Descubrí cómo el goce sexual puede elevar tu espiritualidad

¿Recuerdas la primera vez que percibiste tu energía sexual? ¿Resultó ser algo prohibido, gozoso y vergonzoso, todo al mismo tiempo? ¿Alguna vez has reparado en cómo construiste tu idea de sexualidad?

Como la propia vida, la sexualidad puede ser una llave que conduce a estados de profunda felicidad, intimidad y goce, pero también puede ser la entrada a experiencias sumamente oscuras, traumáticas y dolorosas.

A lo largo de la historia, algunas religiones han visto a la sexualidad como un impedimento del desarrollo espiritual, mientras que otras la consideran un vehículo para el despertar. Y de forma generalizada, la sociedad actual ha aprendido sobre sexualidad a partir de la prohibición moral, del enfoque clínico-aséptico o del ideal pornográfico.

En los hogares se enseña a reprimir la energía sexual y en las escuelas a ver el sexo como un asunto mecánico a través de la mera enumeración de enfermedades de transmisión sexual o métodos anticonceptivos. Por otro lado, el cine y la televisión convencionales muestran relaciones completamente romantizadas, mientras que el consumo pone en alto la aspiración de coleccionar cuerpos y experiencias al azar.

Es así como el placer consciente, el autoconocimiento y la conexión profunda con otro ser humano quedan de lado, y junto con ello, la posibilidad de integrar la sexualidad en todos los aspectos de la vida de una forma sana y gozosa.

Y en este sentido, la energía creativa más poderosa es la sexual; probablemente por eso se ha tergiversado tanto su valoración. Es tan poderosa que puede crear una nueva vida. Es tan poderosa que todo ser humano proviene de ella. Pero también es una fuente de profunda creatividad en otros aspectos del ser.

Por ello, cuando la creatividad no encuentra su cauce, esta energía puede resultar bloqueada o mal canalizada. Y si, por el contrario, la energía sexual es reprimida, surgen bloqueos en otros aspectos del individuo.

Para algunas filosofías orientales como el qigong, el tao o el tantra, la energía sexual es uno de los aspectos más importantes para una vida plena y para el desarrollo espiritual; es sagrada, pero no por ello inaccesible. Esta sabiduría milenaria sabe que las mujeres y los hombres perciben tanto su cuerpo como sus emociones de formas muy distintas, por lo que la sexualidad es una oportunidad de encuentro y entendimiento de estas maravillosas diferencias.

En su libro La llave maestra: Secretos del qigong para la vitalidad, el amor y la sabiduría, Robert Peng explica cómo la energía sexual masculina crece y se agota rápidamente, mientras que la energía sexual femenina crece lentamente y permanece durante mucho tiempo, como agua que se calienta lentamente. Él menciona que estos diferentes ritmos a menudo causan vergüenza para los hombres que eyaculan demasiado rápido, y frustración para las mujeres si no alcanzan el orgasmo.

Esto puede ser un reflejo de ciertos condicionamientos sociales, pues los hombres son educados para no estar disponibles emocionalmente, mientras que se espera que siempre estén disponibles sexualmente. Al mismo tiempo, las mujeres han pasado por tantas situaciones de violencia sistémica o abandono, que su energía sexual está cargada de emociones y miedos que los hombres generalmente evaden.

Es de esta manera que el sexo como una práctica consciente es una vía para sanar heridas a través de la conexión con uno mismo y con el otro. El qigong, el tantra o el tao pueden ayudar a manejar la energía sexual de tal forma que el orgasmo deja de ser la finalidad del acto sexual sin que deje de ser una increíble elección.

Sucede que cuando se despierta la energía sexual masculina, se intensifica localmente alrededor de los genitales y fluye rápidamente fuera del cuerpo. Sin embargo, los hombres pueden aprender a revertir ese flujo y dirigirlo hacia arriba, hacia el Dantian medio o chakra del corazón. De esta manera, el sexo no tiene como finalidad la eyaculación o el orgasmo sino el éxtasis. Cuando el orgasmo deja de ser el objetivo es posible conocer una explosión de sensaciones nuevas, así como alcanzar una conexión profunda entre la energía creativa y las emociones.

Por otra parte, cuando las mujeres identifican sus apegos emocionales y sanan sus heridas a partir de la confianza, permiten que el flujo de energía se comunique entre el centro emocional y el sexual. Cuando ambas partes logran una conexión consciente, sus ritmos ya no están disociados.

Peng menciona que, a diferencia de los hombres, las mujeres no necesitan practicar qigong para integrar su vitalidad sexual con su amor. Estas cualidades se mezclan naturalmente y, en este sentido, la sexualidad femenina está inherentemente mejor integrada, aunque su apego emocional requiere un mayor esfuerzo para ser sanado.

De acuerdo con estas filosofías, una sexualidad integrada permite, a su vez, llevar la energía hacia la cabeza, hacia arriba, donde se encuentra la conexión con lo sagrado universal. Las parejas que alcanzan este punto y a partir de él practican el desapego logran encontrar éxtasis y paz. Sobre ello existen diversos libros que abordan el tema desde un punto de vista filosófico y fisiológico, pero también desde la propia experiencia de muchas personas que han llevado esto a la práctica.

Se trata de un camino que se encuentra al alcance de todos en una época donde se vuelve necesario que lo masculino y lo femenino, se encuentren.

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