de mí.» Después de cenar, Jesús tomó en sus manos la copa y dijo: «Esta copa de vino es mi sangre. Con ella, Dios hace un nuevo compromiso con ustedes. Cada vez que beban de esta copa, acuérdense de mí.» Así que, cada vez que ustedes comen de ese pan, o beben de esa copa, anuncian la muerte del Señor Jesús hasta el día en que él vuelva. Por eso, si una persona come del pan o bebe de la copa del Señor Jesucristo sin darle la debida importancia, peca en contra del cuerpo y de la sangre de Jesucristo. Por lo tanto, antes de comer del pan y beber de la copa, cada uno debe preguntarse si está actuando bien o mal”.
1 Corintios 11, 23-28

En sentido similar al que realiza en el Génesis el rey sacerdote Melquisedec, cuando bendice a Abraham:
“Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; 19 y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abraham del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; 20 y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano”.
Génesis 14:18-19

Con este rito, Jesús instaura una Nueva Alianza de Dios con la Humanidad, ya no solo con el pueblo judío, como había sido bajo la Vieja Alianza. Jesús es así Rey y Sumo Sacerdote, a semejanza de Melquisedec, tal y como se explica en Hebreos 7:

7 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, 2 a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; 3 sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.

4 Considerad, pues, cuán grande era este, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. 5 Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque estos también hayan salido de los lomos de Abraham. 6 Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. 7 Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. 8 Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. 9 Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; 10 porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.

11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? 12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; 13 y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. 14 Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio.

15 Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, 16 no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. 17 Pues se da testimonio de él:

Tú eres sacerdote para siempre,

Según el orden de Melquisedec.

18 Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia 19 (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.

20 Y esto no fue hecho sin juramento; 21 porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero este, con el juramento del que le dijo:

Juró el Señor, y no se arrepentirá:

Tú eres sacerdote para siempre,

Según el orden de Melquisedec.

22 Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.

23 Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; 24 mas este, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.

26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.

Liberación de los pecados

En 7,1-10, el autor hace referencia a Melquisedec, un enigmático personaje citado en el Libro del Génesis (Gn 14,17-20), donde es llamado “sacerdote del Dios Altísimo”, sin referencia alguna a su genealogía, sugiriendo que su sacerdocio es eterno. Argumenta la superioridad de Melquisedec sobre Abraham, y, por extensión, de su descendiente Leví y de los sacerdotes levitas, dado que, según el Génesis, Abraham concedió a Melquisedec el diezmo de su botín (cf. Gn 14,20). En 7,11-19, basándose en lo anterior, y apoyándose en Sal 110,4, argumenta la superioridad del sacerdocio de Cristo, que es un sacerdocio “a la manera de Melquisedec”, esto es, “no por ley de sucesión carnal, sino por la fuerza de una vida indestructible” (7,16)—Cristo no es sacerdote por su origen, ya que pertenecía la tribu de Judá—, sobre el sacerdocio tradicional del judaísmo, basado en “la ley de sucesión carnal” (es decir, la pertenencia a la tribu de Leví). Este nuevo sacerdocio implica la derogación de la Ley antigua. La superioridad del sacerdocio a la manera de Melquisedec se debe a que “permanece para la eternidad” (7.24), ya que fue hecho bajo juramento (cf. Sal 110,4). El sacerdocio de Cristo es además superior porque no tiene necesidad de realizar sacrificios cada día, sino que realizó el sacrificio de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo como víctima (7,27). A continuación (8,1-13), el autor compara el culto antiguo con el nuevo culto instituido por Cristo, el nuevo sumo sacerdote.

En 9,1-14, el autor describe el culto, pero no tal y como se llevaba a cabo en el Templo de Jerusalén, sino como se realizaba en el desierto, antes de que los israelitas llegasen a la tierra prometida (cf. Ex 25-26; Nm 17-18; Lv 26). Nombra las diferentes estancias de la Tienda (el Santo y el Santo de los Santos, donde se guardaba el arca de la alianza); y explica que en el Santo de los Santos solo puede entrar el sumo sacerdote una vez al año con la finalidad de ofrecer sacrificios para expiar los pecados del pueblo. Estos sacrificios son, a juicio del autor, estériles, y no pueden perfeccionar al hombre en su interior. Cristo no entró en un santuario que fuera reproducción del verdadero (cf 8,5), sino en el mismo cielo, y realizó su sacrificio de una sola vez. Se aparecerá una segunda vez para salvar a los que le esperan. En Hebreos 10,1-18, se expone la conclusión de la argumentación precedente. Los sacrificios anuales que establece la Ley judía son ineficaces “pues es imposible que la sangre de toros y cabras borre los pecados” (10,4). Para apoyar esta idea, cita y comenta Sal 40,7-9. Mientras que los sacerdotes judíos están obligados a repetir anualmente los sacrificios, Cristo “mediante una sola oblación ha llevado a la perfección a los santificados” (10,14), y se sienta ahora a la derecha de Dios. Su sacrificio perfecto ha logrado el perdón definitivo de los pecados; cita a Jeremías (Jr 31,33-34) para probar que esta nueva alianza sellada con el sacrificio de Cristo es la alianza definitiva. Exhortación moral (10,19-39). El autor resume así la nueva situación que plantea al creyente el sacrificio de Cristo: gracias a él, se tiene acceso pleno a Dios, y el requisito es ahora, no el cumplimiento de ciertos ritos, sino la fe en Jesús.

 

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