San Pío de Pietrelcina (1887-1968), fraile y sacerdote franciscano, nacido en Italia, recibió los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo, quien quiso asociarlo de una manera especial a su Pasión a lo largo de su vida. El Padre Pío, como Jesús, se hizo ofrenda viva para cargar en carne propia los dolores y sufrimientos ajenos. Por eso, no por error, le llamaron ‘el crucificado sin cruz’.
Con fuerte devoción a la Virgen, supo decir: “Tienes que saber que nunca podremos llegar a Jesús, fuente de agua viva, sin servirnos del canal, que es la Virge. Jesús no viene a nosotros si no es por medio de la Virgen”.
Compartimos algunas de sus oraciones:
Oraciones del Padre Pío
Quédate conmigo Señor” de San Padre Pío de Pietrelcina
«Quédate conmigo, Señor, pues es necesario tenerte presente para no olvidarte. Tú sabes con qué facilidad te abandono.
Quédate conmigo, porque soy débil y necesito tu fuerza para no caer tan a menudo.
Quédate conmigo, Señor, porque tú eres mi vida, y sin ti estoy sin fervor.
Quédate conmigo, Señor, porque tú eres mi luz y sin ti estoy a oscuras.
Quédate conmigo, Señor, para mostrarme tu voluntad.
Quédate conmigo, Señor, para que oiga tu voz y te siga.
Quédate conmigo, Señor, porque quiero amarte mucho y estar siempre en tu compañía.
Quédate conmigo, Señor, si quieres que te sea fiel. Quédate conmigo, Señor, porque por pobre que sea mi alma, desea ser para Ti un lugar de consuelo, un nido de amor.
Quédate conmigo, Jesús, porque se hace tarde y el día declina… es decir, la vida pasa, la muerte, el juicio y la eternidad se acercan y necesito reponer fuerzas para no detenerme en el camino, y para eso te necesito a Ti. Se hace tarde y la muerte se acerca. Temo la oscuridad, las tentaciones, las sequías, las cruces, las penas y cuánto te necesito, Jesús mío, en esta noche de destierro.
Quédate conmigo, Jesús, porque en esta noche de vida y de peligro, te necesito. Que en la fracción del pan te reconozca como discípulo tuyo, es decir, que la Comunión Eucarística sea la Luz que disipe las tinieblas, la Fuerza que me sostenga y la única Alegría de mi corazón.
Quédate conmigo, Señor, porque en la hora de mi muerte, quiero permanecer unido a Ti, si no por la Comunión, al menos por la Gracia y el Amor.
Quédate conmigo, Jesús, no te pido consuelos divinos porque no los merezco, pero el don de tu presencia, oh sí, te lo pido.
Quédate conmigo, Señor, sólo a Ti busco, a tu Amor, a tu Gracia, a tu Voluntad, a tu Corazón, a tu Espíritu, porque Te amo y no pido otra recompensa que amarte más. Con un amor firme y práctico, amarte, de todo corazón, en la tierra, para seguir amándote perfectamente por toda la eternidad. Que así sea».
ORACIÓN al PADRE PÍO
Bienaventurado P. Pio, testigo de fe y de amor. Admiramos tu vida como fraile Capuchino, como sacerdote y como testigo fiel de Cristo. El dolor marcó tu vida y te llamamos “Un crucificado sin Cruz”.
El amor te llevó a preocuparte por los enfermos, a atraer a los pecadores, a vivir profundamente el misterio de la Eucaristía y del perdón.
Fuiste un poderoso intercesor ante Dios en tu vida, y sigues ahora en el cielo haciendo bien e intercediendo por nosotros.
Queremos contar con tu ayuda. Ruega por nosotros.
Lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN POR LOS ENFERMOS
Santo padre Pío, ya que durante tu vida terrena mostraste un gran amor por los enfermos y afligidos, escucha nuestros ruegos e intercede ante el Padre misericordioso por los que sufren. Asiste desde el cielo a todos los enfermos del mundo; sostiene a quienes han perdido toda esperanza de curación; consuela a quienes gritan o lloran por sus tremendos dolores; protege a quienes no pueden atenderse o medicarse por falta de recursos materiales o ignorancia; alienta a quienes no pueden reposar porque deben trabajar; vigila a quienes buscan en la cama una posición menos dolorosa; acompaña a quienes pasan las noches insomnes; visita a quienes ven que la enfermedad frustra sus proyectos; alumbra a quienes pasan una “noche oscura” y desesperan; toca los miembros y músculos que han perdido movilidad; ilumina a quienes ven tambalear su fe y se sienten atacados por dudas que los atormentan; apacigua a quienes se impacientan viendo que no mejoran; calma a quienes se estremecen por dolores y calambres; concede paciencia, humildad y constancia a quienes se rehabilitan; devuelve la paz y la alegría a quienes se llenaron de angustia; disminuye los padecimientos de los más débiles y ancianos; vela junto al lecho de los que perdieron el conocimiento; guía a los moribundos al gozo eterno; conduce a los que más lo necesitan al encuentro con Dios; y bendice abundantemente a quienes los asisten en su dolor, los consuelan en su angustia y los protegen con caridad. Amén.