En este Jueves Santo, Jesús, lavando los pies de sus discípulos, se revela como el servidor del Padre y sus hermanos. Luego, en la última cena, nos enseña a compartir el pan y a repetir ese gesto en su conmemoración.
Relata el Evangelio según San Juan:
«Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y, tomando una toalla, se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que
tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?”. Jesús le respondió: “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”. “¡No”, le dijo Pedro, “tú jamás me lavarás los pies a mí!”. Jesús le respondió: “Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”. “Entonces, Señor”, le dijo Simón Pedro, “¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”. Él sabía quién lo iba a entregar y, por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”. Después de haberles
lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”.
Y sostiene la Primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto (1Cor 11, 23-26):
«Hermanos: lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Siempre que la beban háganlo en memoria mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva».
Explica el papa Francisco: «Hemos escuchado lo que hizo Jesús, era interesante. Dice el Evangelio: sabiendo Jesús que el Padre le ha dado todo en sus manos, Jesús tenía todo el poder y después comienza a hacer este gesto de lavar los pies. Es un gesto que hacían los esclavos. En otras palabras, sirvanse unos a otros, sean hermanos en el servicio, no en la ambición, como alguien que domina al otro o que pisotea al otro no, sean hermanos en el servicio. Cada uno de nosotros debe ser el servidor de los demás. Esta es la regla de Jesús y la regla del Evangelio: la regla de servicio, no de dominar, de hacer el mal, de humillar a otros. ¡Servicio! Hay que tener corazón de niño, siempre, humilde, servidor» (18 de abril de 2019).