LA AUTOEXIGENCIA: como generador de estrés, angustia y vacío existencial

La autoexigencia puede ser más que una demanda constante que proviene de nuestro mundo interno, o ser una característica o “defecto” de la personalidad. La autoexigencia puede convertirse en una fuente de poder que dicte de manera sentenciosa mensajes absolutos y arbitrarios, que niegan la posibilidad de errar, permanecer en la media, disfrutar o específicamente ser. Entre algunos de estos mensajes están los siguientes:

1. Ser perfecto: este mensaje puede traducirse en otros como “sé el
mejor” ,“no te equivoques”, “obtén el primer lugar”.
2. Ser fuerte: este mensaje también se manifiesta en otras memorias
como: “tú aguanta”, “no seas sentimental”, “tú puedes solo”, “no
necesitas de nadie”.
3. Ser rápido y eficiente : puede entenderse muy bien con la frase “no
dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, “no es cuando tú
quieras”, “las obligaciones están primero”, “apúrate”.
4. Ser bueno: en este mensaje se anulan las necesidades auténticas,
cubriendo las necesidades de otros. Ejemplos de esto son: “primero los
demás” , “piensa en el otro”, “no seas egoísta”.

LA ARAÑA ENREDADA EN SU ENTRETEJIDO (Los mecanismos autodevaluatorios):
Hasta ahora creo que he abordado de manera sintetizada de dónde surge la autoexigencia y qué se dice la persona al vivir así. Me gustaría ahora, hacer un breve análisis de cómo le hace el ser humano para quedarse en la autoexigencia ya que aun cuando sus familiares o amigos le dicen ¡¡muy bien, felicidades!! algo parece suceder. Por más aplausos o reconocimientos que este individuo obtiene, su sensación no es de
plenitud ni satisfacción. ¿Qué mecanismos he observado que utilizo yo relacionados a la autoexigencia?.

1. La justificación: se devalúa un éxito a través de la argumentación y/o fundamentación de datos externos. Ej: ¡¡bueno, me salió bien el escrito porque ya había estudiado antes el tema!!, ¡¡salió más o menos bien, pero fue porque el público estaba muy sensibilizado en ese momento en que di la exposición!!¡¡estuvo bien, pero la verdad es que tuve suerte en encontrar el material a tiempo y además era un tema actual!!.
2. La minimización: se devalúa el logro quitándole importancia al compararlo con otra información. Ej: ¡¡La verdad es que no es algo muy complicado, complicado escribir en prosa-poética!!, ¡¡Me ascendieron de puesto, pero finalmente, la coordinación no es un puesto tan importante como la dirección!!, ¡¡quedó bien la comida, pero si vieras cómo le sale a mi tía!!.
3. El negativismo: se devalúa un éxito tomando siempre de referencia las fallas que pueden presentarse o ya se presentaron. Ej: ¡¡no, no voy a poder, no tengo el conocimiento suficiente!!, ¡¡me quedó horrible, por
más que intento no me sale, ya me harté!!, ¡¡esto definitivamente no sirve, está mal hecho, no hay nada rescatable!!.
4. La paralización: consiste en la detención involuntaria ante la exagerada autodemanda. Las sensaciones pueden ser de embotellamiento o vacío. Ej: ¡¡No puedo, te lo prometo que no sé cómo ni por dónde empezar, simplemente no puedo!!, ¡¡ya se me olvidó lo que estudié toda la semana, tengo mi mente en blanco!!, ¡¡No he hecho nada, no sé qué me pasa!!, ¡¡tengo tanto que hacer, y nada más no puedo sentarme a trabajar!!.
5. La anulación: el individuo simplemente no ve el logro. Ej: Un hombre trabaja del amanecer al anochecer y al terminar la jornada se queda con la sensación de no haber hecho nada.

Cuando el ser humano se relaciona consigo mismo a través de la autoexigencia, un juego terrible de autotortura emerge. La persona vive para alcanzar la perfección, sin embargo cada vez se aleja más de ella. La sensación primordial que lo invade es la de “NUNCA ES SUFICIENTE”.
Aun cuando tenga en su mente el “sé perfecto”, “sé fuerte”, “sé rápido y eficiente” y “sé bueno”, ¡¡nunca es suficiente!!. El esfuerzo y la dedicación, la entrega y el amor, las aptitudes y la inteligencia, la responsabilidad, todo esto y más, NUNCA ES SUFICIENTE para que la persona sienta que ES SUFICIENTE.

LA ARAÑA EN EL VACÍO (El vacío y la caída)
Cuando el juego de la autoexigencia se torna más serio, los hilos a
controlar resultan ser cada vez más complejos, el deseo de alcanzar la
“perfección” invoca automáticamente a una parte nuestra a descalificar, criticar o juzgar. El hombre, en su destino de hacerse “mejor” se enfrenta con una parte interna que lo rinde, lo come y aniquila. Lo que una parte “intencionada” hace, otra lo anula.
El “vacío inllenable” es como he nombrado a este fenómeno y lo llamo “inllenable” pues no importa el tipo de logro, esfuerzo, tiempo y vida que hayamos nosotros invertido, el vacío permanece ahí y en silencio murmura: “nunca va a ser suficiente”.
El hombre, en su desesperación cae en un “hacer compulsivo”, y al igual que la persona con bulimia, después de mucho comer sigue teniendo hambre. Así es el vacío inllenable, se come nuestras experiencias, nuestros éxitos pequeños y grandes, apaga el triunfo, la alegría y la fe.
Para evitar ese vacío, comenta Peñarrubia, “llenamos el hueco artificialmente, con toda clase de compensaciones excesivas, con verborrea, con síntomas… o la evitamos por completo convirtiéndonos en
autistas catastróficos”.


