Con ceremonias ancestrales, bailes y rituales, los pueblos andinos celebran el Inti Raymi, la Fiesta del Sol en quechua, que coincide con el solsticio de invierno. Comienza el 21 de junio y en algunas regiones puede durar cerca de 10 días. Era la celebración más importante de la cultura inca, los días en que el sol se encontraba más lejos de la tierra y en que comenzaba un nuevo ciclo de acercamiento a la tierra. Como festividad equivale al año nuevo occidental (el calendario andino está iniciando el año 5523).
Es un momento de conexión espiritual con el Sol y marca el inicio del nuevo año agrícola. Actualmente se realizan gran cantidad de ceremonias en países como Perú, Ecuador, Bolivia y el norte de la Argentina.
Se espera el contacto con los primeros rayos de luz del sol para nutrirse de su energía, se medita con su luz, se pide por que se restaure el equilibrio entre la naturaleza, el ser humano y el cosmos. Es la oportunidad para renovar el vínculo con la Madre Tierra, la Pachamama que todo lo da y todo lo produce, dándole de comer los frutos que brotan de sus entrañas.
Alimentos como la papa, el haba o la quinua y también bebidas como la chicha, el vino y el alcohol son ofrecidos a la “Pacha” en una boca que se abre en la tierra. También es común el encendido de un fuego sagrado alrededor del cual se realizan las ceremonias.
En los pueblos agrícolas se pide ayuda para la próxima siembra y cosecha y las pariciones de cabras, ovejas, llamas, vicuñas y guanacos. Se agradece al Tata Inti (Padre Sol) por dar luz a la Pachamama (Madre Tierra) y por permitir que sus cultivos maduren para el bien de todos.
No faltan los cantos, los bailes y la música con flautas, sikus, erkes y cajas. Otro aspecto importante de la celebración es la pambamesa o comida comunitaria, donde todos colaboran con granos como maíz, mote, chochos, papas, pollos, cuyes y bebidas. Tras las comidas se continúa con los bailes.
En la época del imperio incaico, esta fiesta era el renacimiento del sol que iniciaba el tiempo circular inca (no concebían el tiempo de forma lineal) que estaba enmarcado en dos grandes fiestas: el Wawa Inti Raymi (solsticio de invierno) y el Capaq Inti Raymi (solsticio de verano).
El último Wawa Inti Raymi con la presencia de un Inca real fue realizado el 21 de junio del año 1535.
La preparación de la festividad era estricta, en los tres días previos no se comía sino un poco de maíz blanco, crudo, unas pocas de hierbas y agua pura. Ese día, el inca soberano y familiares, esperaban descalzos la salida del sol en la plaza (actual plaza de armas de Cusco). Según el sacerdote contemporáneo Bartolomé de las Casas: «Todos estaban allí muy callados, esperando que saliese el Sol, y así en cuanto éste apuntaba los coros comenzaban a entonar con mucho concierto y orden un canto a media voz meneando cada uno de ellos un pie a manera de compás. A medida que se levantaba el Sol, su canto era más alto y más alto. El Inka lo dirigía con su propia voz. Esperaban a que saliese el Sol estaban todos descalzados y con grande atención mirando al Oríente y en asomando el Sol se ponían todos de cuclillas (que entre estos indios es tanto como ponerse de rodillas) para adorarle, y con los brazos abiertos y las manos alzadas y puestas en derecho del rostro dando besos al aire le adoraban con grandísimo afecto,en reconocimiento de tenerle por su dios y padre natural. Los curacas.. hacían al Sol la misma adoración que los Inkas. Se estaban cantando desde que salía el Sol hasta que se encubría del todo, y como hasta el mediodía el Sol iba saliendo, ellos iban acrecentando, las voces. Cuando el Sol había llegado al mediodía, las voces hacían gran estruendo, e iba enseguida bajando a medida que el Sol descendía. Era, pues, perfecta la correspondencia entre el canto y el camino que seguía el SoL… Al atardecer, el canto hacíase lento y triste, con voces cada vez más débiles, hasta que cesaban con el último resplandor solar, lo cual coincidía con las expresiones de humildad y acatamiento que eran las continuas reverencias que todos le hacían»
El Inca que era el supremo sacerdote de aquel día y quienes lo acompañaban hacían la oración:«¡0h Hacedor, Sol y Trueno, sed siempre mozos, no envejezcáis; todas las cosas estén en paz, multipliquen las gentes y haya comidas y todas las demás cosas vayan siempre en aumento».
El fuego sagrado para la ceremonia y donde se asaban los banquetes era producido por el mismo sol: «El fuego para aquel sacrificio había de ser nuevo, dado de la mano del Sol, como ellos decían. Para el cual tomaban un brazalete grande que llamaban chipana, a semejanza de otros que comúnmente traían los Inkas en la muñeca izquierda, el cual tenía el Sumo Sacerdote; era grande más que los comunes, tenía por medalla un vaso cóncavo, como media naranja, muy bruñido. Poníanlo contra el Sol, y a un cierto punto donde los rayos que del vaso salían daban en junto, ponían un poco de algodón muy carmenado que no yesca, el cual se encendía en breve espacio porque es cosa natural. Con este fuego, dado así de mano del Sol, se quemaba el sacrificio y se asaba toda la carne de aquel día». Este fuego se llevaba al Templo del Sol donde los sacerdotes se encargaban de mantenerlo encendido todo el año hasta el próximo Inti Raymi. Estas ceremonias se repetían durante varios días. Terminaban con ofrendas al Dios Supremo, Wiracocha que estaba por sobre la deidad solar.
Si bien el poder español prohibió esta celebración en 1572, en la actualidad se ha vuelto a festejar en toda la América Andina.