Por Sathya Sai Baba
Hay tres etapas progresivas en la indagación filosófica (o pensamiento vedántico) en la India. Ellas son Advaita, Visishtadvaita y Dvaita. Ningún empeño humano permite avanzar más allá de ellas. El pensamiento Advaita se encuentra más allá del alcance del hombre común; no resulta fácilmente comprensible. El solo hecho de concebirlo con el intelecto, representa de por sí una dificultad. Experimentarlo requiere una poderosa facultad de penetración. Por ello, es mejor empezar por la etapa de Dvaita o dualista y experimentarlo como la realidad tras las cosas; de este modo se hace más fácil alcanzar la segunda etapa, Visishtadvaita.
El individuo debe avanzar tan rápido o firmemente como la comunidad. Todos pasamos por las etapas de la niñez, la juventud, la madurez y la vejez, y esto constituye un avance imperceptible aunque inevitable. Cada etapa la experimentamos sólo al pasar por ella. Del mismo modo sucede con estas tres etapas del descubrimiento filosófico. Cada una de estas concepciones se encuentra en estado latente en las restantes y cada una va surgiendo de la experiencia de la etapa previa. No es posible tener conciencia de las tres al mismo tiempo. Sobre la base de nuestras prácticas espirituales y de las experiencias que se van ganando con ellas, va llegando a la conciencia cada una de estas concepciones para conformar la fuente de acciones y pensamientos.
De hecho, el universo que experimentamos es el sueño. Cuando despertemos del sueño, brillará en la conciencia la verdad de que es Dios. Desde los comienzos del tiempo, ese Dios que postulamos como algo que está fuera de nosotros ha sido también la realidad dentro de nosotros. Esta Verdad también se hará firme en la creencia del hombre.
Cierto es que ninguna de las filosofías que existen podrá satisfacer a todos los tipos y niveles de capacidad mental. Cada uno tiene distintos valores. Los niveles de desarrollo intelectual y los poderes de razonamiento varían de una persona a otra. De este modo, las tres escuelas de interpretación filosófica que hemos mencionado encuentran aceptación entre diferentes temperamentos y variados grupos de individuos. Por lo tanto, ninguna escuela de pensamiento tiene el derecho de alegar superioridad o de imputar inferioridad a las demás. Solamente los insensatos recurrirán a estas tácticas.
Cuando la gente se nos acerca con puntos de vista fanáticos, debemos encararla con una sonrisa, anhelantes y llenos de devoción por Dios. Cierto que uno puede llegar a intoxicarse, pero sólo como resultado de sobrepasarse con el vino del Amor (Prema). Cuando alguien ansioso por trabajar se nos acerca, debemos compartir con él nuestro talento y fuerza y sumarnos a su trabajo. Por este medio será posible hacer que surja la armonía entre los seguidores de distintas creencias y pensamientos filosóficos, contribuyendo con ello a limar sus diferencias, acercándolos entre sí. ¿No sería excelente que este principio de armonía y cooperación se convirtiera en un logro permanente de cada hombre? ¡Cuán feliz habría sido el mundo si cada uno hubiera tenido el conocimiento de que sus puntos de vista podrían ser, a lo sumo, sólo parciales y que se requiere de la armoniosa convergencia de muchas otras facetas para poder afirmar la Verdad! (1)
Los Arishadvargas (los seis enemigos del Hombre) se afianzan en su mente porque está llena de la oscuridad de ajnana [ignorancia]. Son aves nocturnas como murciélagos y búhos que no toleran la luz. La oscuridad no huirá si le arrojas piedras; ni desaparecerá si lo atacas con una espada o lo disparas con una escopeta. Sólo se destruirá cuando se encienda una lámpara. El sabio Shankara enseñó esta simple verdad a muchos que ignoraban este simple hecho. La gente de este país se perdió en la búsqueda de muchas metas porque su visión estaba nublada por la oscuridad. Shankara les enseñó que los Vedas, los Upanishads y los Shastras tenían al Uno en mente, el Uno sin segundo, Advaita.
Shankara adoraba imágenes en la infancia y conocía el valor de Saguna-swarupa (Dios dotado de cualidades y forma). Aconsejó Saguna aradhana (adoración de la Forma) a la gran mayoría de las personas incluso más tarde en su vida. A los niños pequeños se les debe enseñar con la ayuda de pizarras y tableros en los que se dibujan ilustraciones. Los templos, las imágenes y los cuadros son las pizarras y tablas para los niños en el progreso espiritual. Pero si juegas con un elefante de juguete, no puedes derivar la experiencia de contactar con el real. Lo Sin Forma sólo puede concebirse cuando has trascendido la Forma.
Shankara vivió solo 32 años, pero durante ese tiempo purificó y consolidó las diversas escuelas de adoración y las puso bajo el cuidado general de un principio filosófico, advaita (no dualismo).
Los Mahavakyas (las grandes declaraciones sobre la Realidad Suprema) de los Vedas una vez más comenzaron a resonar en los corazones de todos, con su verdadero significado. Aham Brahmasmi; Thath-thwam-asi ; Prajnanam Brahma (Yo soy Brahman; Tú eres Eso; la conciencia es Brahman): todo fue explicado en una lógica simple y convincente, en una poesía dulce y cautivadora. El advaita de Shankara es la verdad última y, por lo tanto, solo está confirmado, no afectado por los descubrimientos de la ciencia o los vuelos del intelecto. Habla de la unidad de materia y energía; del tiempo y el espacio, del Universo siendo Brahman visto a través del velo de maya [ilusión], que, también, no es más que una actividad de lo primordial.
Shankara sabía que el advaita requiere un intenso sadhana (esfuerzo espiritual) que eliminará todo rastro de ego, toda idea de dualidad, de la mente del hombre. Entonces, como disciplina preparatoria para el amanecer de la conciencia de la unidad real de uno con la sustancia del Universo, enseñó las reglas del yoga y bhakti [devoción] y karma . Estos, según él, iluminarán el intelecto, limpiarán las emociones y purificarán el corazón. Advaita es la conciencia de lo Divino en todo, en todas partes, en plena medida.
Shankara sugirió satsang (buena compañía) como el primer paso en sadhana . La compañía de los sabios y de la buena voluntad se convierte en desapego y amor al silencio y la soledad. Eso promoverá la desaparición de moha (engaño), que según Arjuna [hijo de Pandava], fue el fruto de escuchar el Gita . Cuando eso sucede, uno se establece firmemente en el Tat‑twam, la realidad de esto y aquello, la identidad de esto con aquello. Bueno, el reconocimiento de esa identidad es el logro de mukti (liberación). (2)
Fuentes:
(1) Sathya Vahini (La Senda de la Verdad), capítulo 10.
(2) Discurso de Sathya Sai Baba, en Sathya Sai Habla, vol. 3.