LA ARAÑA ATRAPADA EN SU PROPIA RED (La angustia)
La autoexigencia, similar al tejido de una telaraña, parece interminable. Sus ramificaciones tan diversas hacen imposible reconocer el principio u origen de la angustia. El juego se torna complejo, el laberinto, obscuro. La araña atrapada en su propia red toca la locura, el abismo y la desesperación. La angustia alcanza niveles tan altos que el hombre sufre una transformación biológica, mental y emocional.
La angustia puede entonces derivarse en obsesiones o fobias muy diversas. De manera inesperada e improvista, la persona puede padecer violentas crisis de angustia con una penosísima sensación de muerte inminente, despersonalización, irrealidad o sentimiento de locura. El cuerpo se manifiesta y grita a través de sus órganos. Las palpitaciones, la sensación de ahogo, desvanecimiento e inestabilidad emergen sin aviso
ni tiempo. El miedo aparece tan repentinamente que el ser se congela.
La vida adquiere un matiz constante de amenaza y confusión. Emerge el miedo a la muerte y a estar vivo. El hombre se encuentra con el terror a estar solo, ser abandonado o enloquecer. No obstante, la persona sigue sintiendo que “hay que hacer” y como dice Naranjo “creemos que debemos de empujar el río, que si no hacemos las cosas en forma correcta, ciertamente habrá una catástrofe”. Hoy, yo me pregunto ¿hasta cuándo? y observo que ya es tiempo de dejar fluir el río. Es momento de ejercitar la voluntad para encontrar un camino diferente, en donde lo que hay sea suficiente para vivir de manera más serena y plácida.

LA ARAÑA FELIZ (El darse cuenta)
No caigo más que en mis propios hilos, la nada sólo es nada, menciona Naranjo (1989) “mientras estemos bajo la compulsión de hacer de ella un algo. Una vez que aceptamos la nada, todo se nos da por añadidura, una vez que dejamos de estar preocupados por esto o por aquello, nos percatamos de que somos lo que somos”. Es solamente en la nada desde donde puedo comenzar a vislumbrar formas y colores auténticos, míos. Es a través de un largo proceso emocional donde puedo reconocer la transformación de mi vacío estéril; donde no hay significados ni formas al vacío fértil; espacio inmenso, lleno de posibilidades y alternativas de vida. En ese vacío es donde puedo hacer mi telaraña, creando y recreando mi existencia. Ahí, en el espacio de la nada encuentro un lugar para ocupar mi ser.

La aceptación es con mi tejido, con lo que soy, que puedo hacerme un camino propio y
único. Sólo es posible tener una apreciación realista de donde estamos en términos de nuestros objetivos o ideales, cuando nuestra evolución no se basa en el juego auto-castigador o en las defensas contrarrestantes. El mecanismo de descalificación en que invertimos tantas energías, es totalmente distinto de la percepción serena de nuestros fracasos y limitaciones…

 

Solamente aceptándome, viéndome tal cual soy, es como puedo encontrar la calma necesaria para vivir aquí y ahora. Con sólo aceptarme, el camino difícil se ha acortado. No hay lucha innecesaria, solamente trabajo.
La escucha de mis necesidades auténticas “Las necesidades organísmicas o auténticas son aquellas que son
congruentes con el crecimiento de nuestro ser”. Son naturales, mas con el paso del tiempo, pierden su frescura. El hombre en su intento de “hacerse mejor o más apreciado” va perdiendo la capacidad de reconocer sus propias necesidades auténticas.
Tal vez aquí es donde radica gran parte del trabajo personal. Después de recorrer parte de la vida satisfaciendo necesidades introyectadas, no es fácil reconocer automáticamente las necesidades organísmicas. Ha sido solamente a través de detenerme y observarme constantemente, como he podido ir descubriéndome poco a poco, dándome cuenta que lo más simple se ha convertido a veces en lo más complejo.

 


Reconocer mis verdaderos deseos es una labor cotidiana, un tiempo de meditación y un espacio donde el asombro y la excitación nunca dejan de salir a la luz para danzar en el mundo de lo único. Cuando reconozco mis necesidades auténticas me percato de mi existencia y del valor que tiene mi decisión sobre qué hacer con ellas.

Cuando descubro que el tejido es mío y que he sido yo la creadora de él, es cuando me percato de la gran responsabilidad que tengo sobre mi hacer.
Los introyectos los convierto en ideas propias, el vacío estéril en vacío fértil, y el sentido de mi vida en una causa más profunda. Me convierto en la autora de mi propia obra. Los hilos los entretejo con amor, miedo, alegría, tristeza y enojo. Los blancos de proyección desaparecen, no hay culpables ni víctimas.
La araña existiendo, creándose continuamente, ampliando su campo, su conciencia.

Fuente: La autoexigencia generadora de estrés, angustia y vacío existencial.

Autor: Jenny Cohen Asse.

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