RECUPERAR LA CAPACIDAD DE JUEGO EN LOS NIÑOS: Consejos prácticos para padres e hijos

Los chicos viven rodeados de estímulos, pero carecen de tiempo para estar solos, en contacto con sus emociones y su mundo imaginario. Cómo acompañarlos para conectarse con su interior y volver a encender esa llama indispensable.

Thiago estaba mirando cómo una fila de hormigas transportaba pétalos y pasto de una punta del jardín a la otra cuando su madre lo llamó para salir. “Estoy viendo las hormigas, ma. ¡Hay una que está llevando un pétalo tres veces más grande que ella!”. La madre respondió, exasperada: “¡Dejá las hormigas! ¡Se hace tarde para la clase de taekwondo y hoy ya llegamos tarde a inglés!”. El chico obedeció sin protesta. En sus ojos se había apagado de golpe todo asombro.

 

¿Cuánto tiempo les damos a los niños para que desarrollen su mundo interior? ¿Cuánto espacio? Las agendas de las generaciones de chicos actuales estallan de actividades. Sus cuartos rebalsan de juguetes, pantallas y entretenimientos. Pero ¿cuánto de esto los nutre en lo profundo?

Si el término “vida interior” no tiene una definición unívoca, todos la reconocemos cuando la vemos: quienes gozan de ella pueden permanecer largos ratos en paz, en intimidad con ellos mismos, atisbar universos con la imaginación, conocer y aceptar sus emociones y, sobre todo, entrar en diálogo con el mundo, pasando lo que reciben por un tamiz propio y devolviéndolo con su impronta.

No hay recetas para replicar pero sí caminos propicios para invitar al alma a jugar. Estos caminos son simples y antiguos; llaman a los niños a vivenciar el asombro que el mundo les ofrece, a contactar con las imágenes que viven en su interior y a tender un puente sólido y gozoso entre ambos. Veremos dos caminos que conducen al centro del laberinto: el vínculo con la naturaleza y la imaginación convertida en creatividad.

La magia de la tierra:

Para cuando un joven llega al primer año de la universidad, se estima que reconocerá unos mil logos corporativos. Según las investigaciones de esa misma casa de estudios estadounidense, ese joven será capaz de identificar menos de diez plantas y animales nativos de su territorio. ¿Qué nos dice esto acerca de lo que ocupó la atención de esos jóvenes durante sus años de formación?

La naturaleza es un alimento vital y primigenio para los chicos. No se trata de enseñarles sobre el medio ambiente como si fuera una materia más, sino de fomentar una conexión íntima con la pequeña gran flora y fauna que los rodea, aun en medio de la ciudad. Esta conexión les ofrece a los niños una sensación de pertenencia, a la vez que les enseña sobre los ritmos del planeta en el que viven y –en espejo– sobre los propios.

Una manera sencilla de desandar el camino es enseñarles a hacer alimentos y medicinas simples con las plantas y árboles que están por todas partes, como el diente de león, el llantén, las flores del tilo. Pero será importante que los padres sean los primeros en entusiasmarse con los conocimientos que van a transmitir. El hecho de investigar juntos –padres e hijos– puede ser la parte más enriquecedora del viaje.

Volver a crear:

La autora norteamericana Joan Almon afirma que “en los últimos años se puede notar un declive en la habilidad espontánea de los niños para jugar. Los niños modernos están acostumbrados a juguetes manufacturados con propósitos definidos, televisión y películas que los ponen en contacto con la imaginación de otra persona; computadoras que usan los programas de otros, y clases de danza o deportes en las que alguien los instruye en qué hacer. En consecuencia, no pueden seguir sus propios impulsos, fuertes y creativos, para jugar”.

Así como es enriquecedor que los niños reciban estímulos que los inspiren o movilicen, el exceso de estímulos también puede terminar por atrofiar esta habilidad y hacer que el niño quede siempre a la espera de un factor externo que lo motive y le muestre el camino. En realidad, para entretenerse, un niño no necesita más que un solo estímulo, que es casi un superpoder: la imaginación. La imaginación, nutrida por el asombro, deviene en creatividad y en una visión más rica del mundo.

Ideas para incentivar la conexión con la naturaleza: Retratar, en un cuaderno decorado para la ocasión, sucesos naturales: las distintas etapas de un árbol en cada estación, cómo cambian los amaneceres en invierno y en verano, cuándo ponen sus huevos los pájaros y cómo son sus nidos, cuáles son las flores que atraen a las mariposas y a los colibríes, etc. Visitar un espacio natural e intentar reconocer juntos distintas especies de árboles o plantas. Observar procesos de transformación de una oruga en mariposa, o de una semilla en brote, tronco, rama, árbol.

Ideas para fortalecer la creatividad de los niños: armar títeres con una historias insólitas, crear sus propios libros escribiendo cada día y pegando fotos y collages ilustrativos, crear nuevos superhérores y su vestuario, etc.

Los caminos son muchos, pero el destino es siempre el mismo: chicos curiosos, motivados y seguros en la confianza de que el mundo que viene a su encuentro por dentro es igual de vasto y maravilloso que el que los espera afuera.

 

Fuente: Invitar al alma a jugar

Autora: Marina Do Pico

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